León Magno Montiel
@leonmagnom
La hermosa y extraña palabra “biombo”, que significa mampara o cancel de paños unidos por goznes, llegó a través de los navegantes portugueses a nuestro idioma.
De comprobado origen japonés, fue registrada en el siglo VIII como “Byobu” y significaba pantalla de protección contra el viento.
Esas mamparas eran decoradas originalmente con caligrafía nipona antigua, dibujos mitológicos, mujeres, místicos y escenas de la historia asiática.
Ese vocablo oriental antiguo dio nombre al sector donde nació el juglar Rafael Rincón González, “Los Biombos”, el 30 de septiembre de 1922, sección del barrio Saladillo ubicada detrás de la Basílica de Nuestra Señora de Chiquinquirá, zona que fue arrasada en el año 1971 cuando el entonces Presidente de la República Rafael Caldera, decretó tumbar nuestro suburbio más emblemático, el colorido intramuros donde tuvo su origen la ciudad de Maracaibo.
Rafael Augusto Rincón “el pintor musical”, maestro que se marchó el 15 de enero de este año 2012, luego de parrandear con sus hijos, nueras, nietos, bisnietos, la noche cuando programaban su cumpleaños noventa.
En el último día de su vida, estuvo reunido con su familia en la Costa Oriental del Lago, cantaron, hicieron versos, brindaron, proyectaron itinerarios de vuelos desde Denver, Europa, Caracas, para asistir ocho meses después a lo que sería la gran celebración de su vida, llegaría a nueve décadas.
Aunque esa no fue la historia, porque él ya no está, su casa “Soberana” parece un camposanto, desolada y solemne. Ahora me toca recordarlo con esta crónica que contiene su presencia, la memoria de los encuentros, reminiscencias de sus líricas y melodías más entrañables.
Al momento de irse nuestro bardo Rafael Rincón a su “exilio total”, como describió Antonio Muñoz Molina la muerte del genio uruguayo Juan Carlos Onetti, se encontraba muy lúcido, cantando y ejecutando su guitarra casi a diario, componiendo, con una vida muy activa y frugal, rodeado de muchos afectos.
Nunca estuvo postrado, ni minusválido, hasta la hora de su muerte fue un rapsoda militante, un caminante y serenatero apasionado; jamás lo vi abatido.
Dejó una obra que llega a 600 composiciones, 100 álbumes entre propios y colaboraciones. Recibió el Doctorado Honoris Causa de la Universidad del Zulia, participó en incontables programas de radio y televisión, fue objeto de múltiples reportajes de prensa nacional.
La fotografía que acompaña esta nota, tomada por Pepo Muñoz Porqué en el Teatro Baralt, es del año 2009, lo muestra en el concierto realizado junto a Tino Rodríguez unos meses antes de morir éste en abril de 2010. El cantante y saxofonista falconiano fue su gran compañero de andanzas musicales, ellos conformaron una dupla exitosa que dio temas a la memoria colectiva como: “Pregones zulianos”, “Chinquita”, “José el platanero”, Maracaibera”, Soberana”. Tino, el celestino de Puerto Cumarebo, murió aquejado de una leucemia a los 79 años de edad. En esa fotografía, Rafael Rincón luce su flux impecable, micrófono en ristre y con abundante cabello, cuando ya tenía 87 años de edad.
El amor y respeto por la obra de Rafael Rincón González, tiene su paralelo en Colombia con el maestro de Patillal Rafael Escalona y su legado vallenato (1926-2009), en Cuba con el longevo Compay Segundo con sus sones y guajiras (1907-2003), en Argentina con Atahualpa Yupanqui (1908-1992). Cada nación erige como un tótem a su cantor, lo envuelve en una eterna celebración. En Venezuela debemos desprendernos de la cultura banal promovida por el status quo mediático, impulsado por canales comerciales, revistas de farándula, cadenas radiales carentes de buenos contenidos, que solo valoran “lo fashion”, “lo top”, lo caricaturescamente juvenil o de moda. Estimulan el desprecio por lo raigal, por nuestra herencia cultural, por los maestros pioneros.
En uno de sus temas iconos “Cosas del ayer” el maestro Rincón nos dice:
“Hoy llego hasta la plaza
que evoco en mi memoria
y todo está cambiado
de extranjerista euforia
no veo las dulceras
ni el café, ni empanadas
solo perros calientes, sodas,
ice cream y tostadas
y yo triste añorando
las cosas del ayer”
Con ese tema Rafael se adelantó a la lucha que hoy tenemos planteada para preservar nuestras formas musicales, torpedeadas por ritmos extranjeros, algunos de muy baja factura como el reguetón. Otras sin ninguna conexión histórica con nuestro folclor.
Es impresionante la cantidad de términos en inglés que usamos indiscriminadamente al hablar español, maltratándolo, con la pretensión de ser más “cool”, más actuales, esnobistas. Vocablos como: trendy, backstage, freaky, delivery, to go, vintage, los usamos como si fueran parte de nuestra poesía más cultivada, cuando en realidad son simples préstamos innecesarios y cursis.
En un brillante artículo, publicado en junio de 2012 en el portal del diario El País, el catedrático y periodista Juan Pedro Velázquez-Gaztelu afirma:
“Dejar caer una palabra en inglés aquí y allá nos da un aire cosmopolita, moderno, de gente de mundo”.
Antonio Molina Muñoz piensa que detrás de este fenómeno: “Hay una mezcla de pedantería, afán de estar a la moda y complejo de inferioridad”.
Rafael Rincón González en el tema “Chinquita” dibujó este afán de los jóvenes por estar en boga, imitando lo ajeno, calcando lo que nunca hemos sido. Nos cantaba: “Han perdido hasta el habla cristiana y usan jerga que llaman inglés”. En su danza “José el platanero” empleó el término “zuliero” para designar al habitante surlaguense. En “Pregones zulianos”, utiliza en habla coloquial: “Alevántese señora, que se hace de mediodía”. Rafael era poseedor de una vasta cultura, nunca cayó en la tentación de lo vacuo, de lo banal, ni tomó poses prestadas de divo.
El maestro de escuela Rafael Rincón González, este 30 de septiembre volvió a tomar la tiza, como lo hizo por décadas en las escuelas de la Shell, volvió a sonar sus acordes para señalarnos de dónde venimos, quizá para pedirnos que tracemos una ruta musical propia, que nos haga más zulianos, es decir; más universales. Así celebra sus 100 años desde su exilio absoluto, donde sigue recreando su universo musical, en el que habita desde el doloroso 15 de enero.
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