El tratamiento óptimo de la migraña se enfrenta a numerosos obstáculos que lastran su eficacia. Al estigma de género (afecta sobre todo a las mujeres) y la falta de conciencia de enfermedad se ha sumado en los últimos tiempos un factor preocupante: el aumento del consumo de opiáceos.
María Sánchez-Monge
El enorme impacto de esta enfermedad fue el eje central de un simposio organizado por Lundbeck en Sevilla el pasado 20 de octubre, cuyo título, La vida interrumpida, describe el día a día de buena parte de los afectados. Para Jesús Porta-Etessam, jefe de Sección de Neurología en el Hospital Clínico San Carlos, de Madrid, “la migraña es una enfermedad que permanece oculta de una manera absolutamente injusta por estigmas de género y por un aprendizaje patológico que hace que muchas de las personas que la padecen, o no consulten o, si lo hacen, entienden que ya se han agotado todas las posibilidades y no vuelven al médico de atención primaria o al neurólogo para intentar cambiar su vida”.
Error 1: creer que la migraña no tiene tratamiento eficaz
Desterrar las falsas creencias en torno a la migraña es el primer paso para un manejo adecuado. Es conveniente recordar que es mucho más que un dolor de cabeza. “La cefalea es uno de los síntomas, pero se pueden presentar náuseas y vómitos, así como molestias al realizar cualquier actividad y ante estímulos como la luz y el ruido”, apunta Porta-Etessam. Además, las personas con esta afección “pueden padecer cuadros de vértigo con más frecuencia que el resto de la población y presentan mayor riesgo de tener otras enfermedades”. En definitiva, se puede afirmar que tienen “un cerebro distinto, un cerebro migrañoso”.
En palabras de Inmaculada Martín, secretaria de la junta directiva de la Asociación Española de Migraña y Cefalea (Aemice) y paciente con esta patología, “la gente banaliza la migraña porque la considera un dolor de cabeza común”. Pero los afectados saben que afecta a todos los ámbitos y llega a impedir trabajar y cuidar de la familia. “Un ataque de migraña te incapacita hasta tener que meterte en la cama y anular todo lo que estabas haciendo, ya sea el trabajo, una cena con amigos o asistir a la graduación de tu hija”, corrobora la paciente.
Una vez aclarado el alcance de la migraña, el primer gran error es considerar que, puesto que se trata de una enfermedad tan compleja, carece de tratamiento eficaz. De hecho, se calcula que hasta el 30% de las personas con migraña o cefalea dudan a la hora de buscar ayuda médica por diversos motivos: no creer que sea algo lo suficientemente serio o doloroso, estimar que los medicamentos sin receta médica funcionan suficientemente bien o el temor a que su migraña no sea tomada en serio, entre otras consideraciones.
Error 2: automedicarse
La automedicación es, precisamente, el segundo gran error. Según diversos estudios, más de la mitad de las personas con migraña toman por su cuenta analgésicos sin receta, lo que puede ser un desencadenante de la cronificación de su enfermedad.
Existe un tipo de dolor de cabeza denominado cefalea con uso excesivo de medicación (CUEM) que se presenta en personas con una cefalea primaria que, tras un uso excesivo de fármacos para paliar los síntomas de sus crisis, desarrollan una nueva cefalea o sufren un empeoramiento de la que ya tenían. Se trata, por lo tanto, de una cefalea secundaria. En la mayoría de los casos, la cefalea primaria preexistente es una migraña.
Para evitar llegar llegar a la temida cronificación -que implica un aumento drástico de las crisis mensuales y semanales de migraña- Porta-Etessam aconseja “consultar con el neurólogo para valorar un tratamiento preventivo adecuado si aumenta la frecuencia, la duración de las crisis o no se responde a la terapia”.
El tratamiento preventivo constituye una terapia específica frente a la migraña, mientras que fármacos como el ibuprofeno o el paracetamol “son inespecíficos”, según apunta Patricia Pozo-Rosich, jefa de Sección de Neurología y responsable de la Unidad de Cefalea del Hospital Universitario Vall d’Hebron, de Barcelona.
Error 3: tomar opiáceos
Esta neuróloga advierte del incremento de un tipo de fármacos que no son específicos frente a la migraña “y no se deben dar”: los opiáceos u opioides. En España, el consumo de estos medicamentos -entre los que se encuentran el tramadol, el fentanilo, la morfina o la buprenorfina- ha aumentado en los últimos tiempos un 5%.
