• 27 Apr, 2025

Camay fue algo más que un jabón, fue una novela cortica

Camay fue algo más que un jabón, fue una novela cortica

Investigadores coinciden en que, a manera de experimento, se unió el nombre de un patrocinante con un tema dramático, amparado en talento actoral de primera línea y unos guiones de prueba que apuntaban a vender un producto y una idea, una propuesta hecha telenovela

 

La entonces naciente industria audiovisual venezolana entendió que no solo era un negocio vender el producto enlatado procedente de Estados Unidos, Europa o México, principalmente, sino que podía comenzar a fabricarse, con talento propio, material audiovisual con contenido nacional, lo que abriría las puertas a la televisión hecha en casa, que por cierto creció de manera vertiginosa, desde lo técnico hasta lo creativo y lo humano.

Así fueron esos años cincuenta del siglo XX, con ánimos de crecimiento, pero con lógicas incertidumbres ante lo que implicaba pasar de país rural a país moderno. De aquella Caracas chiquitica a esa Gran Caracas que aún hoy no tiene linderos tan claramente definidos. Un reto, si dudas.

Tema dramático

Investigadores coinciden en que, a manera de experimento, se unió el nombre de un patrocinante con un tema dramático, amparado en talento actoral de primera línea y unos guiones de prueba que apuntaban a vender un producto y una idea, una propuesta hecha telenovela. Es así como en 1954, con duración de 15 minutos por capítulo, se da la primera producción de carácter dramático llamada “Camay”, con actuación en vivo, ya que la era del video tape –que garantizan la posibilidad de grabar– aún ni se asomaba. Seguidamente salió el mismo formato, pero patrocinado por el detergente “Único”. Dos años más tarde, de manera similar, de un cuarto de hora, surge “Palmolive”, y al año siguiente nace La Novela LM, patrocinada por esa marca de cigarrillos.

Por mérito, porque así lo quiso el destino o por lo que sea, esa TV encontró, principalmente en Hilda Vera y Luis Salazar, dos de los primeros protagonistas criollos de telenovelas, que ni sospechaban en el monstruo en que se convertirían. Monstruos en todo el sentido de la palabra: influencia en el público, manejo de actitudes y de millonarias cuentas bancarias de los empresarios productores.

Héctor Hernández Vera, Zoe Ducós, Enrique Failache, Elvira Mayo y Liliana Durán completan el staff de estrellas que, con su poder ante las cámaras, reiteramos, totalmente en vivo –prohibido equivocarse–, hicieron posible el inicio de la telenovela nacional como primer espacio de atracción para el público en general.

En el mismo formato de 15 minutos, Televisa, que antecedió a Venevisión, produjo y transmitió en 1953 “La Criada de la granja”, protagonizada por José Torres –el mismo indio Tacupay de Manina Yerichana– y Aura Ochoa.

Por supuesto ya se conocía la trama y el drama de “El Derecho de Nacer” y entre el carácter jocoso del pueblo se había posicionado el dicho: “Ya don Rafael habló”.

Se dio paso en la pantalla chica a producciones teatrales como “Kaleidoscopio”, “Anecdotarios”, “Teatro del lunes” y “Candilejas”, por ejemplo. Todos estos experimentos dieron paso a los culebrones que luego llenaron la pantalla tanto de la programación local como foránea, cuando descubrieron que su producción y su venta era un gran negocio.

Estar informados

El fenómeno de la comunicación como proceso natural, representado en el feedback que involucra emisor, receptor, medio, pregunta, respuesta y viceversa, retroalimentación pues, no es un invento ni un capricho. Es un proceso y punto. Como tal, y llevado al plano de lo práctico, aplicó desde siempre, sobre todo en esos días en que la necesidad de estar informados demandaba imágenes, porque ya no bastaba con lo que se transmitía por radio, sino que había que corroborarlo por televisión. La comunicación audiovisual resultó manera efectiva para reafirmar lo que se leía en los periódicos, y la televisión contó con la preferencia de la audiencia.

De gran importancia fue el Repórter Esso, un variado noticiero de calidad, pionero –diseñado para consumo de varios países latinoamericanos) que marcó pauta para lo que vendría luego. Acá sirvió de plataforma para que desde el 16 de noviembre de 1953 naciera El Observador Creole, conducido de manera magistral por Don Francisco Amado Pernía.

Como todo inicio, había pocas plantas televisivas y pocos espacios, que generaban una mínima variedad, lo cual no era ni ideal ni sano, pero era lo que había.

Todas las familias, todas, reunidas frente al aparato aquel, que con su luz azul y sus audios e imágenes medio confusas –en sus inicios–, mostraba lo que según –los filtros internacionales que funcionaron desde su nacimiento y así seguirán por siempre– sus intereses, sucedía alrededor del mundo, y por supuesto en el propio país. Era una cita obligada y obligatoria. Así de influyente fue y es nuestra industria televisiva.

PD: Léase filtro como posibles muestras de censura. Lo peor, sin dudas sería la autocensura. Un llamado a los profesionales de la comunicación y su respectiva responsabilidad en tal sentido.

 

 

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El Pepazo

Luis Carlucho Martín

Luis Carlucho Martín

Periodista deportivoGraduado en la UCV en 1992, Jubilado del IND desde 2010Ex jefe de prensa de Cocodrilos de Caracas 96-2000. Ex Director de Prensa del IND. Cronista de temas diversos asociados a las efemérides venezolanas y el rescate de la historia.Premio Nacional mención radio 1995, Premio Nacional mención impreso 2014, Premio Municipal 2013, 2014, 2017Creador de órganos divulgativos.