Una persona nacida en el siglo XVIII, en la capital de una nación pequeña y bucólica, productora de cacao y café, mal podría soñar con conocer cuatro continentes, ni con participar en batallas épicas que escribieron la historia de tres grandes naciones. El 28 de marzo de 1750 nació en Caracas un niño que llegaría a participar en tres grandes gestas revolucionarias: La primera en Francia, luego en los Estados Unidos, y por último en Hispanoamérica, en la Venezuela colonial, nación de la que salió por ser hijo de inmigrante, un blanco de orilla poco respetado, sin jerarquía social. Ese ser fue Francisco de Miranda, hijo de un canario y una criolla.
Desde niño mostró poderes especiales para la música, para el entendimiento de la lectura, para expresarse con soltura y captar la atención de la gente. Ante el asedio de los mantuanos (los blancos criollos) su padre Don Sebastián, lo envió a formarse en el arte militar a España, allí tuvo las primeras experiencias de guerra en Melilla, al norte del África ardiente. Recorrió toda Europa, llegó hasta el Asia, a la cuna del Imperio Otomano, cruzó las aguas del Bósforo. Fue un amante valorado por las cortesanas, por una zarina, por dueñas de posadas y amas de llaves. Estuvo andando entre la admiración por su magnética personalidad, y la envidia por su altivez y su poder de seducción.
Sebastián Francisco de Miranda y Rodríguez ejecutaba la flauta7⁷ẁ trasversa, amaba los libros, admiraba en demasía a su padre, conocía los juegos infantiles de guerra. Hijo de Sebastián de Miranda Ravelo, próspero comerciante de telas nacido en Puerto de Tenerife, y de Francisca Rodríguez de Espinoza, maestra panadera, una caraqueña que descendía de madre canaria y de padre perteneciente a una familia de antiguos marinos lusitanos. Sebastián Francisco fue el primogénito de una familia de 9 hijos en total, ariano por los astros, en su torrente se cruzaron sangres de navegantes de ultramar. Con 21 años de edad llegó al sur de España, para estudiar arte militar, ya había cursado en la Universidad de Caracas estudios de latín y gramática, de donde egresaría como bachiller en 1767. Allí comenzó su vocación más acentuada, la de bibliófilo.
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