Leonardo Núñez Martínez
Andar distraídos,n desprevenidos o entretenidos ha sido contrario al instinto de sobrevivir. En el monte o en la ciudad, eso de «andar en la luna» es una condición que nos puede llevar al fracaso, a un accidente o la muerte. Por andar «aguevoniaos» nos puede «picar» una mapanare, podemos caer en un «tatuco» o en la calle ser arrastrados por un «carro loco».
Nuestros viejos nos aconsejaron tener astucia y no ser incautos. Nos recomendaron estar siempre prevenidos y no confiados. Conocedores de los peligros, nos advirtieron de la necesidad de precaver, tomar medidas para evitar un daño. Los maestros nos decían que había que estudiar todos los días y no les hacíamos caso. En el tiempo conocimos la inconveniencia de vivir «aguevoniaos».
El «aguevoniamiento» conduce a que muchos potreros se «embarzalen», a que se «mamen» las vacas o se «arifuque» la yuca. No tomar previsiones hace más fuerte el verano para los fruteros de Mara, no reforzar los lienzos facilita la acción de los ladrones de ganado, distraernos con vallenatos y reguetones acabará con la gaita y confiar en casas construidas cerca o al borde de los caños deviene en tragedia.
Por «aguevoniaos», los isleños han visto desaparecer su Toas y los cabimeros extinguir el árbol de «vera negra». ¿Cuántas matas de caña quedan en Bobures?, ¿cuántas sibucaras en los alrededores de Maracaibo?. Por no resembrar son contados hoy los cocoteros en Potreritos, dónde antes abundaban.
Por andar «aguevoniaos» hemos dejado perder el Parque Eólico de la Guajira y si seguimos «enlelados», nos meten una carboeléctrica en el Socuy. Por andar así, a los perijaneros nos clavaron a Venancio Pulgar en un panteón.
Si nos «aguevoniamos», los «paracos» terminarán apoderándose de El Cruce, Casigua, Curva de Molina y Las Pulgas, si no es que yá les pertenecen y por andar «aguevoniados» dejamos que algunos guarimberos hayan regresado a gobernaciones y alcaldías.
La «aguevoniedad» nos ha conducido a la dolarización de la economía y a la pérdida del poder adquisitivo del Bolívar; los salarios han sucumbido ante la especulación y el abandono del campo nos obliga aún a importar comida.
Si nos «aguevoniamos» en la frontera y no prestamos atención a este procaz pero emblemático término, la oligarquía paramilitar uribista volverá con sus «falsos positivos» y los contrabandistas fortalecerán sus «trochas». Perijá se llenará de pistas para el narcotráfico, Semprún de laboratorios de cocaína, los bancos y comercios de «pesos» y nunca «el Orinoco y el Magdalena se abrazarán», como premonizaba el Cantor del Pueblo.
Los gringos confían en que, poseídos nosotros de un sostenido «aguevoniamiento» puedan ellos ir destruyendo los esfuerzos de integración que significan la CELAC y el ALBA-TCP.
Rescatemos la suspicacia y caribería criolla. No deseemos que el mundo sea de «los vivos», pero tampoco de los «aguevoniaos».
¡ORGULLOSAMENTE MONTUNO!
El Pepazo