El 27 de enero de 1947, “Mingo” Márquez emprendió una gira muy atrevida y arriesgada, un recorrido inédito hacia la ciudad de Detroit en el lago de Michigan, se calcula que el trayecto fue de unos 15.000 kilómetros hasta llegar al noreste de los Estados Unidos.
Montados en un vehículo Ford del año 1928, el celebérrimo modelo T, sin doble tracción, ni orugas; así viajaron con la pretensión de conocer al admirado inventor Sir Henry Ford. Para ello, salieron desde la catedral de Machiques el 27 de enero de 1947, atravesaron la espesura de las selvas colombianas y sus caudalosos ríos, vadearon los pantanos panameños, los bosques vírgenes de Costa Rica, las veredas montañosas y los lagos extensos de Nicaragua, Honduras y Guatemala.
Cruzaron el México ancestral de ídolos enterrados, con sus magníficos campos y monumentos aztecas, hasta llegar a la ciudad soñada, la gélida cuna del automóvil: Detroit, nombre de origen francés “Citat d’Etroit” bautizada así por los traficantes de pieles galos, cuyo significado es “Ciudad del estrecho”. Nueve meses duró la arriesgada y extenuante travesía, casi les cuesta la vida: cayeron en ríos profundos, enfrentaron a asaltantes de caminos, abrieron surcos en terrenos vírgenes, hicieron trochas en selvas ignotas. Los tres expedicionarios sobrevivieron a plagas, al tifus y al asedio de los insectos, a la embestida de los animales de los montes; a los aguaceros diluviales.
Esos tres aventureros fueron: José Joaquín Rojas, un avezado mecánico; Régulo Díaz “Kuruvinda”, un respetado cronista. Y como jefe de la expedición “Mingo” Márquez.
A la hazaña de estos “Quijotes del volante”, 49 años después, Víctor compuso un homenaje, lo grabó la cantora Lilia Vera, en octubre de 1996:
“De Machiques a Detroit
por la selva tropical
de la América central
en aquel carro Fotingo:
Régulo, Joaquín y Mingo
abrieron ruta inmortal”
(Márquez, 1996).
Cuando llegaron a la ciudad de los motores, octubre anunciaba el frío otoñal, Míster Ford había muerto a los 83 años de edad víctima de una hemorragia cerebral, sólo unos meses antes del arribo de los zulianos. De tal manera que no pudieron cumplir su sueño de conocer al famoso industrial, el multimillonario inventor del Ford T, Henry Ford, quien poco antes de morir, dijo:
“Los que renuncian son más numerosos que los que fracasan”.
Los quijotes del volante, nunca renunciaron a su sueño.
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