Treinta años después de su fenomenal victoria ante Mike Tyson, Buster Douglas se siente saludable y disfruta de la gloria que dice se le negó en su momento.
«En estos momentos, todo pinta bien», dijo Douglas en una reciente entrevista con la Associated Press, agregando que libra una batalla constante contra la diabetes. «Me siento bien y los números están bien. Eso es bueno».
Douglas, de 59 años, era homenajeado el viernes en su ciudad de Columbus, Ohio, en un acto en el que recaudará fondos para programas que ayudan a gente humilde que enfrenta los mismos desafíos que enfrentó él en la vida.
Douglas es instructor de boxeo y sus alumnos sienten enorme respeto por él, en quien ven a un maestro, amigo e ídolo.
«Admiro a Mike Tyson, pero no tanto como al profesor», dijo Colton Matson, un chico de 11 años que es alumno de Douglas desde que tenía seis años.
«Tyson era el segundo boxeador más grande de la historia, y lo sigue siendo hoy. Es una locura que el profesor le haya ganado», agregó. «Tal vez fue suerte, pero puedo asegurarle que el profesor trabajó mucho, por más que lo haya ayudado la suerte».
Tyson era el campeón mundial indiscutido de los pesos pesados, un rival arrollador que metía miedo, cuando subió al cuadrilátero para enfrentar a James «Buster» Douglas el 11 de febrero de 1990 en Tokio. Solo una casa de apuestas de Las Vegas aceptó apuestas a favor de Douglas, pagando 42-1.
Douglas ganó en contra de todo pronóstico. Pero lo que siguió no fue precisamente jubiloso.
Tyson y el promotor Don King cuestionaron su victoria, diciendo que el árbitro le había dado más tiempo que el reglamentario para que se repusiese después de sufrir una caída. Al final de cuentas, su triunfo fue convalidado, pero después de meses de disputas y costosos litigios.
«Don quiso vengarse, me llamaban a declarar a donde quiera que iba», dijo Douglas. «Fue todo muy desagradable. No pude disfrutar nada».
La AP dejó un mensaje en el teléfono de King. Tyson no respondió a pedidos de entrevista. En el 2015 le dijo al presentador televisivo Jimmy Kimmel que el aniversario de la pelea era algo que debía conmemorar Douglas, no él. Acotó que la derrota le vino bien porque le enseñó a luchar contra la adversidad.
Los caminos de Tyson y Douglas casi no se cruzaron desde la pelea.
Las disputas sobre el desenlace del combate, combinadas con el dolor por la muerte de su madre poco antes de la pelea, hicieron que Douglas perdiese el rumbo, según él mismo admite.
«Créanlo o no, llegué a un punto en el que no me importaba nada», relató. «Siempre soñé con ser campeón. Lo consigo y resulta una pesadilla».
Douglas aseguró que en cierta medida se sintió aliviado cuando Evander Holyfield lo noqueó en el tercer round ocho meses después, arrebatándole la corona.
«Fue un alivio y al mismo tiempo algo desagradable, por la forma en que se dio todo», dijo Douglas.
Fue un reinado corto, con un legado duradero. La pelea sigue siendo considerada una de las sorpresas más grandes en la historia del deporta dada el aura de imbatibilidad que tenía Tyson. La historia de Douglas cobró notoriedad nuevamente en el 2018 tras la transmisión del documental de ESPN llamado «42 a 1».
Ese es el nombre que le dio Douglas a su obra de caridad, que apoya programas que enseñan oficios y otras cosas a jóvenes en riesgo.
Douglas dijo que trabajar con los niños es una de las cosas que más disfruta.
En el Centro Comunitario Thompson de Columbia donde trabaja es un gigante entre tantos niños. «Izquierda, derecha, izquierda, derecha, izquierda, izquierda», les dice en los entrenamientos, mientras los chicos estrellan sus puños contra las almohadillas que tiene en las manos.
Cuenta que por un tiempo después de la famosa pelea se desinteresó en la vida. En 1996 se despertó en un hospital, al borde de la muerte. Otra vez la vida lo puso en una encrucijada.
«Tuve que decidir si quería seguir viviendo o dejarme ir», expresó. «Decidí volver a la vida».
Regresó al ring e hizo seis peleas antes de retirarse en 1999 y empezar a trabajar en programas sociales de la municipalidad de Columbus.
Sus alumnos dicen que es una persona gentil, dura, generosa y «muy auténtica». A lo que se suma su épica victoria de 1990.
«Me motiva el que le haya ganado al mejor boxeador del mundo de entonces», dijo Matson. «Es un fenómeno».
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El Pepazo/Marca