Sus oficios primarios tienen poco en común, pero a los cuatro los vincula la necesidad de ayudar. Jorge Morillo y Freddy Guevara son rescatistas profesionales y certificados. Frank Barrios y Jesús Pacheco son voluntarios que se sumaron a la desbordada solidaridad puesta de manifiesto durante y después de los deslaves de Las Tejerías y El Castaño
Gregoria Díaz
La adrenalina se libera en el torrente sanguíneo, va hacia el corazón y aumenta su ritmo y sus latidos. También incrementa la presión arterial y, a su vez, hay más oxígeno disponible. Así que mientras más oxígeno llegue a los músculos, más rendimiento físico tendrá el cuerpo.
Esta hormona aparece como una respuesta al estrés y aumenta la capacidad de reacción y el estado de alerta. De allí que la adrenalina puede preparar al ser humano para el miedo, la huida y la lucha.
En esta última acción coinciden los cuatro disímiles protagonistas de estas historias. Todos confluyeron en la ardua y agotadora tarea de rescatar vidas durante los eventos de Las Tejerías y El Castaño. Lo hicieron con un desbordamiento de pasión y adrenalina.
Solo así creen que han podido enfrentarse a situaciones de mucho peligro, como los que han vivido en las últimas semanas como rescatistas profesionales y voluntarios, durante los dos deslaves que se produjeron en Aragua en menos de 15 días.
Sus oficios primarios tienen poco en común, pero a los cuatro los vincula la necesidad de ayudar. Jorge Morillo y Freddy Guevara son rescatistas profesionales y certificados. Frank Barrios y Jesús Pacheco son voluntarios que se sumaron a la desbordada solidaridad puesta de manifiesto durante y después de los deslaves. No buscan reconocimiento. Y en eso también coinciden. Pero aquí daremos una mirada a estos cuatro hombres que han arriesgado sus vidas para salvar las de otros.
Solidaridad con sabor a gaitas
Jorge Morillo tiene una voz grave. Con ella ha acompañado a los amantes de la gaita durante 19 temporadas en un espacio radial que se transmite por la emisora Auténtica 107.5 FM, la pionera en Aragua en esta frecuencia.
Es egresado de la primera cohorte de Comunicación Social de la Universidad Bicentenaria de Aragua, locutor y con una maestría en ciencias de la comunicación. En su adolescencia formó parte de los scouts y allí aprendió primeros auxilios durante sus jornadas de excursionismo. Es un ciclista habitual y fue con esta disciplina que se percató de que debía prepararse para atender a aquellos compañeros de ruta que en el camino resultaban lesionados y que pocos sabían cómo atender.
Así que en 2018 decide profesionalizarse como técnico en atención prehospitalaria y desde entonces no ha cesado en prepararse como rescatista en tierra y en agua, para evacuación y traslado aéreo, entre otros cursos avalados por el Centro de adiestramiento fisiológico y de medicina aeroespacial y en el Grupo de Apoyo, Rescate y Comunicaciones de Aragua (GARC).
Hace tres años ingresó a la Coordinación Regional de Ambulancias Aragua (Crama) adscrita a la corporación de salud de la entidad.
El 8 de octubre, Morillo no estaba de guardia. Esa tarde-noche, las fuertes corrientes de cinco quebradas confluyeron en la de Los Patos y arrasaron con todo a su paso en Las Tejerías, municipio Santos Michelena.
Pero al día siguiente, un llamado de alerta y la adrenalina lo internaron en una zona a la que iba por primera vez. Y admite que le sorprendió el rastro que dejaron las aguas de la quebrada.
“LO PRIMERO QUE HICIMOS FUE BUSCAR A UNA SEÑORA DESAPARECIDA. NUNCA LA ENCONTRAMOS, PERO AUN ASÍ SEGUIMOS, PORQUE NUESTRA TAREA ES RESCATAR Y AYUDAR HASTA DONDE LA ADRENALINA TE LLEVE”, DICE SIN TITUBEO.”
Con su experiencia ha aprendido que lo primordial es dar seguridad y tranquilidad a personas cansadas, frustradas, heridas y nerviosas que atraviesan una situación de riesgo y peligro. Pero también a preservar su propia vida. “No queremos ser rescatistas rescatados”, sentencia.
Todo va a estar bien. Es lo que Jorge Morillo suele decir a las víctimas, mientras procura una sutil sonrisa y una mirada de calma y aliento.
