Un caos de segunda parte abocó a la selección española a un desastre con un premio de consolación. La selección encajó dos goles en cinco minutos y entró en modo pánico en el banquillo y en el césped mientras deambulaba entre la clasificación y la eliminación. Una tarde para la historia del suspense. Se necesita reactivar la ilusión.
La ventaja de Morata se evaporó en un suspiro. Primero Doan aprovechó otro error en la salida de atrás del balón. A continuación, con el rostro desencajado en Qatar y en millones de salones, un balón que parecía fuera llegó a Tanaka en la línea de meta. El esperpento se veía venir.
Sin ritmo ni reacción
No había reacción. Sin ritmo, juego ni organización, España animó a Japón, lanzada como le sucediera ante Alemania. La selección necesitaba un tiempo muerto que no existía. El equipo iba cuesta abajo. No se creaban ocasiones y el naufragio alcanzaba a todas las líneas. Se buscaba algo que naciera del instinto con Asensio, Ansu y Ferran en la hierba.
España había ganado el partido desde el sorteo. Un pecado en el tiempo de la motivación. El partido llegaba con la pegatina de fácil en la solapa. Era un engorro en la autopista hacia los octavos, otro listoncito sin importancia antes de verse con Brasil. La imaginación al poder se pintaba en el mayo del 68. En el otoño del 2022 hay prisa por tachar fechas en el almanaque. Pasó lo que pasó.
Siempre es divertido esperar a Luis Enrique. Se daba por segura la nevera para las piernas de Busquets y Gavi, uno por tarjetas y otro por golpes. Sin embargo, fueron de los pocos que repitieron en el once. Entraron como titulares Azpilicueta, Pau Torres, Balde, Nico Williams y Morata, aliado con las redes de Qatar.
Al fútbol japonés se le asociaba por defecto con el cómic, Oliver, Benji, jugadas a cámara lenta que duraban dos días mientras se hablaba con los amigos y cierto regusto por la anarquía. A sus defensas se les achaca endeblez en el juego por alto. Para dar la razón la zaga se disecó en un centro de Azpilicueta a Morata que este cabeceó en el área pequeña sin una miga de molestia alrededor.
Un gol y un sedante
Cabía esperar el efecto del gol: la apertura de una fiesta o un sedante. Sucedió lo segundo. El partido entró en una zona de nada. España amasaba la bola y de paso desesperaba a Japón, aburrido cuando no la toca. Para paliar el enfado los orientales entraron en un concurso de rasca y gana sobre las articulaciones españolas.
En ese envoltorio la atención se centraba en lo anecdótico. Unai Simón volvió a jugar sobre el trapecio a la hora de sacar el balón aunque la situación se dirima a unos centímetros de la línea de gol. Da la impresión de que un pelotazo del portero acarrea multa. Los soldados de Luis Enrique siguen la hoja de ruta marcada.
Los japones, patriarcas de la disciplina, sí cumplieron su pizarrón. Lo que era un equipo adormilado en la primera media hora se convirtió en una guerrilla. España no sabía ni cómo era la camiseta de Gonda. Entró Jordi Alba para buscar uno de sus envíos. Alemania metia a España. España eliminaba a Alemania. Empieza un nuevo Mundial.
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El Pepazo/Marca