León Magno Montiel
@leonmagnom
Las ciudades necesitan mirar hacia atrás, ver lo transitado, recordar sus antiguas caras.
Así como tenemos en nuestros hogares las fotografías que detienen el tiempo, que preservan la imagen de los abuelos, de familiares que se han ido: así mismo la ciudad necesita de sus voyeristas, de los retratistas para recrear las estampas de su pasado, y de sus acontecimientos más íntimos.
El arte de la fotografía ha sido fundamental para saber cómo éramos, ver de dónde vienen nuestros ancestros, saber cómo nació nuestra estirpe urbana.
La música, además de recrear imágenes del pretérito, nos dice cómo sonábamos, por tanto, expresa el cómo éramos de forma vívida. Cuando escuchamos “Cosas del ayer” de Rafael Rincón González, o “Los pregones”; cuando cantamos “Así es Maracaibo” de Chinco Rodríguez, vivimos ese pasado, lo respiramos como un tiempo presente durante los tres minutos que dura la obra musical.
Uno de los compositores que ha logrado captar el pasado de nuestra ciudad y plasmarlo en sus obras es Luis Oquendo Delgado, el bardo que nació en la barriada El Empedrao el 30 de mayo de 1926. Él ha sido su cronista, ha recreado los sonidos de principio de siglo XX, como un rasgo de identidad fundamental de nuestra ciudad-puerto. En su contradanza “Estampas antañonas” hace una descripción casi cinematográfica, cuadro a cuadro, de una Maracaibo que era puerto cafetalero, bahía de poetas y de pescadores, ciudad eco de los grandes adelantos científicos e inventos de finales del siglo XIX:
“Veo en los ojos
de mi padre la ilusión
de verse joven
con 20 años floreciente”.
Describe una ciudad con gente signada por la elegancia, un garbo que era la respuesta criolla a la influencia francesa:
“Era la estampa de los tiempos del pasado
la del romance, la del verso y del amor,
la de la dama que lucía traje largo
en la ventana y las sienes una flor”.
Julián Bonder, arquitecto y urbanista estadounidense-argentino, ha revolucionado el concepto de los monumentos memoriales, de las construcciones para honrar el pasado. Así define el pasado de las ciudades:
“la memoria es acción; la memoria es un verbo; la memoria es más presente que pasado”.
Es la memoria una energía viva, que nos da identidad, sentido del rumbo que debemos mantener, arraigo a la urbe a la que pertenecemos.
El maestro Rafael Escalona ha sido otro compositor que ha captado las imágenes memoriales de su pueblo colombiano, y las inmortalizó, impidió que desaparecieran. Cuando nos habla de las noches de parranda en Patillal o en La Guajira, todos las vemos como en un filme, vivimos por tres minutos esa época, esa vivencia renacida por el ala de ilusión: mientras suena su música lo vivido se hace presente continuo.
Luis Oquendo Delgado con sus danzas, valses, gaitas y contradanzas, logró que no derribaran el barrio El Empedrao, detuvo el crimen arquitectónico. Sin sus obras, la barriada santaluciteña hubiese tenido el mismo final que El Saladillo, lo hubiese borrado la piqueta, sería un gran camposanto con los restos de la propia barriada, una ruina.
El maestro Luis se embebió del tango y su universo, su niñez la vivió rodeado de su sonido que salía de las vitrolas, de la radio, en las voces de los payadores que eventualmente cantaban en los bares alrededor de las dársenas marabinas. Él combinaba sus melodías con las gaitas pioneras, con los viejos valses y con las suites en las retretas de la Plaza Bolívar.
Lo impactó la visita de Carlos Gardel en mayo de 1935, su pernocta en el Hotel Granada y su repentina muerte, calcinado en el aeródromo de Medellín un mes después: esa sucesión de hechos lo marcó para toda la vida.
Todas las composiciones Luisoquendianas tienen un vaho porteño, su entonación al cantar es de barítono que llora las melodías, su sonido es de una melancolía tanguera.
Su comienzo artístico lo realizó en las emisoras del Zulia, como adolescente aficionado al canto, se presentó en Ecos del Zulia y en Ondas del Lago.
