• 28 Feb, 2025

“Aquí es” y “En el Ávila es la cosa” eran las consignas de los carnavales en Caracas

“Aquí es” y “En el Ávila es la cosa” eran las consignas de los carnavales en Caracas

Famosas agrupaciones musicales nacionales y foráneas amenizaban el rumbón del Rey Momo en Caracas.

 

“En El Ávila es la cosa”, expresión acuñada a la exitosa inventiva de Aldemaro Romero, decía la promoción de finales de los años 50 y todos los 60 sobre los grandes saraos que se montaban en Caracas, con motivo de los carnavales caraqueños, entre los mejores de la región; reconocidos y celebrados con famosas agrupaciones musicales nacionales y extranjeras, en la pista de ese fastuoso hotel ubicado en el piedemonte avileño, en la entonces moderna urbanización San Bernardino.

Todo esto ocurría en medio de una convulsa sociedad caraqueña que entre otros temas tenía en el tapete las acciones guerrilleras y de verdaderas protestas que desencadenaron en desapariciones forzadas y en la muerte de la conocida estudiante de psicología de la UCV, Livia Gouverneur –entre otros desmanes–, así como el sonado caso del secuestro del delantero argentino, ficha del Real Madrid, Alfredo Di Stéfano, quien fue plagiado del hotel Potomac –también en San Bernardino– y liberado sano y salvo –a Dios gracias– en la avenida Libertador.

Ninguna de estas situaciones bélicas (que incluyeron por esos días los famosos Carupanazo y Porteñazo), impidió el ambiente rumbero del capitalino y de muchos empresarios que hicieron su agosto en esos febreros, porque hacían mucho dinero durante los carnavales.

Historia de disfraces…

Pero no todo era rumba. Sucede que la Iglesia Católica y su estricto obispo Diez Madroñero, en pleno siglo XVIII, decretó que los Carnavales debían ser tres días de rezos, rosarios y procesiones con la firme intención de contrarrestar las libertades paganas y muy pecaminosas de aquellos días.

Más adelante, y con menos influencia de la religión, la festividad se fue flexibilizando nuevamente y se dio paso a reuniones de orden más alegre donde, por ese sempiterno fenómeno de la división de clases muy presente desde días inmemoriales, dejó para los más desposeídos los juegos con agua, harina y algunas sustancias nocivas, mientras que la gente de mejor posición, incluyendo a los llamados de alcurnia, disfrutaba con las comparsas, carrozas y rimbombantes fiestas en grandes salones.

El asunto de las carrozas se instauró tanto en el gusto popular que los desfiles con reinas de las diversas barriadas y parroquias desbordaban la preferencia y se hizo una pieza infaltable de esos carnavales. Igualmente, se fueron haciendo cada vez más numerosos e infaltables los templetes y las fiestas improvisadas en diversas zonas de la capital, donde competía la creatividad y la complejidad de los diseños de disfraces, desde los más sencillos hasta los más elaborados.

“Aquí es, aquí es”, era el grito de la chiquillería, ubicada a lo largo de avenidas, calles, plazas y redomas por donde pasaban las carrozas con sus reinas, lanzando caramelos y otros regalitos al pueblo.

Las grandes rumbas

Así llegamos a los días de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez quien halló un fiel aliado en las rumbas en honor al Rey Momo, quizás para aliviar la tensión y el terror político generado desde las raíces del represivo sistema.

Con el grito de “En El Ávila es la cosa”, dicen que proliferó una especie que se mantenía en el closet –o en el escaparate–: las famosas negritas del carnaval, entre quienes aparecían muchos homosexuales disfrazados, que con su intempestivo reto “a que no me conoces”, osaban robar besos y otras cosas más íntimas a más de un galán desbocado. Asunto delicado de esos días. Jajaja. ¡Oh sorpresa!

Las emisoras de radio, la televisora y en algunas promociones que circulaban en llamativos volantes anunciaban que las cien primeras mujeres que llegaran al Hotel Ávila “disfrazadas de negritas” tendrían entradas gratis y trato preferencial. Los controles se hacían casi imposibles y ello dio paso a aquella anárquica metamorfosis.

Artistas de la talla de Celia Cruz en compañía de La Sonora Matancera, Tito Rodríguez, Lupe Victoria Yoly Raymond –La Lupe–, Machito y Graciela, Luis “Billo” Frómeta, Los Melódicos, Chucho Sanoja y su Lamento Náufrago, entre muchos otros tuvieron el honor de animar esas rumbas carnestolendas.

Claro, aquellas fiestas se extendían no solo a otros recintos de Caracas, sino de todo el país, y la cosa era tan demandante que se abrió paso a un gran mercado musical internacional que se fue extendiendo en el tiempo y en la geografía regional. Para el Gran Combo, Richie Ray y muchos otros duros, representaba un caché tocar en los carnavales de Caracas. Todos querían venir. Además de las extenuantes rumbas, los artistas se llevaban una buena tajada porque los pagos estaban por encima de lo estimado. Daba para eso y más. Eso dicen.

Pero, paralelamente –como dicen los políticos, por asuntos de dinámica–, se fue desvirtuando el asunto, el alto costo de la vida e influencias de “malas mañas” importadas, fueron decretando la muerte lenta de tan rumbera y productiva tradición.

Agua, harina, huevos y pinturas, además de otras sustancias muy dañinas para la salud –incluyendo unos famosos pozos rebosantes de efluvios más apropiados para porcinos que para humanos–, marcaban la pauta de los carnavales en algunas zonas donde, por supuesto, fue la violencia la orden del día, que incluso llegó a generar saldos lamentables. Y así se vino a menos aquella bonita fiesta, de la que hoy se extraña su esencia y la octavita.

PD: Necesario resulta reflexionar acerca de los carnavales 2025: ¿Qué hará la mayoría --incluido quien esto escribe-- en medio de la actual crisis, con salarios de limosna y sin perspectivas de mejoría? ¿Vacaciones? ¿Viajes? ¿Rumbas? 
Pa Los Próceres. O pa Punto Fijo y Playa Seca...

Quizás a disfrazarnos de que estamos felices y a celebrar el merecidísimo y esperado grado de José Gregorio, retrasado por tanta burocracia eclesial. 
A lo mejor a ponernos el antifaz, quizás con gríngolas, para hacernos los paisas y seguir --tipo stayfree-- como si nada, para seguir dando la sensación de que todo está chévere...
Mucha salud para todos. Rumbeen, beban y bailen, en las medidas de sus posibilidades. Ojalá hallen quien les brinde. Y Dios y El Rey Momo les bendiga.

 

 

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El Pepazo

Luis Martín

Luis Martín

Periodista deportivoGraduado en la UCV en 1992, Jubilado del IND desde 2010Ex jefe de prensa de Cocodrilos de Caracas 96-2000. Ex Director de Prensa del IND. Cronista de temas diversos asociados a las efemérides venezolanas y el rescate de la historia.Premio Nacional mención radio 1995, Premio Nacional mención impreso 2014, Premio Municipal 2013, 2014, 2017Creador de órganos divulgativos.