Leonardo Núñez Martínez
Un pescador o nativo de cualquier población ubicada a orillas del Lago o en el Caribe que visite Caracas y se dirija desde el centro de ésta hacia el sur será sorprendido al ver el parecido que existe entre el Helicoide y las conchas que abundan en la playa o pueblo costero de dónde proviene. Acostumbrado a ver caracoles que se descubren cuando la marea «se recoge», el «orillero» de la isla de Toas, Cojoro, El Moján o Ancón de Iturre no se imaginaría que arquitectos de la ciudad caraqueña plasmarían en sus planos la figura helicoidal que tiene «la concha del caracol», tan común en su lugar de origen. Un «jobitero» diría: «¡Oj!, cualquiera lo coge con la mano».
Esas conchas protectoras que guardan el débil cuerpo de estos moluscos constituyen un sistema defensivo que les ha garantizado su sobrevivencia frente a la depredación que les acecha en su ambiente natural. Sin estos escudos de protección, al igual que los de las almejas o los del «guacuco guajirero», los caracoles habrían desaparecido desde hace mucho tiempo, no habiendo sido suficiente refugiarse entre la arena, piedras, raíces de plantas halófitas o dentro de otras conchas abandonadas. Por eso prefirieron blindarse construyendo sus propias «conchas».
Como coraza casi indestructible, impenetrable y segura, «la concha del caracol» es un medio de ocultamiento que lo pone a salvo de peces, cangrejos y otras especies del agua. También les sirve para atacar y depredar a los que no se percaten de su poder sorpresivo y ofensivo, escondido dentro de su estriada y llamativa forma, tan atractiva como la Roca Tarpeya de la capital de Venezuela.
La defensa de la Patria, su territorio, la paz, soberanía y el derecho a nuestra autodeterminación, requieren de un sistema defensivo basado en la honestidad, dignidad, coraje, lealtad y patriotismo de parte de quienes asumimos el compromiso natural de protegernos, tanto militares como civiles. Sólo mediante el orgullo, la valentía y el deseo de ser libres, sin perturbaciones o injerencias de paises extranjeros sobre el suelo patrio, lograremos la inexpugnabilidad que brinda «la concha del caracol». Esa es nuestra verdadera defensa y garantía.
¡ORGULLOSAMENTE MONTUNO!
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