Wilhelm Von Homburg, hijo de un soldado que defendió al Tercer Reich, fue su rival. El gesto que hizo enojar al legendario boxeador argentino que fue descubierto por un periodista. Acabó en la televisión como villano de Los Cazafantasmas y Duro de Matar
La casa donde los guantes viven de su propia nostalgia es la de Daniel Ponzo, periodista que pasó por las redacciones de Clarín, Olé y Télam, entre otros medios. Luis, padre de Daniel, era periodista también, pero especializado en boxeo. Juntos fueron infinidad de veces a veladas pugilísticas en el Luna Park y en tantos otros escenarios como pudieran.
A través suyo, los guantes, marca Berg, de 9 onzas, llegaron a manos de un joven Daniel. El ídolo decidió mandárselos de regalo tras enterarse de que quien los deseaba era un verdadero fanático suyo.
Poco tiempo atrás Ponzo hijo decidió buscar los guantes y rastrear imágenes de la pelea en la que Ringo los utilizó. El objetivo: hacer un cuadro para decorar su casa.
«Los guardé entre mis recuerdos más queridos. Eran de color marrón claro, de la marca Berg y pesaban increíblemente 9 onzas -hoy estarían prohibidos, ya que los que se usan en esa categoría son al menos de 12 onzas-, los más chicos que usó Ringo en toda su carrera», cuenta Ponzo sobre el legendario pugilista, asesinado en 1976 en Estados Unidos y ahora convertido en serie.
Ringo Bonavena y la noche de la paliza a un nazi
Es la noche del 20 de septiembre de 1969 en el Palacio del Deporte de Berlín. El Berliner Sportpalast fue escenario aquella victoria de Bonavena por nocaut técnico en el tercer round ante el alemán Wilhelm Von Homburg. No tuvo demasiada difusión en la Argentina y, según cuenta el dueño los guantes, aquel combate tuvo como objetivo recaudar dinero para concretar su pelea más recordada: la del 5 de diciembre de 1970, en el Madison Square Garden de Nueva York contra Ali.
Los 18 años que acaba de cumplir la plataforma YouTube ha dejado en claro que, sino todo, casi, está guardado en algún lugar del archivo audiovisual más grande del que la humanidad alguna vez haya tenido a disposición.
Allí, Ponzo encontró un breve video de la pelea. Y allí descubrió una situación que explica la furiosa victoria de Bonavena en una Berlín que acababa de ser reconstruida tras la Segunda Guerra Mundial.
¿Qué pasó? Luego de que ambos subieran al ring, el espigado alemán, antes de sacarse la bata blanca que combinaba con su pelo rubio, casi albino, le hizo un gesto al argentino. Besó una especie de medalla. Besó una cruz esvástica. Y lo hizo en el mismo estadio que décadas atrás había servido como escenario de numerosos actos del dictador y genocida Adolf Hitler durante la Alemania nazi. Allí se lanzó el llamado a la «guerra total» en la voz de su ministro de Propaganda, Joseph Göebbels.
Von Homburg, nacido en realidad bajo el nombre y apellido de Norbert Grupe (1940), era hijo de Richard, soldado alemán del Tercer Reich, que también cumplió tareas en el campo de exterminio de Buchenwald, a 300 kilómetros de Berlín.
De aquella pelea, Ponzo recuerda cuál fue la vertiginosa actitud del pesado argentino. «Cinco veces tiró Ringo a Von Homburg en solo tres rounds -ilustra-. Le pegaba con verdadera furia, sabía que lo dañaba y volvía una y otra vez a golpearlo para que cayera, pero esperando a que se levantara, para volver a atacarlo, con una frialdad inusual en él, un boxeador sanguíneo pero leal, hasta que finalmente el rincón se apiadó del alemán y tiró la toalla».
