Benacerraf y Vence dos merecidos galardonados
Luis Carlucho Martín
Mientras algunos grandes cacaos de la geopolítica internacional, esos que son considerados países desarrollados –y otros tantos que se pegan a esa idea sin calzar los puntos– viven agotando millonarios lobbies para que la academia sueco-noruega los tome en cuenta al momento de otorgar anualmente el Premio Nóbel, Caracas, como la metrópoli que es, tiene el histórico tupé de exhibir dos galardonados en el área de Medicina, y algunos otros que estuvieron a punto pero que no fueron reconocidos.
Como sea, Caracas, sin antesalas lisonjeras ni privilegios, tiene sus premiados en el área de Medicina: ambos como parte de importantes equipos. Casualmente es octubre el mes de los anuncios de la academia que además de La Paz y Medicina o Fisiología, premia en las áreas de Física, Química, Literatura y Ciencias Económicas.
Por eso, doblemente bendito este mes porque el 29 de 1920 vio nacer en la Sucursal del Cielo al eminente inmunólogo –criollísimo a pesar de su nombre y apellido– Baruj Benacerraf, quien recibió el Premio Nóbel de Medicina, casualmente en octubre 11 pero de 1980, por sus descubrimientos relacionados con estructuras, determinadas por la genética en la superficie de la célula, que regulan las reacciones inmunológicas, además de comprobar, por vez primera, que la respuesta inmune frente a un antígeno es distinta para cada individuo y es heredada según las leyes de Mendel. “Dicha investigación fue crucial para comprender cómo funciona el sistema inmunitario a nivel celular”, dice Wikipedia, que además agrega que este excelso descubrimiento no solo fue autoría del biólogo Baruj sino de sus compañeros Jean Dausset y George D. Snell.
Al ser premiado expresó, quien además por asuntos familiares estuvo ligado al Banco Unión (ahora Banesco): “Es un orgullo y un honor para mí que un latinoamericano, un venezolano, sea premiado de esta forma”, expuso el inmunólogo quien controvertidamente, a pesar de su acceso a la medicina y precauciones murió de neumonía… aunque vivió casi 91 años.
Esta experiencia y su amplio recorrido en las novedades de la ciencia a favor de la vida le dio licencia para publicar, a manera de autobiografía, su extenso andar y sus aportes, en una obra intitulada: «From Caracas to Stockholm: A Life in Medical Science»…De Caracas a Estocolmo: Una vida en la ciencia médica.
Además de él, Caracas se hincha el pecho como paridora de lumbreras, ya que en 1973 brindó luz primera al experto en ingeniería genética y PHD en inmunología, Luis Miguel Vence, quien como parte del equipo del doctor Jim Allison, recibió el Premio Nobel de Medicina por sus investigaciones sobre la inmunoterapia contra el cáncer en 2018.
Vence representa otro caso contradictorio porque su vida ha estado siempre complicada por situaciones de salud, ya que su padre Miguel desarrolló lupus que a su vez le causó problemas renales y la muerte. Enfermedad que tanto él como su hermano heredaron, y lamentablemente –esto lo supimos en 2019– el distinguido doctor es diabético y paciente renal. Por eso sentenció con justificado sarcasmo: “Nunca me interesó la medicina porque desde muy joven he vivido en hospital…”
Otros no reconocidos
El 10 de octubre, pero de 1856, nace en Juan Griego, Margarita, Francisco Antonio Rísquez, quien, por sus acciones profesionales entre Caracas, Miranda y Europa, a la postre resultó Padre de la Enfermería, impulsor de la Cruz Roja Venezolana, fundador junto a Luis Razetti de la Junta de Socorro contra la gripe española hace poco más de un siglo, pieza clave del periodismo científico nacional e internacional y miembro de la Academia de La Lengua, además de ex rector de la UCV.
¿Hacia dónde apuntaba la mirada de las autoridades del Nóbel para no valorar los aportes en las áreas de patología, higiene, salubridad, además de la lucha contra la tuberculosis y el paludismo, de tan ilustre criollo, cuyos restos reposan en el Panteón Nacional? Quizás la plena convicción y el exceso de mística y ética contraria a la de los aduladores profesionales cazadores de premios hayan atentado contra otro galardón para el país. No obstante, Venezuela debe exhibir con máximo orgullo la carrera, no solo de Rísquez, sino de otro grupo nutrido de destacados y reconocidos médicos y científicos.
Aunque no es de octubre, pero sí de Caracas –y del mundo– otro ignorado por la prestigiosa academia fue Jacinto Convit, el descubridor de la vacuna contra la lepra.
Fue reconocido con los premios Caballero de la Legión de Honor, Héroe de la Salud Pública de las Américas, Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica (1987), Abraham Horwitz Award (1989), Premio México de Ciencia y Tecnología (1990), TWAS Prize for Medical Sciences (2006), entre otros. A pesar de que el Nobel le fue esquivo en su nominación de 1988, Convit aseveró: “No me quita el sueño ganar el Premio Nóbel de la Paz, pero sí hallar la cura para el cáncer”.
Paz y Medicina deberían ir de la mano, pero el Orden Mundial parece no tener la misma percepción, por eso hay quienes pierden más que el sueño por ostentar algo que no merecen… Amigo lector, tómese un tiempito y revise, por ejemplo, los ganadores del Nóbel de la Paz y verá nombres no acordes con la filosofía del premio. Por favor, sin asombrarse, saque usted conclusiones cuando vea los años 2002, 2007, 2009, 2012 y 2016.
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