En torno a lo que hoy es la Plaza Bolívar, fue creciendo la ciudad y con ella el país y su historia, llena de protagonistas rebeldes que siempre apuntaron a la liberación del yugo de cualquier bota imperial, como sucedió aquel 19 de abril.
Era el año 1810. Allí donde el pueblo caraqueño, guiado por la subversiva señal del canónigo José Cortés de Madariaga, mandó al mismísimo infierno al entonces Capitán General Vicente Emparan --acto que finalizó con el primer grito independentista elevado en esta patria--, hubo otro protagonista: el balcón del Ayuntamiento, ahora Casa Amarilla. Y a este se referirán estas líneas. (De eso hace 215 años).
Si bien es cierto que estas tierras fueron pobladas desde tiempos ancestrales por pueblos caribes y arawacos, la propia evolución fue abriendo paso a construcciones que, por influencia eclesial y del poder instituido desde España, tenían forma propia con antiquísimo sello europeo. Datan de 1578 los inicios de lo que ahora conocemos como Casa Amarilla, erigida allí en ese mismo sitio.
El Depositario General y Regidor Perpetuo --curioso el nombre de ese cargo administrativo-- Don Antonio Tovar, era el propietario de aquel caserón de bahareque y horcones, que un siglo más tarde sería vendido por sus herederos al primitivo Cabildo caraqueño que buscaba expandir la cárcel principal. En esa negociación quedó como dueño el nuevo Regidor Perpetuo, Don José de Sojo y Palacios, quien falleció en pleno finiquito para que se remodelara la cárcel y otras construcciones, por lo que su “afortunada” viuda, Doña Isabel María de Xedler, quedó en plenas facultades y poderes para las subsiguientes negociaciones. Entonces el lado sur (hacia la actual esquina de Las Monjas) se deslinda de la cárcel y en 1750 pasa a ser la nueva sede del Ayuntamiento.
Pendiendo de un hilo
Muchos documentos refrendados por diversos cronistas de Caracas coinciden en que el procurador Don Diego de Obelmejías se opuso a la construcción de ese balcón desde el que se echó a Emparan.
Pero no fue un capricho. Él basó su argumento en los informes de los expertos constructores y albañiles del momento, quienes explicaban que las dimensiones de dicha modificación (el balcón sería un anexo) generarían sobrepeso a la estructura original. Ello requería vigas de apoyo para evitar el presagiado derrumbe. Tales consideraciones fueron rechazadas por quien ponía la plata (políticos e Iglesia), el gobernador Fray Julián de Arriaga, de la Orden de San Juan. La obra se hizo. Allí nacería la Independencia, aunque dos años más tarde, con el terremoto del 26 de marzo de 1812, no quedó ni huella. También sufrió la estructura de la cárcel que se había prolongado hacia la actual esquina El Conde. Se inhabilitó toda la obra hasta que en 1816 se erigió en estilo clásico europeo, y funcionó durante la presidencia de José Antonio Páez, quien la convirtió en Casa de Gobierno.
Obelmejías trató de gerenciar bajo lo que dicta la lógica, pero se impuso el interés político, guiado por la ira que significaba el alzamiento que anteriormente había protagonizado en Caracas Juan Francisco de León. Aunque distan, una cosa tuvo que ver con la otra, porque así lo determina (y aún es así) la lógica política.
Por esas cosas estuvo latente la posibilidad de que no hubiésemos sacado a Emparan el 19 de abril, aunque muchos devotos cristianos consideran que el balcón resistió ese Jueves Santo el peso físico --e histórico por lo que significaba ponerle fin al imperio español--, porque estaba flanqueado y protegido por la divina imagen de Nuestra Señora de La Luz, que contaba --aún-- con gran cantidad de feligreses en esa pujante Caracas.
… Lamentablemente, de ese lugar solo queda la recreación, la sustitución, la refacción. Si se hubiesen atendido las observaciones de Obelmejías, quizás hoy tendríamos, en original, tan especial sitio.
La Casa, ¿por qué es amarilla?
En 1874 sería modernizado todo el edificio al estilo neoclásico bajo el mandato de Antonio Guzmán Blanco y la pupila arquitectónica de Juan Hurtado Manrique, a quien le correspondió replicar a manera de homenaje al descrito momento histórico algunos trazos (re) constructivos.
En 1813 el general Francisco Linares Alcántara es el primer habitante de la entonces Mansión del Presidente de la República, según la Ley emitida por el Congreso ese 4 de mayo. Desde entonces se llama Casa Amarilla, color de sus paredes y del Partido Liberal.
Seguidamente, por allí pasó Cipriano Castro, sucedido por Juan Vicente Gómez, quien el 28 de octubre de 1912 decide, por decreto, que pasase a ser desde entonces el Ministerio de Relaciones Exteriores, como es hasta hoy.
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