«Allí quedó al descubierto que Ringo quiso darle una paliza, como si estuviera emulando a Emile Griffith cuando siete años atrás mató literalmente a golpes a Benny Kid Paret porque el cubano había llamado al estadounidense ‘escoria de la raza negra’ por su condición de homosexual» contextualiza el periodista.
Y reflexiona: «No sólo me llamó la atención la forma en que lo golpeaba sino que pese a la tremenda paliza que le había dado, terminado el combate, Ringo se le fue encima al alemán, literalmente sacado, con la clara intención de seguir pegándole y debió ser contenido por el árbitro para evitar que lo hiciera. Algo había. Pero, ¿por qué tanto enojo, por qué esa furia inusual en un tipo tan bocón como bonachón como Ringo?».
El detonante de la furia de Ringo
Tras ver la pelea una y otra vez, el periodista entendió. «El alemán se había mostrado como el representante de la raza superior y blandido el emblema de su odio contra el latino de la raza inferior, algo que Ringo debe haber percibido o incluso escuchado en los días previos.
Por eso tal vez también haya preparado el extravagante festejo por el triunfo arriba del ring vaciándose en la cabeza y el cuerpo el contenido de una botella de champagne extra brut».
Ernesto Cherquis Bialo, periodista también especializado en deportes, confiesa que no cubrió el combate, pero lo recuerda como «una pelea desagradable desde lo estético».
«El alemán era llamativo por su pelo largo y rubio, inusual para la época, pero no fue un hito en la carrera de Ringo», agrega.
Bonavena venía de “ir al bombo” en una pelea en Montevideo, Uruguay, para ayudar a Gregorio Goyo Peralta, quien le había pedido fingir un empate en una revancha por el título que había perdido. Era para poder recomponer su carrera, le dijo. Y Ringo aceptó. Además, le servía para ayudar a financiar su pelea contra Alí, que se daría un año después.
El polémico Von Homburg: de la lucha libre a la pantalla grande
Recordado por la prensa alemana de aquellos tiempos por sentarse en un estudio de TV para una entrevista y quedarse en silencio ante cada consulta por la pelea que perdió contra el argentino y apodado «Príncipe», por propia requisitoria, el alemán es protagonista de una llamativa historia.
Se llamaba en realidad Norbert Richard Hartmut Grupe. Se había cambiado el nombre en Estados Unidos adonde había emigrado, luego de la Segunda Guerra Mundial y de la caída de la Alemania nazi, con su padre Richard Grupe, también ex boxeador y luchador.
«Es que Grupe padre había actuado en el campo de concentración nazi Buchenwald y cambiar el apellido seguramente habrá sido algo que le recomendaron en Estados Unidos…», dice Ponzo.
Allí radica la explicación del porqué de aquella esvástica exhibida en el ring segundos antes de la pelea y que tal vez no solo haya sido un gesto heredado sino también tan preparado como intimidatorio.
Von Homburg, caracterizado por la mayoría de los periodistas de la época que lo conocieron como un personaje deleznable, sufrió aquella derrota como una humillación casi intolerable y un año después abandonó el boxeo.
Alguna vez declaró que no odiaba a los judíos, que no tenía nada contra ellos, una aclaración que tal vez estimó necesaria para allanar su carrera como actor.
En esa función hizo distintos papeles, interpretando a soldados nazis en cuanta película de guerra pudo y a personajes maléficos, como el tirano Vigo Von Homburg Deutschendorf en «Cazafantasmas II», el villano James en “Duro de Matar” y el maldito Souteneur en “Stroszek” de Werner Herzog.
El papel le gustaba y lo hacía bien. En la vida real también estuvo preso por tráfico de drogas y proxenetismo. Hasta fue acusado por su padre de abusar de su madrastra y hasta de tener una hija con ella, a la que él llamaba su hermana. Sus últimos años vivió solo en Santa Mónica, California, con su perra Kiss. Murió de cáncer en México, en 2004, a los 63 años.
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El Pepazo/Clarín