La epilepsia se suele considerar una enfermedad que se inicia casi exclusivamente en la infancia. Nada más lejos de la realidad. Hay múltiples causas que pueden dar lugar al desarrollo de esta enfermedad a lo largo de la vida.
María Sánchez-Monge
La epilepsia es una enfermedad muy heterogénea en torno a la cual persisten numerosos mitos y falsas creencias. Es habitual pensar que se trata casi exclusivamente de una patología congénita de origen genético, de manera que el estatus de epiléptico acompaña a los afectados desde el nacimiento. Pero no siempre es así; de hecho, las epilepsias secundarias, es decir, aquellas que se adquieren a lo largo de la vida por distintos motivos, son las más comunes. Algo que no es de extrañar si se tiene en cuenta que prácticamente cualquier tipo de lesión cerebral puede provocar crisis epilépticas.
Los neurólogos saben muy bien que el riesgo de sufrir esta patología aumenta con el envejecimiento. “En la población adulta va haciéndose más frecuente porque con el paso de los años crece la tendencia a que aparezcan lesiones, sobre todo infartos cerebrales, que pueden predisponer a tener epilepsia”, explica Diego Barragán, neurólogo responsable de la Unidad de Epilepsia del Hospital Universitario Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares (Madrid).
En resumen, la epilepsia puede debutar a cualquier edad pero a partir de los 60 años aumenta significativamente. Se calcula que en torno al 80% de las epilepsias son adquiridas o secundarias y solo el 20% pueden considerarse primarias o congénitas.
Según datos de la SEN, más de 400.000 personas padecen epilepsia en España y unos 80.000-100.000 casos corresponderían a niños. Por lo tanto, se puede hablar de dos picos de aparición de esta patología: en la primera infancia y a partir de los 60-65 años.
¿Y qué es la epilepsia exactamente? Es una entidad que va mucho más allá de la imagen estereotipada de una persona que experimenta convulsiones. “Una persona padece epilepsia cuando ha tenido dos o más crisis epilépticas. Y se denomina crisis epiléptica a cualquier episodio neurológico generado por una excesiva actividad eléctrica de las neuronas cerebrales”, explica Juan José Poza, coordinador del Grupo de Estudio de Epilepsia de la Sociedad Española de Neurología (SEN).
Más de 30 tipos de crisis epilépticas
Dependiendo de la parte del cerebro que se vea afectada por esta actividad eléctrica excesiva, las crisis pueden tener distintas presentaciones. “Se han clasificado más de 30 tipos de crisis epilépticas”, señala el neurólogo. Estas son algunas de ellas:
- Alteraciones del movimiento.
- Problemas de la memoria.
- Alteraciones de los sentidos.
- Afectación del nivel de conciencia con desconexión del medio.
- Contracciones musculares.
- Convulsiones prolongadas y graves.
A grandes rasgos, las epilepsias se pueden clasificar en dos grandes grupos: crisis generalizadas, que afectan a toda la corteza cerebral; y crisis parciales o focales, que afectan a un grupo específico de neuronas cerebrales.
Causas de la epilepsia secundaria
Hay numerosas enfermedades y situaciones que pueden dar lugar a crisis epilépticas, que cuando se producen de forma repetida dan lugar a una epilepsia. Estas son las más importantes:
Ictus
“En torno a 1 de cada 10 ictus desembocan en epilepsia”, resalta Barragán. Se trata, sobre todo, de los accidentes cerebrovasculares que se producen en la corteza cerebral. “Los ictus que ocurren en zonas más profundas del cerebro no tienen tanta propensión a generar crisis epilépticas”, asevera el neurólogo. Es habitual que las crisis epilépticas comiencen tiempo después del infarto cerebral.
Enfermedades neurodegenerativas
Las personas con enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer, también tienen un mayor riesgo de epilepsia debido a las lesiones cerebrales que producen estas patologías. Se calcula que constituyen el desencadenante de entre el 10% y el 20% de los casos de epilepsia en los mayores.
Traumatismos
La epilepsia postraumática se suele manifestar algún tiempo -incluso años- después de haber sufrido un traumatismo cerebral por un impacto en la cabeza. Se calcula que se desarrolla en el 10% de las personas que tienen un traumatismo craneal sin herida penetrante en el cerebro, porcentaje que asciende considerablemente cuando el golpe sí produce una lesión penetrante.
Tumores cerebrales
Entre el 20 y el 40% de los tumores cerebrales pueden manifestarse primariamente con crisis epilépticas y un 20-45% pueden presentar epilepsia durante el curso de la enfermedad. Todo depende de la zona y el tipo de lesión que generen dichos tumores.
Infecciones
Las meningitis, el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), la encefalitis viral y ciertas infecciones parasitarias son algunas de las patologías de carácter infeccioso que pueden causar epilepsia.
Enfermedades autoinmunes
Hay algunas enfermedades del sistema nervioso central (SNC) con un origen inmunológico en las que la epilepsia es una manifestación predominante. Es el caso de la encefalitis límbica paraneoplásica y no paraneoplásica, la enfermedad de Rasmussen y otras encefalitis mediadas por autoanticuerpos.
Existen otras enfermedades con una base inmunológica de predominio en el SNC en las cuales la epilepsia surge con escasa frecuencia en comparación con otras manifestaciones neurológicas. Es lo que sucede con las vasculitis, la esclerosis múltiple y la encefalitis aguda diseminada.
Por último, cabe citar las enfermedades autoinmunes sistémicas que afectan al sistema SNC y que producen epilepsia en un número limitado de pacientes (lupus, sarcoidosis, enfermedad de Crohn…).
Epilepsia idiopática
Hay muchas epilepsias no congénitas cuya causa no llega a conocerse. Se denominan epilepsias idiopáticas o criptogénicas y se calcula que pueden llegar hasta el 30% del total. “Son personas a las que se considera epilépticas por sus síntomas, el electroencefalograma y otras pruebas que se realizan, pero no se llega a identificar una lesión cerebral”, apunta Barragán.
¿Las epilepsias secundarias se tratan de forma diferente?
El tratamiento de la epilepsia sigue siempre una misma línea, independientemente de si es de carácter primario o secundario. El primer escalón es la administración de fármacos antiepilépticos, cuya misión es lograr que el cerebro afectado tenga menos predisposición a sufrir crisis epilépticas.
La mayoría de los pacientes responden favorablemente al tratamiento farmacológico. En unos casos basta con un solo fármaco y en otros es necesario añadir un segundo medicamento para lograr un control total (o casi).
Los siguientes escalones terapéuticos se plantean en aquellas personas que no responden a la medicación. En estos pacientes la cirugía puede ser una buena opción, así como la colocación de estimuladores cerebrales u otro tipo de terapias más avanzadas.
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El Pepazo/Marca