Fue eso lo que brindó a más de 15 personas, en su mayoría de la tercera edad, que fueron evacuadas vía aérea, desde Palmarito y El Castaño, luego de que el 17 de octubre un deslave sacudiera a la zona norte de Maracay.
Morillo estuvo prestando apoyo como operador de plataforma en la recepción de evacuados, que, de acuerdo a datos extraoficiales, alcanzaron los 24.
NO ME IMPORTA AYUDAR, AUNQUE SIEMPRE SABES QUE HAY RIESGOS, PORQUE NINGUNO ESTÁ EXENTO DE ELLOS”, CONFIESA.
Aun así, este periodista, locutor, profesor universitario, scout y rescatista, no duda en reafirmar que seguirá salvando vidas.
De Paraguay a El Castaño
Apenas tenía 10 días de haber regresado de Paraguay, cuando la quebrada de Palmarito, al norte de Maracay, arrasó viviendas, vehículos, comercios y personas.
Frank Barrios formó parte de la selección venezolana que viajó a La Asunción, entre el 1° y el 15 de octubre a los Juegos Suramericanos, en la disciplina de Bádminton, un deporte de raqueta que se juega en forma individual o en pareja y cuyos jugadores golpean un objeto de forma cónica que se conoce como volante o pluma.
Frank Barrios es miembro de la selección venezolana de Badminton. Foto: Cortesía Crónica Uno
Es un joven maracayero de 23 años, quien como deportista, ya sabe lo que produce la adrenalina en el cuerpo. Esa misma que lo llevó a sumarse a las labores de rescate en El Castaño, sector en el que tiene raíces y afectos familiares.
Además, la cancha en la que ha entrenado desde pequeño está ubicada en Ojo de Agua, otro de los sectores afectados, aunque no con tanta furia.
“Es un compromiso para mí”, dice sin titubeo. Las casas de sus abuelos y de una tía, ubicadas en la avenida principal de El Castaño, quedaron llenas de lodo.
Contra la segunda se estrelló un camión y se llevó una pared que abrió cauce al río. Por fortuna, todos resultaron ilesos.
Barrios se unió como voluntario al grupo de Rescate Aragua. Fue su primera vez y ahora cree que lo repetiría de ser necesario. Sabe que esta tarea requiere de mucho entrenamiento, compañerismo y fuerza física, las que él exhibe en una cancha como deportista profesional.
Como atleta, sabe que la adrenalina aumenta la energía en los músculos y su capacidad de reacción. La que puso al servicio de los expertos con quienes subió a la zona más devastada en Palmarito y de allí logró, junto con sus compañeros, rescatar a unas seis personas.
Las caras de tristeza, dolor y sorpresa con las que se topó, le decían cuán grave fue lo que pasó allá arriba. Las mismas que, se imagina, fueron las de las víctimas de Las Tejerías.
HAY QUE AYUDAR, ES UNA OBLIGACIÓN”, DICE CON TENUE Y TÍMIDA VOZ, MIENTRAS EVOCA LAS IMÁGENES DE LAS PERSONAS ATRAPADAS EN AQUELLA AVALANCHA DE GIGANTESCOS ÁRBOLES Y ENORMES ROCAS, QUE DEBIÓ ATRAVESAR CADA DÍA PARA SALVAR VIDAS.
Devuelvo lo que recibí
Jesús Pacheco y su esposa perdieron todos los enseres de su vivienda ubicada en La Candelaria, municipio Iragorry. El deslave de El Limón en el 2020 también se llevó su camioneta.
La magnitud de la solidaridad que recibió de propios y extraños es casi similar al panorama que este comerciante de 35 años vio en El Castaño y en Palmarito, un día después del deslave.
Hasta allá llegó desde el noreste de la ciudad, en otra camioneta que logró adquirir después gracias a su trabajo como comprador y vendedor de vehículos usados. Pero también lo llevó su necesidad de ayudar y de agradecer.
“QUISE DEVOLVER ESOS GESTOS DE SOLIDARIDAD QUE RECIBIMOS CUANDO GENTE CONOCIDA Y EXTRAÑA NOS AYUDÓ”, DICE CONVENCIDO.
Pacheco, quien popularmente es conocido como Jesús Candelario, también es parte de ese voluntariado que, en otras ocasiones de riesgo, se ha sumado a las labores que ejecuta Protección Civil Aragua y en cuya institución ha realizado varios cursos de rescate y primeros auxilios.