El riesgo de adicción es la principal limitación en el empleo de estos analgésicos, por lo que deberían reservarse para tratamientos de corta duración en dolor muy agudo o para aliviar el dolor en pacientes terminales. La migraña no cumple estas condiciones. “La gestión de una enfermedad crónica que va apareciendo a lo largo de toda la vida no puede ser con opiáceos”, subraya Pozo-Rosich. “Me gustaría que no imitásemos a Estados Unidos en esto”, añade.
Las terapias que sí funcionan frente a la migraña
El uso indiscriminado de antiinflamatorios, analgésicos y opiáceos carece de sentido, sobre todo cuando existen alternativas eficaces, como en el caso de la migraña. Lo que sucede, según los expertos participantes en el seminario, es que no siempre se ofrece el tratamiento indicado al paciente adecuado en el momento en el que se necesita y en el lugar idóneo. Carmen González Oria, coordinadora del Plan Andaluz de Cefaleas y jefa de Sección de Neurología en el Hospital Virgen del Rocío, de Sevilla, resalta que el coste de la migraña “se reduciría con un diagnóstico precoz y con el tratamiento sintomático adecuado de las crisis para reducir la discapacidad que provocan”. Siguiendo esta lógica, “la fluidez en la ruta asistencial, la llegada precoz a las unidades de cefalea y el uso también precoz de fármacos preventivos llevaría a una reducción de la frecuencia de crisis y de la discapacidad”.
Tratamiento farmacológico específico
El tratamiento farmacológico eficaz frente a la migraña debe cimentarse en un correcto diagnóstico, que determina el tipo de medicamentos y la frecuencia con la que se administran. Se suele hablar de dos tipos de terapias.
- Tratamiento agudo. Tiene como objetivo la rápida reducción del dolor y de los síntomas cuando ya han comenzado, pero no la prevención de crisis futuras. Para ello se utilizan paracetamol o antiinflamatorios no esteroideos (AINE) -de forma controlada por el médico- y, especialmente, fármacos pertenecientes a la familia de los triptanes (sumatriptán, zolmitriptán, naratriptán, almotriptán, eletriptán, rizatriptán, frovatriptán), que sí son específicos.
- Tratamiento preventivo. En este caso, el objetivo es reducir la frecuencia de las crisis de migraña, su gravedad, su duración y la discapacidad que producen. En la actualidad, este tratamiento puede ofrecerse a los pacientes en los que las crisis de migraña causan una afectación significativa de su funcionalidad y calidad de vida, a quienes experimentan más de 2-4 días de migraña al mes o a aquellas personas en las que la medicación aguda está contraindicada, ha fracasado o hay riesgo de que desarrollen una cefalea secundaria por el uso de medicación (CUEM). Hasta hace pocos años se utilizaban con fines preventivos fármacos no diseñados para la migraña, como antiepilépticos, antidepresivos y antihipertensivos. En los últimos tiempos se han incorporado nuevas opciones terapéuticas más específicas y mejor toleradas, como los bloqueos anestésicos de nervios periféricos o el uso de toxina botulínica. A estas alternativas se ha sumado el desarrollo de los anticuerpos monoclonales anti-CGRP (eptinezumab, erenumab, galcanezumab, fremanezumab), que han impulsado, en opinión de los especialistas, un cambio de paradigma en el tratamiento de la migraña.
Para Pozo-Rosich, “los anticuerpos monoclonales anti-CGRP son un tratamiento diseñado para la migraña pensando en su fisiopatología que se caracteriza por ser rápido, eficaz y tolerable, garantizando la adherencia del tratamiento”.
Cambios en el estilo de vida
Un manejo adecuado de la enfermedad combina estrategias farmacológicas y medidas no farmacológicas. Estas últimas se traducen en cambios en el estilo de vida que ayudan a prevenir las crisis de migraña y reducir su intensidad al incidir sobre los factores que las promueven. Los cinco desencadenantes más comunes son el estrés, el ayuno, los cambios atmosféricos, los factores relacionados con el sueño y, en las mujeres, las fluctuaciones hormonales.
Según los factores que tengan un mayor impacto en cada persona, se recomiendan medidas como establecer rutinas que aseguren un sueño adecuado, la realización de ejercicio aeróbico, la hidratación abundante, no hacer ayuno, evitar las situaciones estresantes y practicar ejercicios de relajación y mindfulness.
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