Allí comenzó su andadura por los escenarios, la que aún no ha parado casi ocho décadas después y por la que aún recibe aplausos.
Uno de sus primeros éxitos nacionales se lo grabó Lila Morillo “Anillo de promoción” que plantea la desdicha de la hija que logra el título que tanto anhelaba su padre, y éste no tiene como comprarle su anillo de graduación:
“En una conversación
que tuve con amigo
solo yo fui testigo
de una triste confesión”.
El estilo de esta danza recuerda la música del ecuatoriano Julio Jaramillo que impactó en toda América Latina, refuerza el valor de la meta académica alcanzada, la actitud para superar las carencias.
En la década de los 60, don Luis sonó en todo el país con sus gaitas, en 1965 el conjunto Colorama, que le grabó “Gaita playera” en la voz de Arsacio Acurero:
“Esta otra gaita
también es maracaibera
es una gaita playera
que sabe a sol y a palmera
y un paisaje tropical
que el Zulia la va a entonar
con emoción por doquiera
porque la gaita playera
es orgullo de mi lar”.
En 1966 estuvo nominado a todos los premios con su composición “Gaita entera” que grabó el Conjunto Lagomar interpretada por Elio Ochoa:
“Cantemos la gaita entera
la gaita que llevará
de su corazón sincera
lo que el pueblo sentirá.
Si se canta dondequiera
hace sentir su expresión
pero ella es más entera
donde haya desolación”.
En paralelo al movimiento gaitero de tanta fuerza y presencia en los escenarios nacionales, el maestro Oquendo Delgado seguía interpretando y grabando sus valses y danzas, logrando éxitos como “Amor sin raza”, “Sabaneta de palma”, la danza “Una gaita”, “Inocencia”, donde narra la tragedia de una niña que le cortan las manos porque dañó el automóvil del papá. Su célebre “Maracaibo viejo” y la hermosa contradanza “Estampas antañonas”:
“Su flux de alpaca
elegante tropical
y aquel Stetson
diplomático calado
un gran clavel
muy encarnado en el ojal
y entre sus manos
un pañuelo perfumado”.
Temas que grabaron grandes cantores como Mario Suárez, Ángel Mavares, Tino Rodríguez, Ricardo Cepeda, Víctor Alvarado entre otros.
En 1967 el conjunto Rincón Morales le grabó “La verdadera” y se convirtió en un impacto nacional:
“Oh gaita maracaibera
te llevo en mi corazón
con la misma tradición
vuelve a ser igual a aquella
tan popular y tan bella
que imperaba soberana;
porque tú eres la zuliana
nuestra gaita verdadera”.
El decenio 1970 cosechó grandes éxitos con las mejoras agrupaciones gaiteros, el Conjunto Número Uno lo invitó a grabar como cantautor “Cómo te voy a olvidar” gaita dedicada a la figura materna. En 1971 el Conjunto Saladillo llevó a las carteleras discográficas su tema “Mi nuevo Empedrao” en las voces de Andrés Gumel y José “Bolita” Ríos:
“Vos fuiste por tradición
aquel barrio del pasao
gaitero guapo afamao
romántico y soñador
y quién te aguanta Empedrao
pulido como una flor”.
Los estelares Cardenales del Éxito le grabaron un tema reivindicativo del lago Coquivacoa, en la voz de Pedro Rossell titulado “Lago mío” en 1975, que se convirtió en un clásico del género:
“Se merece maldecir
el que te cause una afrenta
y no merece vivir
el que te envidia y tienta
como tentó el diablo a Dios
y en el infierno está frito
y tú eres lago bendito
y bello como no hay dos”.
Para esa temporada el gobierno de Caldera había derribado el barrio más icónico de Maracaibo, El Saladillo, sustentado en falsas promesas de progreso y modernidad, un urbanicidio que amenazó también al barrio contiguo El Empedrao.
Gracias al canto de Luis Oquendo lo mantuvimos en pie. Barriada orgullosa de ser cuna de Luis Aparicio, Felipe Pierela, Nelson Romero, siempre tuvo como a su hijo predilecto a su poeta-cantor Luis Oquendo Delgado.