Cuando se enteró de lo que ocurría en El Castaño no dudó en sumarse a la avalancha de ayuda que se desbordó desde el mismo momento de la tragedia. Además, sospechaba que un amigo de la familia que vive en Palmarito seguramente necesitaba ayuda.
Puso su camioneta al servicio para el traslado de voluntarios, rescatistas y cuanta persona o insumo hicieran falta. Y también se adentró en aquel intrincado terreno cubierto de lodo y de piedras de un tamaño inimaginable, como lo describe.
ES ALGO QUE LO CUENTAS Y NO TE CREEN. PIEDRAS MÁS GRANDES QUE MI CAMIONETA, QUE UN AUTOBÚS. CRÁTERES DE 2 Y 3 METROS. ES INCREÍBLE”, RECUERDA AÚN CON ASOMBRO.
Jesús Candelario no solo llevó comida y agua. Atravesó, por ejemplo, una fuerte corriente del río, junto con sus compañeros, para evacuar a una señora de la tercera edad en silla de ruedas, mientras se sostenían de una cuerda.
No lleva la cuenta de cuántas personas sacó de la zona. Ni de las mascotas que también rescató. De lo único que tiene certeza, es que todavía hay mucho por hacer. Y él siempre estará para retribuir.
Un profesor de música que rescata
Freddy Guevara es profesor de educación musical. Egresado de la Universidad pedagógica experimental Libertador (UPEL) Maracay en 2008.
Siendo menor de edad sirvió en la logística, hidratación y acopio durante la tragedia de Vargas y como scout ayudó en las urgencias requeridas durante el deslave de El Limón.
Debió esperar cumplir la mayoría de edad para prepararse como rescatista. En 2007 se inscribió en un curso de captación del Grupo de Rescate Aragua y desde entonces se ha formado en labores de manejo de cuerdas y atención prehospitalaria.
El 17 de octubre estaba en plena faena como jefe de control de estudios. A las 6:00 p. m. llegó a su casa. Pero de allí, la adrenalina y el instinto lo sacaron. Era perentorio y urgente extraer a las personas que habían quedado atrapadas en sus casas.
La experticia que ha obtenido, primero como scout y luego como rescatista, la ha puesto a la orden de las víctimas, entre ellas, posiblemente, algunos colegas y compañeros de la UPEL.
Guevara permaneció una semana adentrándose en el maremágnum en que se convirtieron urbanizaciones como El Castaño, Palmarito y El Potrero. Más de 12 horas diarias, en las que, junto a sus compañeros, logró el rescate, todos a pie, de al menos 20 personas, entre ellas una embarazada.
La mayoría eran personas de la tercera edad y algunos inclusive con demencia senil, como un señor que, asustado, corrió y cayó. Por fortuna, la caída fue breve y leve.
Guevara recuerda cómo la adrenalina hace que no piense en el riesgo, el temor y el miedo, aun cuando está consciente de que no está exento de cometer errores. “Solo al rato piensas ‘¡Qué loco!’”, dice.
Tal vez esa locura, es la que hace que tampoco sienta y se preocupe del cansancio y el hambre. Se come —explica— cuando se puede.
Mucho menos se detiene a evaluar en el momento los efectos emocionales que eventos como estos dejan en él.
Y es que este caraqueño criado en Maracay desde muy pequeño ha hecho de esta ciudad su tierra, en donde ha cosechado amigos y afectos.
¡CÓMO NO SALIR! ALLÍ HAY GENTE CONOCIDA, AMIGOS QUE TAL VEZ NO ESTÁN CONSCIENTES DE LO QUE OCURRE”, DICE.
Pero Freddy Guevara sí está consciente de lo que le impone su conciencia.
YO NO PUEDO VIVIR TRANQUILO SIN ESTAR AL SERVICIO DE LOS DEMÁS. ES UNA NECESIDAD DE AYUDAR”, CONFIESA.
Sin embargo, estas líneas, son apenas un modesto eco de un sinnúmero de personas que, desde el corazón, agradecen la vocación de servicio de un periodista, de un deportista, un comerciante y un profesor. Ellos son el ejemplo y reflejo de cientos de hombres y mujeres que exponen sus vidas para salvar la de otros.
El Pepazo/El Carabobeño