León Magno Montiel
@leonmagnom
Los compositores son sastres que diseñan versos y melodías para vestir a los cantantes. Ellos viven sus vidas captando todo, apropiándose de las vivencias de los demás. Entienden el sentir de los despechados, descifran la pasión de los enamorados, el laberinto insondable de los borrachos, las trampas de las mujeres arteras y el despropósito de los timadores.
Con su voz poética retratan la ciudad que aman y la hacen su amante.
Recrean los puertos que añoran y la nostalgia la transforman en acordes. Para cada personaje tienen un tema, al prócer o al rufián, le hacen su traje de versos o lo hacen trizas de ser necesario.
Se pasean por todas las formas musicales con solvencia, como un atleta experto en triatlones.
Su trabajo es una expresión sonora de creatividad.
Un gran compositor, conocedor de las complejas armonías del cuatro, un sastre de canciones, es Rafael Rodríguez.
Nació el 2 de diciembre en la calle Pacheco de Maracaibo, bajo el hechizo del alegre sagitario, en el año 1948. Se inició en la música como cantante, bajo el influjo de los grandes boleristas y tangueros de América. Su voz de barítono interpretaba las canciones del romancero caribeño, al estilo Vitín Avilés o Marco Antonio Muñiz.
Aprendió a tocar el cuatro, perfeccionó su técnica y se convirtió en uno de los mejores cuatristas de la gaita venezolana.
Desde muy joven,
Rafael Enrique Rodríguez se ligó a las agrupaciones gaiteras. Primero con Los Intocables, Los Araucas, formó parte de Los Monumentales de los hermanos Aguirre. Después entró al Saladillo de RQ, Cardenales del Éxito, La Universidad de la Gaita. Su casa más representativa Rincón Morales “El coloso de cantares”, donde ostenta un récord muy importante: es el autor al que le ha grabado más temas esa divisa.
Esa combinación de talentos, como cantante, cuatrista, poeta urbano, se hizo taracea en su madera de creador, y es sin duda, uno de los más importantes del ateneo zuliano:
“Allá en la plaza, bajo la luna
un negro canta y se levantan
murmullos como gemidos.
No es para menos porque
el gran bardo se ha ido
entristecido para no volver jamás,
en su cantar quiso brindar gran serenata
a su Chinata, a su pueblo y a su mamá”
(Rodríguez, 1976)
El Negro Rafael, como lo llaman con afecto sus amigos y cronistas gaiteros, tiene una fórmula particular para componer, que hace a sus temas muy poéticos, con melodías vanguardistas, sin perder el sabor a gaita tradicional, sin sacrificar la esencia raigal del género. Así lo demostró en su clásico “Gaita entre ruinas” grabado por Germán Ávila con el conjunto Saladillo de RQ en 1972. Con ese tema, ganaron todos los premios de la temporada:
“Hoy todo en ruinas, así sencillo,
ya la Basílica queda sola
en el Saladillo, Señor.
Mudo testigo de aquella generación,
con gran dolor, dando paso al futuro
porque allá entre viejos muros
la gaita nació”
(Rodríguez, 1972)
Ese tema, Rafael lo compuso aguijoneado por el dolor que le produjo ver cómo tumbaban la barriada de su ensueño, el caserío de sus primeros romances, el lugar dilecto donde conoció la gaita; El Saladillo. Contempló en esos fatídicos años 1971 y 1972 cómo la piqueta caía sobre las paredes de cascajo de las coloridas casas, el corazón arquitectónico de Maracaibo, que representaba su historia más genuina. Destrucción que ejecutaron sobre una gran estafa, la de crear un tal Centro Libertador, que nunca construyeron. “Gaita entre ruinas” es una crónica que refleja el dolor de los desarraigados, de la gente que sacaron forzada de sus habitáculos y solares, para ubicarlas en las afueras de la urbe. Algunos terminaron como indigentes, dementes callejeros, hombres y mujeres errantes, que en medio de su delirio, regresaron al centro de la ciudad perdidos:
“Y si salgo caminando
a ver qué recuerdos cojo
sólo me encuentro despojos
de lo que van derribando”
Al año siguiente, Germán Ávila le grabó otra gaita inmortal “Frente a Frente” con el Saladillo de RQ:
“Se disiparon los muros
que antaño las separaban
ellas nunca se miraban
Santa Bárbara y La China
frente a frente están hoy día
y desde San Juan de Dios
podéis rezarle a las dos
camino a Santa Lucía”
Rafael Rodríguez entabló una gran amistad con los cantores venezolanos como Gualberto Ibarreto, con quien viajó a Panamá y actuaron junto a Cardenales del Éxito con la coordinación de la animadora Isa Dobles. Se hizo hermano de músicos de la talla de Enrique Hidalgo, los hermanos Pérez Rossi de Serenata Guayanesa y Cecilia Todd. Con ellos compartió giras, grabaciones y parrandas. Ese devenir lo llevó a grabar dos álbumes de valses y danzas como solista con el respaldo del sello Promus. El tema dedicado a la ciudad de Santiago de León de Caracas, un vals que se paseaba por La Pastora, el policía Marote, el pan de anís, Rafael lo pegó en todo el país.
