Leonardo Núñez Martínez
Recurrir a una lapidaria frase, sencilla, lógica, entendible y casi irrefutable que aconseja no dejarnos llevar por las apariencias ha sido del uso y dominio común.
Empleada generalmente para referirnos a personas, sin embargo es aplicable cuando se trata de animales o vegetales, discursos y acciones, fórmulas y aplicaciones, promesas y ejecuciones, imágenes y esencias, forma y fondo, teoría y práctica, fenotipos y resultados, y en toda dicotomía dialéctica.
En esa frase que todo el mundo ha pronunciado se resume la lección que nos han dejado políticos demagogos, falsos filántropos, cínicos aduladores, líderes de papel, vacas flacas, limones pequeños, perros grandes, lagrimas de utilería, empresas de maletin, tiempos de lluvia, saludos de alcabala, plantas exógenas, productos de marca, uniformes de rojo, discursos encendidos, cucarachas boca arriba, hazañas de Superman y hasta curas pedófilos.
Pero, si las apariencias poseen el poder de engañar fácilmente es porque contribuimos con nuestra ingenuidad, subjetivismo, superficialidad e interés por engañarnos. Sin esa ayuda, el éxito de los hipócritas,,fariseos o actores en escena sería menor.
Aumentemos nuestra capacidad de sospecha, de ver más el desempeño que el talante, el entorno y no el foco, el antecedente más que la promesa, la esencia por encima de la estética y figura, y comprendamos que «las apariencias no siempre engañan» si nos proponemos.
¡ORGULLOSAMENTE MONTUNO!
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El Pepazo