El síndrome de Asperger, cuyo día mundial se celebra el 18 de febrero, está rodeado de mitos. Expertos en psicología y educación desmienten las principales creencias erróneas y exponen en qué consiste esta forma de ser.
Lionel Messi, Elon Musk, Bill Gates, Anthony Hopkins, Greta Thunberg e, incluso, el mismísimo Isaac Newton son algunas de las innumerables celebridades que supuestamente tienen (o tuvieron) el síndrome de Asperger, a pesar de que muy pocas lo han confirmado. Con frecuencia se señala como ejemplo de esta condición a uno de los protagonistas de The Big Bang Theory, y eso que los propios creadores de la serie televisiva han explicado una y mil veces que Sheldon Cooper es como es, sin diagnósticos ni etiquetas. ¿Por qué tantas falsas atribuciones? Probablemente, porque si hay algo que define a esta forma de autismo es su enorme diversidad.
Pero ahí no acaba la confusión: para los expertos en salud mental se trata de una denominación caducada. De hecho, hace unos años dejó de existir oficialmente. Los autores del manual de diagnóstico de los trastornos mentales DSM-5, elaborado por la Asociación Americana de Psiquiatría y considerado como la principal referencia en el ámbito de la salud mental, no tiene sentido designar de esta forma ciertos tipos de autismo simplemente por el hecho de que sean de carácter más leve.
No obstante, se sigue celebrando el Día Internacional del Síndrome de Asperger cada 18 de febrero y este nombre sigue teniendo sentido para muchas personas, incluidos aquellos que recibieron el diagnóstico antes de que caducase.
Expresado de forma sencilla -y reduccionista-, el síndrome de Asperger sería algo así como un autismo sin discapacidad intelectual. Hay que tener en cuenta que, en realidad, no existe un único tipo de autismo, sino que se trata de un espectro en el que tiene cabida una gama muy amplia de manifestaciones. De ahí que se hable de trastornos del espectro autista (TEA).
Mitos y falsas creencias sobre el síndrome de Asperger
A veces, la mejor forma de definir una entidad consiste en desmentir los mitos que giran en torno a ella, es decir, explicar lo que no es. “El síndrome de Asperger no es una enfermedad”, afirma de forma categórica Nuria Villa Fernández, profesora en el Máster en Educación Inclusiva de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR). “Cada persona es única e irrepetible, pero en muchas ocasiones solo se ve el síndrome”, señala. Y ese es uno de los principales motivos por los que persisten los prejuicios en torno al Asperger.
Las personas con este síndrome tienen dificultades en la esfera social y en la relación con sus iguales, pero no son ciertas las siguientes afirmaciones:
- No tienen empatía. Falso.
- No tienen sentimientos. Falso.
- No tienen imaginación. Falso.
- No tienen amigos. Falso.
- Viven en su mundo. Falso.
- Todos tienen altas capacidades o son genios. Falso.
Rasgos más característicos del Asperger
Sin perder de vista la diversidad de manifestaciones, estos dos rasgos pueden servir como referencia para identificar el síndrome:
- Dificultades en la interacción social, lo que no significa que no quieran o no sean capaces de relacionarse con sus iguales. Lo que sucede es que se relacionan de otra manera, que choca con la del resto.
- Poca flexibilidad cognitiva, que supone un gran obstáculo en la adaptación a las situaciones nuevas. Las personas con autismo en general, y en particular quienes presentan Asperger, a menudo despliegan conductas rígidas y de resistencia al cambio que les impiden adaptarse a lo inesperado o no planificado y les generan una gran frustración.
Hay una cosa en la que las personas con este tipo de autismo son iguales al resto de la población: “Son capaces de desarrollar estrategias que les ayuden a superar las dificultades que tienen en áreas como la interacción social o la flexibilidad cognitiva”, según expone Guillermo Benito, psicólogo del área de Investigación de Autismo España.
Respecto a la supuesta falta de empatía de estas personas, Benito declara que hay mucho que matizar. Se trata de una cuestión que ver con “la reciprocidad social”. Quienes presentan autismo tienen “una dificultad para desarrollar estas capacidades” y “las tareas que tienen que ver con llegar a lo que hay en la mente de otro, como ponerse en su lugar y entender sus emociones e intenciones, les pueden generar mayores problemas”. Y esta es “la base de muchas de las complicaciones que tienen en la esfera social”. Pero si se les explica adecuadamente y con los apoyos necesarios pueden suplir esas carencias. “No es que sean fríos, insensibles o inmunes a lo emocional”, resalta el psicólogo. De hecho, “tienen una vida emocional que puede ser, incluso, más intensa que la de cualquier persona”.
Otras manifestaciones del síndrome de Asperger
Los niños y adultos con autismo también pueden presentar las siguientes características de personalidad y comportamiento:
- Conversaciones y actividades restringidas a determinados temas muy concretos.
- Uso de un lenguaje excesivamente formal o culto.
- Interpretación literal del lenguaje, es decir, dificultad para entender las metáforas, la ironía y las bromas.
- Torpeza motora. A veces, estos niños tardan más que el resto en andar, correr o montar en bicicleta.
Hacia la plena inclusión
La integración de las personas con capacidades diversas se lleva a cabo, sobre todo, en el ámbito de la educación, que es donde desempeña su labor la experta de la UNIR. En opinión de Villa, hay que ir más allá de la integración para llegar a la inclusión. La integración se cumple con la mera escolarización de los menores con autismo, mientras que la inclusión supone un paso más: la puesta en marcha de las medidas necesarias para la interacción y la convivencia con el resto de niños y, en definitiva, con el conjunto de la comunidad educativa.
El Pepazo/Marca/Cuídate