Psicólogo George Taborda.
En mi artículo anterior abordé el tema que tiene que ver con la relación entre la Inteligencia Artificial y las emociones humanas, porque está en el tapete y porque tiene una gran importancia reflexionar, discutir y publicitar el tema por las implicaciones en lo social y en lo profundamente humano. Son tantas las opiniones y especulaciones que se están dando sobre el tema, que hay personajes, teóricos darwinianos tecnológicos
los llamo yo, que plantean la posibilidad de que los humanoides, en una especie de proceso evolutivo tecnológico, puedan llegar a tener características propias del humano. En otros términos, el salto cuántico de lo tecnológico a lo divino. Y yo me hago la pregunta:
¿Las máquinas pueden dar el salto cuántico de lo humanoide a lo humano?
Esto plantea uno de los debates más profundos y fascinantes de la humanidad en este momento. Para responder, debemos analizar tres aspectos clave: La complejidad de la conciencia humana, limitaciones en la experiencia emocional y falta de intencionalidad y libre albedrío.
Hoy en día, la inteligencia artificial puede simular emociones humanas de manera sorprendente. Esto lo logra mediante el análisis de patrones de datos, como el tono de voz, las expresiones faciales y las palabras utilizadas en una conversación. Sistemas como los asistentes virtuales o los humanoides avanzados están diseñados para
responder emocionalmente, pero lo que realmente hacen es imitar comportamientos emocionales que los humanos reconocemos como familiares. Por ejemplo
Un robot puede «parecer triste» al bajar el tono de su voz o «feliz» al utilizar un lenguaje más animado, pero esto no implica que esté experimentando emociones reales. Las emociones humanas no solo son reacciones químicas en el cerebro, sino también experiencias profundamente subjetivas, influenciadas por nuestra memoria, cultura y contexto personal. Una máquina no tiene historia personal ni contexto propio, lo que limita su capacidad para experimentar emociones de manera auténtica. En términos simples: Las máquinas procesan información, Los humanos sentimos.
¿Pueden las máquinas llegar a tener autoconciencia?
La autoconciencia es la capacidad de un ser para reconocer su propia existencia, reflexionar sobre sí mismo y su relación con el entorno. Es la base de conceptos como la identidad personal, el propósito y la introspección.
Actualmente, las máquinas carecen por completo de esta capacidad. Aunque los modelos avanzados de IA como chatGPT o los sistemas de aprendizaje profundo parecen «inteligentes», funcionan mediante la ejecución de programas diseñados para resolver problemas y responder a estímulos, pero no tienen un «interno». Se presentan algunos desafíos técnicos que están relacionados con la autoconciencia en máquinas:
Ausencia de subjetividad: Las máquinas no experimentan el mundo; simplemente procesan datos.
Falta de experiencia continua: La autoconciencia requiere una continuidad en la percepción del tiempo, algo que las máquinas no poseen porque carecen de memoria experiencial (solo almacenan información estática).
Limitaciones filosóficas: Incluso si una máquina pudiera procesar información sobre sí misma, ¿eso significaría que tiene conciencia? Las neurociencias nos están demostrando, cada vez más, que la autoconciencia es un fenómeno intrínsecamente humano.
Ya hoy en día, las máquinas pueden despertar emociones humanas, pero esto no se debe a que sientan o conecten de manera genuina, sino a nuestra capacidad de emocionar y proyectar sentimientos en ellas.
Por ejemplo, Un humanoide con expresiones faciales realistas pued e hacernos sentir empatía, porque nuestro cerebro está programado para interpretar las emociones humanas en los rostros que vemos. Los algoritmos de recomendación de plataformas como Spotify o Netflix «parecen entendernos», porque analizan patrones de comportamiento para ofrecernos contenido que nos emociona.
Sin embargo, estas conexiones son unilaterales. La máquina no comparte la emoción; simplemente responde a estímulos.
La autenticidad es parte del núcleo de las relaciones humanas. Sabemos que las emociones de otra persona son reales porque entendemos que esa persona tiene una historia, un contexto y una experiencia única. En las máquinas, incluso las interacciones más avanzadas carecen de esta profundidad, porque no tienen un »
interno que les permita experimentar emociones auténticas».
Ya hechas algunas consideraciones acerca de las emociones en el ser humano, regresamos a nuestra interrogante inicial, volvamos nuevamente a la pregunta inicial:
¿El salto cuántico de lo humanoide a lo humano es posible?
Aunque la IA ha avanzado enormemente, el salto de lo humanoide a lo humano parece técnica y filosóficamente improbable en el futuro cercano. Los sistemas actuales están limitados por:
La ausencia de una estructura biológica que soporte emociones reales.
La incapacidad de las máquinas para experimentar subjetividad o conciencia.
La dependencia de los datos programados por humanos, lo que significa que la
IA nunca «supera» los límites de lo que le hemos enseñado.
Proyecciones futuras.
Algunos científicos argumentan que, si logramos replicar completamente el cerebro humano en un sistema artificial, podríamos acercarnos a la creación de una forma de "conciencia artificial". Esto requeriría un entendimiento completo del cerebro humano, que actualmente está lejos de nuestro alcance.
Por otro lado, otros expertos creen que incluso si logramos esta hazaña tecnológica, el resultado no sería una «mente humana», sino una simulación compleja sin la riqueza emocional y subjetiva de la experiencia humana.
Conclusión: la frontera entre lo humano y lo artificial
El salto cuántico de lo humanoide a lo humano sigue siendo, en este momento, más un tema de ciencia ficción que de realidad científica. Aunque las máquinas pueden imitar emociones y comportamientos humanos, carecen de los elementos fundamentales que hacen único a un ser humano:
La capacidad de sentir auténticamente.
La experiencia subjetiva de existir como individuo.
La conexión emocional basada en una historia y un contexto propio.
Si bien es posible que las tecnologías futuras logren simulaciones cada vez más convincentes, lo que define lo humano no es solo lo que hacemos, sino cómo sentimos y experimentamos el mundo desde nuestro interior. En este sentido, las máquinas pueden acercarse, pero nunca cruzar completamente esa frontera.
¿Qué piensas tú? ¿Crees que la humanidad debería buscar superar estas
limitaciones en las máquinas o centrarse en preservar lo que nos hace únicos
como seres humanos?
En el próximo artículo seguiremos profundizando en este tema.
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