Javier Benítez
Argentina es campeona del Mundial de Catar 2022. Pero, ¿es esa la historia? ¿Es eso lo que contarán los relatos de este mundial atípico, en primer lugar, por las fechas en las que se disputó?.
¿Serán estas las memorias transmitidas de generación en generación? Para el resto de mundo seguro que sí. Pero, ¿para Argentina será así?
El destino, un albur
Messi tuvo la ‘desgracia’ de nacer en el mismo país que Maradona. Me explico: la luz inigualable que emitió en los campos de fútbol el Diego fue tan encandilante, que cualquiera podría equivocarse al juzgar y medir a todos aquellos futbolistas que vinieron, que vienen y que vendrán, detrás de él. Y más para los nacidos en Argentina.
Con esa pesada mochila nació Leo, un año después de que el Mundial de México en 1986 fuera el absorto escenario y testigo del despliegue futbolístico de un jugador jamás visto sobre la faz de la Tierra. Esa justa deportiva dejó al Pelusa definitivamente al mando del Olimpo. En la cima absoluta. En esa que había lugar solo para uno: para él. De ahí para abajo, el resto de los mortales.
Messi tuvo que abandonar su país porque el club al que ama, y donde comenzó a dar sus primeros pasos como futbolista, no vio razón suficiente para ‘invertir’ en un tratamiento por los problemas de crecimiento que tenía. Así La Pulga se vio exiliada. Tenía 13 años, era solo un niño en un país lejano, en un mundo nuevo con la puerta abierta de par en par a la incertidumbre. ¡Tantas cosas podrían pasar en el camino! Desde entonces, empezó a construir la leyenda definitiva en la que se convirtió el pasado 18 de diciembre, firmó su primer contrato en una servilleta de papel en un restaurante barcelonés. El resto, ya es historia.
Pero desde que Messi despuntó con sus primeras gambetas a nivel profesional, la inevitable comparación se apoderó del rosarino. Entonces, se desató una polémica estrafalaria que crecía y crecía cada vez más, como la bola de nieve de un alud inatajable. Se instaló y se hizo sempiterna. Y cuanto más jugaba para la selección argentina, más se agigantaba la bola infame: «Messi solo juega bien en el Barça, en la selección nacional no hace nada», o «nunca gana nada con Argentina», eran algunos de los latiguillos de cabecera surgidos desde todas las condiciones sociales y culturales de su país, cuando se trataba de juzgarlo.
En su momento, los augures pronosticaron que no habría jamás otro ‘barrilete cósmico’ en el firmamento de la pelota. Ni siquiera consideraron a Messi a la altura cuando empezó a brillar. Por algo, hace unos años el periodista, presentador y escritor argentino Alejandro Dolina dijo: «A Diego [Maradona] se le notaba que era el mejor del mundo en una jugada, y a Messi, en un año». Es decir, la mejor versión de Messi había que ir a buscarla en las estadísticas.
¿Una sentencia?
La Copa América jugada en Argentina en 2011, donde ganó Uruguay, y la derrota en la final del Mundial de Brasil 2014 frente a Alemania, lo dejaron al borde del precipicio. A los pies de los caballos de sus detractores, sobre todo dentro de su propio país, que era lo que más lastimaba a Leo. Y para cualquiera que quiera corroborarlo y que nunca haya vivido en Argentina, existe el Internet.
A tal punto llegó el asunto que se hizo insostenible, y la razón otra vez fue otra derrota en otra final. En este caso fue la Copa América de 2016 ante Chile. Messi ya había perdido otras dos finales de Copa América en cancha: un año antes también frente a Chile, en 2015, y en 2007 frente a Brasil.
«Pensándolo mucho en el vestuario, creo que ya está para mí la selección, ya se terminó. La peleé mucho, lo intenté muchas veces, ser campeón con Argentina. Son cuatro finales y no pude ganarlas. Hice todo lo posible. Me duele más que a ninguno, pero es evidente que no es para mí. Deseaba más que ninguno un título con la selección y lamentablemente no se me dio», dijo Messi tras la final de la Copa América Centenario el 27 de junio de 2016.
Muchos argentinos se lamentaron, unos cuantos lo festejaron, pero todos, absolutamente todos, se quedaron con la boca abierta como una A. Como la a de ‘atónitos’. Lo que sí es seguro es que la cultura de la cancelación –puesta de moda por estos tiempos por la ideología woke– a la que muchos lo habían sometido, había dado sus frutos.
El reinicio
Pero el amor, fue más fuerte. Un mes y medio después, el 12 de agosto, Messi anunció que volvía a la selección argentina.
«Amo demasiado a mi país y a esta camiseta», comunicó con emoción.
Entonces llegó la primera señal que alertó a las aves de mal agüero. El 11 de julio de 2021 y tras 28 años de sequía, Argentina volvía a ganar una Copa América. Para darle más épica, fue en Brasil, en una final contra la selección brasileña, y de la mano de Messi. Desde entonces, muchos argentinos empezaron a mirarlo de otra manera. Ya no había excusas para no hacerlo.
Menos de un año y medio después, y con todo un país, Argentina se encontraba con la fe encendida en los prolegómenos de este Mundial de Catar, pero el destino dio un giro inesperado. Tanta era la fe en Messi, que la discusión cambió de plano ¿realmente fue Maradona el mejor de todos los tiempos, o si Messi ganaba este mundial, eso lo convertiría automáticamente en mejor que Maradona? Increíblemente, esa polémica también se instaló en la apasionada Argentina. Por mi parte, no voy a borrar con el codo, lo que hace exactamente dos años, y en este mismo medio, escribí con la mano.
La redención
Cómo no ibas a ser campeón del mundo con Argentina Leo, si sos de Rosario, donde el manto que cubre a su patrona, la Virgen del Rosario, le dio los colores a la bandera argentina que a su vez le dio sus colores a la camiseta albiceleste.
Como si estuviéramos desencriptando códigos ocultos que dejaron un día unos locos Nostradamus del fútbol, ahora todo nos cuadra: esos colores en el pecho te llevaron a ganarte ese cielo al que muchos quisieron negarte la entrada. El fútbol tiene esas cosas donde lo terrenal de un verde campo de juego, muy de vez en cuando, puede fundirse en el horizonte con la gloria y la divinidad de un cielo celeste y blanco.
Que la selección argentina de fútbol haya resultado campeona del mundo, con la importancia que eso reviste y que le dibuja una tercera estrella en la camiseta, es solo la intrahistoria. La historia real de esta ‘película’, es la redención de Messi ante su pueblo.
Querido Leo, has llegado al templo de quienes son profetas en su propia tierra. De los que acabaron la larga travesía del desierto del exilio del corazón. El Diego, que siempre te quiso bien, te da la bienvenida. A mí, ‘Messirve’. Y al que no le guste, hay que dejárselo bien claro y decirle: «¿Qué mira bobo? ¡Anda pa’llá, bobo!».
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El Pepazo/Sputnik