Con la misma inspiración que le nacía al caminar por las calles de la sultana del Ávila , reencontrándose con sus antiguas leyendas, El Negro Rafael compuso uno de los clásicos más relevantes en su obra; “Caracas”, grabado por el conjunto Rincón Morales en 1977 en la voz de Pablo Grey:
“Un muchacho de ojos negros
jugueteaba en su caballo;
El Libertador, vigilado
con gran celo por la mirada
de un sabio; que fue su tutor
Era el hijo poderoso
de la Caracas mantuana,
el joven que realizó
la gran gesta americana”
Esa temporada del 77 Rafael compuso 32 gaitas, entre otras “Alguien canta”, el clásico en la voz de Ricardo Cepeda.
Su tema más universal es el canto al majestuoso “Orinoco”, el río padre de nuestro país. Lo compuso en 1976 y lo grabó Rincón Morales en la voz de Pablo Grey; sonó en varias zonas del Caribe. Años después lo grabó el cubano Willy Chirino en tiempo de gaita, con un ensamble de la ciudad de Miami. En el 2003, Oscar D’ León la versionó en tiempo de salsa, en el álbum “Oro salsero” que le produjo Willy Chirino:
“Pasa la noche
serpenteando el Orinoco
moviendo el lomo plateado
entre el paisaje más hermoso.
Un chapotear de pescadores de tortugas
se mueve por la espesura el animal más sigiloso
Orinoco, ya vas a llegar, río hermoso, para navegar,
Venezuela en ti palpita,
en ti suspira, como un órgano vital
Orinoco, río hermoso
del Auyantepui es auténtico guardián”
“Orinoco” también la grabaron Betulio Medina, la Orquesta Sinfónica de Londres, Huáscar Barradas y la Orquesta Filarmónica de Madrid. Rafael la considera su cédula de identidad, y como bien lo cantó la poeta Jean Aristeguieta, en esa gaita está “su talismán sin fondo, su nexo con la veloz presencia”.
En 1979 su nombre de compositor talentoso retumbó en la isla del encanto: Puerto Rico, cuando el destacado cantante boricua Chucho Avellanet, le grabó su tema “Piraguas de mi Lago” con el respaldo del conjunto Rincón Morales. En esa grabación, Chucho Avellanet, avezado solista de éxito continental, demostró su capacidad para adecuarse el compás seis por ocho. Él había llegado a Maracaibo por una invitación de su amigo Enrique Gotera y entusiasta aceptó grabar ese tema costumbrista, una hermosa estampa del pasado, de la autoría de Rodríguez:
“Ahí viene la Santa Teresita
qué bonita se ve que navega
trae repleta todas sus bodegas
y en la borda un poco de negritas”
Rafael es un hombre caracterizado por su diálogo sencillo, con profundo significado, muy austero y sin remilgos. Admirados por todos los grandes de la música zuliana, en especial por los compositores. Él se afianza en la humildad, así lo expresó un su blog cuando se definió a través de un poema:
“Si llega el día de morir,
ya yo lo estoy esperando,
tengo los hijos remando
en el mar del existir.
Con la patria ya cumplí,
porque en canciones le di,
lo que tengo y lo que soy.
Lo que sé es echar pa’ lante
contra el sol y el aguacero,
tengo en alto mi sombrero;
porque no soy pantallero,
ni me las doy de gigante”
Es un artista antípoda al concepto de farándula, es un creador de peso, muy auténtico.
