Valery Sofía juega con su madre cada vez que puede, es inquieta , pero obediente. Foto Cortesía
Hebert Colina M.
La impotencia de un niño no puede tener cabida en el mundo, menos ser ignorada, pues son inocentes que nada saben ni entienden la vida, ni tampoco el por qué de las viscisitudes que se presentan o padecen.
Nadie que se precie de humano puede hacerse la vista gorda ante el sufrimiento de un niño, pues le estaría dando la espalda al futuro, estaría dejando de lado lo más sublime que tiene este mundo, se estaría negando así mismo como especie humana.
Nada nos puede detener ante el caso que atraviesa Valery Sofía Bozo González, una niña de 10 añitos que grita a todo pulmón a los cuatro vientos que quiere correr, que quiere caminar, jugar con sus amiguitos, pero el grito más desesperante es cuando dice: «quiero ser una niña feliz».
No sabe Valery Sofía el alcance de sus palabras, pero los adultos si entendemos lo poderosas que son y como un gran estallido debe mover nuestras fibras para solidarizarnos y apoyarla a que sus palabras se hagan realidad, a que definitivamente sea una niña feliz que es su más grande deseo.
Mal congénito…
Nadie puede comprender el por qué suceden estas cosas, pero el padecimiento de Valery Sofía nació con ella, vino acompañándola a este mundo sin darle una explicación, sólo va cohabitando en su débil cuerpecito y la mina cada vez más de manera implacable.
Cuenta su madre Neylys González que todo se inició con una fiebre a los 15 días de haber nacido, una fiebre muy alta por lo que la llevó hasta el Hospital Universitario donde la trataron de varias maneras para descartar meningítis.
«En el Universiatrio me le sacaron líquido de la columna para ver si era meningítis, a Dios gracias salió negativo, porque la fiebre era una infección estomacal y pude tratarla y se curó», narra la madre.
Todo era alegría, es lo que produce la presencia de un niño en cualquier hogar, se activan las ilusiones, las esperanzas, los sueños y se trazan metas para verla crecer sana, fuerte, vigorosa, eso era lo que alimentaba a Neylys González.
Valery Sofía iba creciendo, pero cuando tenía 9 meses su mamá empezó a detallar que no gateaba y que la niña parecía como sin fuerzas para hacerlo, por ello la llevó al Hospital de Niños donde la doctora que la atendió le dijo que eso era normal, que esperara a que tuviera un año y medio para ver su reacción, pero nada que la niña pudiera hacerlo.
A los dos años, la madre llevó a Valery Sofía para el Hogar Clínica San Rafael, el Templo de Dios donde le curan a los niños las falencias en sus manitos o piernas o algún defecto en el tronco o que tenga que ver con la parte motriz.
Le colocaron zapatos ortopédicos y le recomendaron hacerle una Resonancia Magnética que no pudieron concretar por un sin fin de limitaciones, fueron a San Francisco y el equipo estaba dañado, obstáculo tras obstaculo.
Mientras, el tiempo pasaba y Valery Sofía fue creciendo y con terapias con especialistas cubanos, gracias a Dios la niña mejoró bastante y poco a poco su deseo de caminar normalmente avivó las esperanzas de todos en su familia.
La madre de Valery cuenta que en noviembre del año pasado la llevó otra vez porque el huesito en la cadera se le está saliendo y le duele mucho la pierna, algo que la tiene muy preocupada y el doctor les manifestó que eso es de operación ineludiblemente.
La atendió el doctor Moisés Ramírez, ese galeno que tiene ganado el cielo por su entrega desmedida hacia los niños cuando a él acuden. El dianóstico fue sufluracion de cadera derecha -2 M.aducta+acentuada lado derecho por avf, una afección que le impide caminar normalmente a Valery Sofía y que resulta un tanto costosa, tomando en cuenta las condiciones económicas de la familia.
Se me parte el corazón…
Neylis Gonzalez es la mamá de Valery y dice que su gran alegría fue cuando nació su primogenita, pues eso le hizo soñar con verla crecer y reir como una niña normal, pero la vida ha sido dura y no ha permitido esa felicidad plena.
«Yo me siento mal, muy mal. Han sido años de sufrimiento en silencio, yo lucho con ella y por ella, no ha sido fácil, sobre todo cuando uno no cuenta con recursos, pero a Dios gracia hemos salido adelante y mantengo la esperanza de que a mi niña le llegará su Ángel para apoyarla», cuenta.
Ella la acompaña cuando Valery Sofía juega con sus primos y amiguitos. La niña lleva su andadera, su madre trata de que se sienta bien y normal, quiere correr y brincar «y cuando no puede hacer algo me dice: mami, me puedes ayudar y eso me parte el corazón».
Todas las mañanas, Valery Sofía se levanta bien temprano para ir al colegio, en el Valerio Toledo, le gustan sus clases. Agarra su andadera y sale presurosa y muy contenta y aunque le cuesta caminar, ella siente una gran alegría.
«Ella trata de comportarse como una niña normal, pero tiene ese impedimento en su cadera que no le permite mover sus piernitas como se debe. Siempre me dice: mami, cuándo me van a operar para correr con mis primitos, para mí es una tortura cada vez que me lo pregunta porque no sé qué contestarle», agrega Neylis.
Esta desesperada madre sólo espera un apoyo para su niña, porque quiere que ni ella ni su hija sufran más.
Y es un petitorio más que justo, el clamor de una madre que ve a su niña, Valery Sofía, presa en una andadera ortopédica, pues la vida no le ha permitido desarollarse como es normal.
Es un caso que merece el apoyo de cualquier institución, alcaldía, gobernación, presidencia de la República, o de aquellas almas caritativas que se identifican con estas necesidades urgentes y lo ideal es que se pongan en primera fila para colaborar.
Valery Sofía y su familia viven en el barrio Felipe Pirela y el número de teléfono de su mamá es el 0424-6077813 para quienes con un su gran sensibilidad humana deseen colaborar.
Por lo pronto, su familia y amigos siguen buscando recursos, haciendo lo imposible para costear la operación que está por el orden de los 3.500 dólares.
A Valery Sofía tenemos que apoyarla…
El Pepazo