León Magno Montiel
@leonmagnom
Marvin Gaye nació con talento supremo para la música, fue en la ciudad-museo Washington DC, el 2 de abril de 1939.
Su padre Marvin Gay era un ministro de la iglesia protestante, lo llevaba a su templo a cantar con solo 5 años de edad.
Le prohibía escuchar música comercial, solo podía escuchar cánticos religiosos, gospel.
Su madre una doméstica de nombre Alberta Williams, mujer austera, serena, sometida a los mandatos de su cruel esposo.
La música con su vasto magnetismo, metió al joven Marvin en su centrífuga, lo hizo baterista de Smokey Robinson, en esa banda deslumbró, captó miradas, generó respeto y asombro.
Aprendió a ejecutar el piano con solvencia, aunque no leía partituras. Cantaba como un tenor ligero, componía canciones, de un alto histrionismo sensorial en escena.
Hasta que firmó su primer contrato como figura musical y comenzó a orbitar como un astro sonoro con la casa MOTOWN de Berry Gordy.
Desde entonces, vivió una espiral se éxitos, con Motown Records de Detroit, una ciudad desgarrada por las luchas raciales, a la que llegó en 1960. Ese sello discográfico lo avaló y lo promovió en los EEUU y Europa.
Marvin Gaye comenzó a liderar en las carteleras musicales, en las emisoras y en los escenarios de los años 70.
Se convirtió en «El Príncipe del Soul», en el símbolo masculino de la canción negra norteamericana:
un icono del canto romántico, un dandi de los escenarios.
En 1971 lanzo su clásico «What’s going on» (qué está sucediendo) tema con talente social.
Su estrellato lo llevó a los amoríos fortuitos, a las infidelidades, cayó en excesos, en mutuos abandonos.
Fue tanta su desmesura con los placeres, que se hundió en las drogas, la promiscuidad. Luego cayó en la abulia y el alcohol: ahora era un hombre en ruinas económica y espiritual.
El psicólogo arquetipal estadounidense James Hillman, afirmó:
«La depresión abre la puerta a algún tipo de belleza».
Creo que esto le sucedió con Gaye, en medio de su caos personal, consiguió inspirarse de nuevo, crear música de alto tenor.
En los Grammys de 1983 brilló al cantar en vivo su «Terapia sexual», lució elegante y risueño.
Recibió dos gramófonos de oro entre ovaciones.
Cuando comenzaba a resurgir de sus cenizas en 1984 con su nuevo álbum, después de pasar una temporada en una comuna hippie en Bélgica, desintoxicándose, «El príncipe de soul» comenzó un fuerte enfrentamiento con su ortodoxo padre: el hijo defendía a su madre Alberta de la violencia de su esposo iracundo, desequilibrado y alcohólico.
Marvin presentía que él estaba en peligro de muerte, usaba chaleco antibalas, compró varias armas de fuego.
Y aunque nadie se lo esperaba, el ministro pentecostal le disparó al pecho el 1 de abril de 1984, en su casa, eran las 12.38 de la tarde en la ciudad de Los Ángeles, allí lo asesinó con un revólver Smith and Wesson calibre 38, el que su hijo mayor Marvin, le había regalado para su defensa personal.
El cantor negro Gaye Williams solo tenía 44 años de edad cuando se marchó entre flores blancas y llantos desgarrados.
En sus exequiás cantó Steve Wonder y fue orador emotivo el cantor Smokey Robinson.
El Príncipe del Soul se fue temprano, ese hombre talentoso que nació y murió en el mes de abril, miles de personas lo lloraron perplejos ante el horror y la paradoja, pues; su padre, el hombre que le dio la vida «el pastor de Dios», también le quitó su existencia a balazos.
Al desequilibrado reverendo Gay lo sentenciaron a 6 años de prisión, sus abogados alegaron «en defensa propia».
Marvin Gaye júnior fue un ser melancólico, que con su música logró formar una unidad con el cosmos, y esa unidad aún persiste: ese astro de abril, aún sigue orbitando.
El Pepazo