En 1979 el Gran Sinamaica le grabó “La historia de la gaita” donde el autor da su versión de la génesis afrozuliana de nuestro canto, la interpretó Moisés Medina:
“Comenzó con su tambor
a cantarla gaita el negro
como un lamento del pueblo
y la discriminación”.
Como figura pública, don Luis siempre fue un caballero de hablar elegante, de mucho respeto por los demás. Era un deleite entrevistarlo en los años 80 cuando comencé mi carrera en la radio, oírlo hilvanar los recuerdos como verbos de acción futura, la poesía iba latente en cada frase. Siempre bien trajeado, con un tono profundo en su voz, y con un dejo porteño. Él logró tender puentes musicales para preservar nuestra memoria.
En 1983, el conjunto Rincón Morales le grabó “Por una palabra”, en la voz de Fernando Rincón, una gaita del amor, profunda en su planteamiento; solicita el perdón del hombre que ha fallado a su mujer:
“Es una palabra para destruirse
si Cristo amó al mundo ¿quién lo condenó?
y en siete palabras lo expresó tan triste
lo amó más profundo y lo perdonó.
Entonces mi vida con esa palabra
no quise ofenderte, perdóname ya
que yo mil heridas llevo entre mi alma
de tanto quererte como a nadie más”.
En el Festival “Una Gaita para el Zulia” participó al año siguiente, 1984, con el tema que interpretó Jesús Terán “Chavín”, “La gaita que yo te canto” respaldado por La Universidad de la Gaita:
“Y con la aureola del sol
nace tu cielo bendito
esta gaita que te grito
con todo mi corazón
y en tu lago de pasión
cada verso que hay en ella
van atrayendo las estrellas
con mi llanto de emoción
y con la aureola del sol”.
El maestro Oquendo Delgado es un hombre de fe, creyente de gran devoción por la Virgen Chiquinquirá, a ella le escribió en lenguaje coloquial, el de la calle, hizo una analogía con la misa salvadoreña que dice “Vos sos el Dios de los pobres, el Dios humano y sencillo” de Carlos Mejía Godoy. Esa obra finaliza cantando: “Por eso es que hablo yo, así como habla tu pueblo, porque sos el Dios obrero, el Cristo trabajador”.
Don Luis en su tono le dijo a la Virgen Morena:
“Chinita zuliana vos sois el amor más grande
de este pueblo que hoy se expande y levanta hacia el progreso
en confianza quiero hablarte el vocabulario
ese que el zuliano a diario
usa ya por tradición
Chinita estamos con vos
todo el tiempo y en tu feria
de la que vos sois la dueña”.
Tema que grabaron en tiempo de danza Los Zagalines del Padre Vílchez, en la voz de Daniel Méndez, donde expresa una visión exclusivamente urbana de la fe mariana, con profundo arraigo maracaibero.
Con las composiciones de Luis Oquendo Delgado nos hemos enamorado, hemos orado en el templo, hemos llevado serenatas. Él es parte de esa banda sonora de nuestros sueños, es canto colectivo, un maestro tutelar de la poesía que aprendimos en calles de la infancia, que atiza nuestra memoria como pueblo: es la conciencia vigente del pasado en nuestra ciudad-puerto.
Desde hace varias décadas él se residenció en la ciudad de Coro, donde vive con Aurora su esposa, con sus hijos y nietos. Desde esa reserva colonial de casonas y pequeñas alhambras, sigue componiendo, brindando entrevistas y recibiendo el respeto y afecto de los cultores que lo visitan de distintos rincones del país.
Entre las melodías de sus obras (su puente de conexión con el mundo) se marchó el poeta Oquendo Delgado en 2021 al reino de la memoria. Se marchó Don Luis con sus verbos memoriosos dedicados a su barriada frente al lago, el protectorado de Lucía: la Virgen de la luz, el caserío de piedra y sol que él mantuvo en pie, con el prodigio de su canto y sus versos.
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El Pepazo