Lo sobrenatural como castigo del Cielo

Esta crónica enlaza creencias, historia, mitos, políticas y movimientos telúricos...porque desde los días de La Colonia se nos ha hecho ver que esos matracazos naturales son señales de que el Cielo reprende a quien se oponga al orden establecido. Zape gato, vale.

Lo sobrenatural como castigo del Cielo
Lo sobrenatural como castigo del Cielo
Lo sobrenatural como castigo del Cielo
Lo sobrenatural como castigo del Cielo

Luis Carlucho Martín

Caracas, y Venezuela en general, ha sido tradicionalista en eso de achacarle a lo sobrenatural las causas de un montón de sucesos que han marcado su destino. Cada 26 de marzo se registra un nuevo aniversario del devastador terremoto que en 1812 acabó con más de 20 mil vidas y con la infraestructura no solo caraqueña sino de ciudades como La Guaira, Mérida, El Tocuyo y San Felipe, todas bajo  poder republicano y de los ejércitos patriotas; mientras que, ¡oh casualidad!, las localidades dominadas por la monarquía española en aquella convulsa Venezuela, como Coro, Maracaibo y Angostura, salieron casi ilesas, hecho éste manejado por el poder eclesiástico que no dudó en culpar del desastre a Papá Dios, quien con su ira estaría enviando un mensaje divino que implicaba permitir que los españoles retomaran fuerzas y terreno, como en efecto sucedió, ya que la manipulación surtió efecto y mucha gente fue perdiendo fe a los esfuerzos libertarios.

Es decir que el Empíreo mismo, a decir de la élite religiosa, inclinó su invisible balanza a favor de las imposiciones que desde ultramar designaba para este lado del mundo Fernando VII, y desde su trono Dios, muy obediente del estatus quo, no solo permitió el asunto, sino que castigó a Venezuela con aquel movimiento telúrico que inmortalizó Simón Bolívar con su famosa proclama “si la naturaleza se opone lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca…”

La feligresía asustada, como era y es lógico, buscó templos para elevar sus plegarias al Supremo. La catedral, su torre y su reloj, fueron muy afectados. Y el templo de Pastora a Torrero, erigido en 1745 fue totalmente arrasado por la furia natural. No había espacios que brindaran seguridad para orar, lo cual fue punto a favor para expandir las creencias de que aquel holocausto natural era un castigo.

(Por su importancia, ese templo fue reconstruido por el ingeniero José Muñoz Tébar y abierto al público desde 1889. Es la actual Iglesia de la Divina Pastora…)

Aquel, fue un hecho de origen natural que usado finamente por la política de coloniaje influyó determinantemente en la caída de la Primera República ante el entonces fortalecido Domingo Monteverde, líder de los ejércitos enemigos de la Patria.

En serio, la cosa fue creíble porque hasta los cuarteles republicanos se derrumbaron casi en su totalidad con muertes incontables, lo que debilitó moral y militarmente las fuerzas libertadoras porque incluso hubo evidente repercusión en las arcas ya que los recursos eran casi todos destinados a asuntos de guerra y era imprescindible rearmarse para las batallas venideras que se perdieron definitivamente aquel 29 de julio cuando Caracas quedó desolada por haber caído nuevamente bajo el yugo español.

¿Casualidad divina?

La cuna del Libertador, la sucursal del cielo, la sultana del Ávila, Caracas la eterna, fue escenario de grandes catástrofes naturales, entre las que destacan –además de la precitada y descrita de 1812– el devastador terremoto de 1641 llamado también terremoto de San Bernabé, el de 1900 y en nuestra era, el fortísimo sismo de 1967, precisamente el 29 de julio. ¿Algo premonitorio?

Eran como las 8 de la noche, dicen los registros que las 8:05 exactamente, cuando Luis Rafael abandonó su “Luis Beltrán” de color blanco –como le decía al viejo modelo de Mercedes Benz que al abrir las inmensas puertas simulaba a alguien de prominentes orejas, de allí el nombre–. Es que se detuvo el escaso tráfico en medio del túnel del Centro Simón Bolívar, donde los conductores, ante la confusión y el ruido que emergía del centro de La Tierra, víctimas del pánico prefirieron abandonar todo y huir.

Era una Caracas más moderna, sin dudas, y aunque no hubo la devastación de siglo y medio antes, sí fue trágico el saldo de este terrible sismo que duró 35 segundos y alcanzó 6.7 grados en la escala de Ríchter, porque hacia la zona del Este y La Guaira hubo lamentables pérdidas humanas y materiales. Algunos registros indican que el aterrador movimiento telúrico dejó más de 2 mil heridos y 283 víctimas fatales…

Se sabe que la madrugada previa, en Colombia, el movimiento natural de la capa tectónica dejó 10 muertos, ¿a manera de aviso de lo que vendría para Caracas? Nadie lo puede afirmar ni negar, pero esos son los hechos.

Nuevamente se atribuyó el asunto a castigos celestiales. ¿A quién habría que rendirle pleitesía en ese momento de la política nacional e internacional?

Agitado Bernabé

Otro ejemplo de lo mágico y religioso unido a hechos naturales es, sin duda, el muy devastador terremoto de San Bernabé (nombre colocado por el santoral –adrede para mantener aquellas creencias de que las malas acciones eran castigadas desde lo más alto, aunque el movimiento telúrico viniese desde muy abajo).

Fue el 11 de junio de 1641 cuando casi toda Caracas y toda La Guaira quedaron en ruinas absolutas, tal como lo mostraron los restos de la catedral y su reloj, cuyas agujas quedaron marcando la trágica hora de las 8:45 tal y como había presagiado –según dice la tradición de boca en boca– un famoso personaje popular al que apodaban Ropasanta.

Salto uno y dos…

El 29 de octubre de 1900 el terremoto de Caracas generó tanto pánico que, según relatan varios cronistas, el Presidente Cipriano Castro, despachando desde la sempiterna y reconstruida sede de la Casa Amarilla, para salvar su vida ante el ruidoso sismo, hubo de pegar un salto atlético desde la réplica del histórico balcón que en 1810 fue escenario libertario cuando el pueblo rechazó a Vicente Emparan.

Desde 1578 la Casa Amarilla había sufrido modificaciones, aunque sin atender las recomendaciones del procurador Don Diego de Obelmejías, en torno al balcón aquel que no hubiese sucumbido ante el poder del sismo de 1812. Fue reconstruido por José Antonio Páez y le sobrevive la réplica y la imagen de Nuestra Señora de La Luz, de las pocas deidades que pueden atestiguar el desastre natural del siglo antepasado.

Seguidamente, El Cabito, nuevamente atemorizado, aunque por otra causa, pegó otro brinco salvavidas y le dejó el coroto a su compadre Juan Vicente Gómez…

El cielo, la iglesia, la política y los asuntos de dominio, así, están relacionados con los mayores sismos que azotaron y azotan al país. Políticas sísmicas, pues. ¿Será eterno ese castigo? ¿Qué dice usted con este enjambre sísmico originado, posiblemente, en la falla de Boconó? Alertas, pues. ¿Cómo está su fe?.

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