Al solista que le ha diseñado más trajes melódicos es Ricardo Cepeda. Él le ha cantado éxitos muy importantes desde 1975 con Cardenales del Éxito, La Universidad de la Gaita y Los Colosales: “Gaita del 25”, “Gaitero soy”, “Caribe mar”, “Alguien Canta”, “De la vida real”, “Paraíso”, “Compadre, hermano y amigo”:
“Gaitero soy porque la gaita vive en mí
presiento que la llevó aquí
en medio del pecho cual bandera.
Y quiero que ella sea en el mundo la primera,
por eso la canto por donde quiera que voy”
Rafael es hombre de ideas progresistas, un humanista asociado al ideario bolivariano, un ecologista activo. Esa vocación lo llevó a componer temas como “América”, “Latinoamericano”, que grabó Gladys Vera con el Santanita y “Siete estrellas” que cantó Chavín con Cardenales del Éxito:
“De qué te sirve llevar
como adorno el estandarte
sin sentirlo y sin querer
si la patria es para amarse.
De qué te sirve llevar
por toda ruta y camino
Venezuela hay que cuidarla
y luchar por su destino”
(Rodríguez, 1995)
Con más de 500 composiciones publicadas, Rafael Rodríguez es un respetado miembro de la Sociedad de Autores y Compositores de Venezuela (SACVEN), es un referente de la gaita en nuestra patria. Ha pasado dos estadías en Buenos Aires, la capital del tango donde nació su actual esposa Martha Callenius, en la barriada Tandil. De allí llegó con renovadas musas a Punto Fijo donde reside y es considerado un falconiano de raigo.
Por ello el poeta Guillermo De León Calles, director de cultura de la Universidad de Falcón (UDEFA), creó la “Cátedra Libre de la Gaita Rafael Rodríguez”, en justo reconocimiento a su talento y obra magistral, además de su generoso aporte al pueblo falconiano.
Rafael sigue activo creando canciones sustentadas en bellos giros melódicos. Expresa a diario su amor a la natura desde la Península de Paraguaná, la capital del viento y la sal. Es un hombre feliz, que ha vivido con la pasión de un poeta, la alegría de un cantor y la camaradería de un hermano. Así expresa sus gustos y motivaciones vitales: “Soy fanático de la música etérea que se avienta desde las barrigas secas de las arpas, los cuatros y las mandolinas. De las bandolas llaneras concomitantes, de las maracas inquietas, herederas de aquellos indígenas hieráticos, cascabeleras sin mordedura.
Soy fanático de los pueblos olvidados, de las casas de cascajo y barro, del papelón y de la arepa. Soy fanático de las parrandas maceradas por licores ardientes de la cocuiza del cañamelar”.
La carrera musical que comenzó en 1970 le ha deparado el reconocimiento del gremio de autores, músicos y el aplauso del público. Ha vivido una vida de celebración y cantatas, llena de emociones propias del buen artista.
Sólo un momento terrible lo ha marcado, vivido junto a su familia el 5 de junio de 1993, cuando vio morir a su hijo Daniel Alfredo, víctima de un accidente de tránsito. Ese día viajaban en caravana por la carretera Falcón-Zulia y su hijo se cambió de auto para ir con unos amigos. Al vehículo a donde iba su hijo, lo impactó un camión, el joven Daniel Rodríguez quedó mortalmente herido y ante los ojos de su padre se desvaneció para siempre.
Tres años después de ese hecho aciago, tuve el honor de grabarle un tema a Rafael Rodríguez con mi agrupación Sabor Gaitero, arreglado por Gustavo Luengo y Humberto “Ovejo” Sánchez, titulado “Gaita y pueblo”. Uno de sus versos dice:
“La gaita contiene un dejo
que llega al centro del corazón
lleva del lago el reflejo
huele a cabuya y a malecón.
Es cañamelar añejo
para alegrar cualquier parrandón
se parece al coche viejo
en que cada tarde paseaba Udón”
Esa tarde de septiembre de 1996 cuando me entregó su tema “Gaita y pueblo”, luego de escucharlo en su voz y acompañado por su cuatro, comprendí que estaba frente a un gigante de la composición, un creador profundo y trascendente, de dimensión continental. Rafael Enrique es una antena muy alta de nuestra raza, signado por la humildad connatural que refleja su sonrisa de hombre afable.
El Pepazo