Victoria de los Bulls (124-108), la séptima en 10 partidos (12-17), que obliga a cambiar la hoja de ruta de la temporada
El 7-3 en sus últimos 10 partidos (del 5-14 al 12-17), deja una sensación agridulce en el aire. Parecía que la temporada estaba perdida en las primeras semanas, que el vestuario explotaría y tendríamos un equipo totalmente diferente a finales de año. No ha sido así. Están en su mejor estado de forma en meses, con DeRozan como líder y actores secundarios (White, Vucevic, Caruso, Williams), a un nivel intratable.
La victoria la pasada noche frente a los Lakers (124-108), que no levantan cabeza desde el título de Copa (1-4), aclara aún más el camino que deben seguir en Chicago. Sin LaVine, el juego parece fluir más. Todo sale solo. El esfuerzo grupal abrasa a los rivales y, por supuesto, hay que mencionar a un Coby White en el mejor momento de su carrera.
Un quebradero de cabeza
Los Bulls se han convertido en un quebradero de cabeza para sus rivales. Quién iba a decir esto. El buen entramado defensivo es acompañado por solidez y confianza en ataque. Como si hubieran resetado y hubiesen comenzado la temporada de nuevo. Son otros. DeRozan, que se fue hasta los 27 puntos (con 7 rebotes y 9 asistencias), fue clave en los momentos decisivos. Como siempre le ha gustado.
Por el lado visitante, la resaca de la Copa sigue haciendo efecto. Incapaces de reaccionar, como si les hubiesen arrancado el alma, los Lakers, son muy distintos a los de hace un par de semanas.
No igualaron la intensidad, y todo el United Center se volcó para la victoria de los Bulls. Algo impensable para un equipo que parecía tener las horas contadas. White, en estado de gracia, terminó con 17 puntos. El ex de North Carolina está aprovechando a las mil maravillas la lesión de LaVine para brillar. Nueva victoria en Chicago. Quizá es hora de replantearse el futuro a corto plazo.
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