El arma incriminada sirvió para demostrar, fehacientemente, que el chico no pudo haber levantado un objeto de más de 20 kilos. Sus características físicas no se lo permitían. George Stinney alcanzaba a medir 1.55 de estatura y su peso era de tan solo de 43 kilos.
Egdo Lameda.-
Corresponsal Chile
George Stinney era tan pequeño que el día en que lo llevaron a ejecutar en la silla eléctrica, debieron colocar algunos libros aplilados, entre ellos su biblia, para que su cuerpo pudiera acoplar a los aparatos de aquel nefasto instrumento de castigo, que aún se emplea en los Estados Unidos, para dar cumplimiento en algunos casos de pena de muerte.
El color de su piel no le permitió demostrar su inocencia. Sin embargo, 70 años después de su muerte se comprobó que nada tuvo que ver en un doble asesinato que le endilgaron, develando una de las injusticias más terribles, entre tantas otras, que se han cometido, a lo largo del tiempo por cuestiones de índole racial.
La historia de este chico, que al momento de su muerte tan solo tenía 14 años, se remonta al mes de marzo de 1944, en una localidad de Carolina del Sur, en los Estados Unidos de Norteamérica, un territorio marcado por el racismo.
Los hallazgos
Todo comenzó cuando fueron localizados los cuerpos sin vida de Betty June Binnicker, de 11 años, y Mary Emma Thames, de 7. Ambas yacían sobre unos rieles ferroviarios, que servían de frontera, para separar las comunidades afrodescendientes, de las blancas. Por esas vías transitaba el tren de Alcolu.
Eran unas niñas de tez blanca, que salieron a dar un paseo en bicicleta por una comunidad afroamericana, en busca de flores silvestres, y que más tarde serían asesinadas en forma cruel y despiadada, tras ser golpeadas en la cabeza con un pesado objeto contundente, según el informe médico, que se levantó en ese momento.
En esa oportunidad, George Stinney, quien al momentos estaba acompañado de su hermana menor Amie Ruffner, tuvo la mala fortuna de toparse con las niñas. Éstas les habrían preguntado dónde podían conseguir flores para la elaboración del té El adolescente indicó el lugar y siguió cuidando la vaca de la familia, que en ese momento había sido llevada a comer pasto.
Poco después de este encontronazo fortuito, las dos niñas fueron localizadas sin vida. Les habían destrozado el cráneo con una pesada viga de madera de más 20 kilos, prueba fundamental, que 70 años más tarde, serviría para demostrar la inocencia de Stinney, ya que un chico de tan solo 1.55 de estatura y 43 kilos de peso, no habría podido levantar con facilidad el objeto para golpear a las criaturas.
Sin exoneración
Hubo una cadena de acontecimientos que impidió que se hiciera justicia en el momento oportuno. Al adolescente, le arrancaron una confesión que se presume fue bajo tortura. En su juicio, que tan solo duró 5 horas, no hubo participación de ciudadanos de piel negra, ni siquiera sus familiares, sólo blancos. Su defensor, también blanco, ni siquiera llegó a mirarlo. Se limitó a preguntar cosas, que lejos de ayudarlo, lo hundían.
El gobernador de Carolina del Sur, Olin Johnston, apoyó la decisión. Dijo que alguien declarado culpable de asesinato, no debe ser exonerado de lo que hizo, por tanto, no frenó la ejecución.
El jurado tomó la decisión en tan solo diez minutos, y su ejecución se registró 83 días después del hecho en la Prisión Estatal de Carolina del Sur, un 16 de junio de 1944. La comisaria encargada del proceso de investigación habría dicho en su declaración, que Stinney habría confesado que había asesinado a la menor de las niñas para violar a la otra, sin embargo de esto no quedó registro alguno.
Un compañero de celda de George Stinney diría años más tarde en una entrevista que concedió a un medio norteamericano, que el chico llegó a manifestarle que no sabía por qué lo iban a matar por algo que no hizo.
En 2014, año en que se reabrió el caso, la jueza Carmen Tevis declaró inconsciencia en el proceso que se llevó a cabo en 1944 y en consecuencia la ilegitimidad de la condena.
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