Una entrada, la única que quedaba del partido que se celebró en el antiguo Chicago Stadium, se subastó en febrero alcanzando una cifra de 468.000 dólares. Todo es posible en América. No superó el precio del ticket del estreno de Jackie Robinson con los Dodgers de la MLB del 15 de abril de 1947 (se pagó 480.000 dólares), pero sí fue una plusmarca para la NBA. La entrada fue para un encuentro del 26 de octubre de 1984, en Chicago, donde llovía. Los Bullets (ahora Wizards) visitaban a los Bulls, franquicia en crisis que había meditado en los años anteriores una posible mudanza ante la falta de tirón en la ciudad. Chicago terminó ganando ese partido que abría la temporada de básket en la Ciudad del Viento.
¿A qué vino ese montante por un papel amarillento? ¿No es una locura?
Puede que no porque fue el día del estreno como profesional en partido oficial de Michael Jordan. La NBA, que había salido del coma por el interés que generó el duelo Bird-Magic o Celtics-Lakers (lo que gusten), echó a volar entonces, aunque aún no lo sabía.
Jordan jugó mal (16 puntos, 5 de 16 en tiros de campo con 7 asistencias y 6 rebotes), el pabellón no se llenó, hubo 3.383 asientos vacíos de los 17.551 que disponía el ya demolido Chicago Stadium, Chicago ganó 109-93 y los compañeros con los que jugó el mito fueron Orlando Woolridge, la estrella de los Bulls hasta la aparición del jugador formado en North Carolina, Whatley, Steve Johnson y Caldwell Jones. Ese 26 de octubre también debutaron Charles Barkley y John Stockton.
¿Sensaciones?
Jordan era una incógnita por descifrar pero sólo para ver el nivel de grandeza que alcanzaría. Los pronunciamientos eran inmejorables. En pretemporada los Bulls habían ganado cinco de seis partidos y la venta de entradas en Chicago había experimentado un crecimiento de 2.556 tickets por partido en la preventa. El chico maravilla de la selección olímpica americana campeona en Los Ángeles 84 había promediado 22,3 puntos y 5,4 rebotes por partido. Anotó 23 puntos en el Madison, en su primer partido allí con los Bulls. Natural de Brooklyn, no era un partido más para él. «Lo de Jordan es esperar y ver qué pasa. No hay límites», dijo Red Thorn, general manager de los Bulls, el hombre que le seleccionó en el draft por detrás de Sam Bowie (Blazers) y Hakeem Olajuwon (Raptors).
En el ambiente flotaba la sensación de que algo grande le iba a pasar al baloncesto. Kevin Loughery, su primer entrenador en la NBA, se mostraba esperanzado. Veía a Jordan como un jugador que se podía acercar a Julius Erving. Esto dijo en The New York Times. «Es difícil comparar a alguien en esta época con el nivel atlético de Julius Erving. No hay nadie ni siquiera cerca. Pero Michael juega con mucha ambición y carisma. Si se desarrolla, puede ser uno de los cinco mejores del campeonato».
Jordan usó unas botas Nike diseñadas por él mismo en colores blancas y rojas. Las botas acaban de subastarse por 1,47 millones de dólares. Los Bulls le obligaron a que fueran así, aunque Nike ya le había sugerido cambiar de colores. «Este es el equipo de Orlando Woolridge», dijo Jordan con modestia. Quizá ni él supiera que este primer baile iniciaba la leyenda más grande de la historia del baloncesto.
El Pepazo/Marca