Ing. Golfredo Dávila
La unión, tema recurrente del que se ha hablado desde aquellas célebres palabras del Libertador en su lecho de muerte. Ha sido motivo de debate permanente en estos 23 años de régimen autocrático, eso indica a los demócratas que se ha fracasado en el intento, muy a pesar de estar conscientes que sin unión no habrá cambio posible.
Para unirnos, es necesario que la Venezuela democrática pase de la queja a la acción, y reflexione sobre que se debe hacer para desalojar a Maduro y compañía del poder. Es un camino de múltiples obstáculos, por lo tanto se requiere perseverancia y constancia, proactividad y creatividad; y si asumimos que la estrategia usada por la dictadura para perpetuarse se basa en dividir a los sometidos, en consecuencia, los defensores de la democracia, deben formular lo contrario.
Como se conoce, este régimen no tiene la intención de resolver uno sólo de los graves problemas del país, lamentablemente se mantiene en el poder en contra de la voluntad de la mayoría, entre otras razones porque aplica una política de terror, cuenta con el apoyo militar y posee un poderoso aparato comunicacional con el cual miente y manipula, además de otra infinidad de artificios psicológicos y de control social, usados para herir el alma de la Nación, desmoralizar a los ciudadanos, minimizar la autoestima y propiciar la desesperanza, cosa que es alimentada por la ruptura del tejido social y la fractura de la familia.
A esta complejidad se agrega que los seres humanos, piensan y actúan distinto, tienen contradicciones y diferencias. Muy bien lo explicada Federico Engels (1820-1895) en la ley de unidad y lucha de contrarios, esencia de la dialéctica, basada en que todo en la naturaleza está en permanente movimiento y cambio, el átomo es una unidad y tiene contrarios, al poseer cargas positivas y negativas, esto explica las contradicciones que hay al interior de cada objeto, que se reflejan de igual forma al interior de la sociedad; lo viejo es sustituido por lo nuevo, toda acción conlleva a una reacción, la unidad se propicia en la diversidad y en la multiplicidad y los contrarios se excluyen y se compenetran en un solo y mismo tiempo.
Traer a colación esta ley, quizás no ayude a resolver un asunto que es urgente y practico, pero permite comprenderlo. Es obvio que si la mayoría sometida se une, desplaza a la minoría opresora. El problema se complica, no tanto porque existan diferencias políticas, ni por las diversas maneras de activar o de entender la unidad, como se sabe, hay quienes la usan simplemente por ser una palabra de moda, o la vociferan para no desentonar con esa aspiración de la población; otros la aprovechan sólo como un instrumento electoral y la olvidan al culminar la contienda; pero más allá de esos aspectos negativos, la principal causa de la desunión surge cuando se colocan los intereses grupales o personales, por encima del interés nacional.
En otro orden de ideas, una sociedad avanza si internaliza uno de los principios básicos de la democracia como lo es el respeto por el otro; de igual manera, cuando se genera confianza, nos reconocemos en nuestras diferencias y se diseñan planes comunes de convivencia. Allí están las claves para la unión y la reconciliación, ya sea en el seno de la familia, en la comunidad, en las organizaciones de trabajadores, estudiantiles, vecinales, empresariales, políticas o religiosas. Estos son pasos hacia la construcción de la unidad superior.
En razón de lo expuesto y con base en un somero análisis de la actual coyuntura, se hace necesario conectar la táctica con la estrategia. Ello implica dirigir la mirada hacia la integración de los siguientes componentes: la lucha por elecciones libres; la escogencia del candidato unitario, sea por primarias o por consenso; y la tarea de construir la unión al calor de la protesta social, a objeto de elevar la lucha reivindicativa al plano politico. En medio de ese proceso surgirá una gran fuerza social y política que, aparte de tener la misión de derrotar la dictadura, debe diseñar un pacto de gobernabilidad y un programa de gobierno, para superar el malsano comportamiento ególatra del “quítate tú para ponerme yo”. En síntesis, son tres pilares básicos, la unión, el proyecto país y ciudadanos críticos y empoderados, que participan, vigilan y controlan el poder.
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