De cómo dar forfeit por TV o huir ante un rival poderoso...
¡Oh, sorpresa! Una confusión sobre aquel desolado ring donde solo había un contendor, al que un par de minutos más tarde, sin lanzar ningún solo golpe, le levantaron la mano en señal de triunfo. Con la bulla y el enredo nadie sabía lo que sucedía. De repente, literalmente en vivo y directo, en medio de la multitud se aparece Rafael, sano, salvo, sin muestras de castigo alguno, con una cerveza en la mano pero sin corona. O sea, el ganador que todos vieron en TV no era él. ¿Y entonces cómo es la vaina, pues?
Luis Carlucho Martín
Anteriormente Venezolana de Televisión tenía fija, en su programación, la transmisión de la Copa Interparroquial de Boxeo de Caracas. ¿Te acuerdas?
Ese día, la parroquia 23 de Enero amaneció hecho un hervidero de emoción. La razón: su pupilo, el gran Rafael Bracamonte --lamentablemente ahora fallecido--, iba por el título. Las esperanzas estaban cifradas en su gancho de izquierda, velocidad y fulminante recto de derecha. Atributos que eran la carta de presentación de Rafaelito, quien iba a esa final tan esperada, por él y por sus seguidores. Ellos apostaron todo porque su pugilista no tenía manera de defraudarlos.
En la comunidad de La Cañada, confiados en que su hombre esa tarde coronaría el esperado título interparroquial --antesala a la selección distrital y su salto al profesional--, la gente casi no durmió ese viernes. Pintaron pancartas y celebraron antes de tiempo el nocout que seguramente Rafael le daría al rival que le tocase, “porque ese no tiene pa' pierde con nadie”, como decía el famoso profesor Trinity en Radio Rochela. Para ellos, esa pelea resultaría “pan comío”.
Llega el momento de la transmisión. Muchos fueron hasta el gimnasio Libertador de la Zona F --escenario escogido para la reyerta--, para traerse al campeón en caravana hasta su zona, La Cañada. Otros, se quedaron pegados a la pantalla chica en un televisor que Fermín, Nelson, Dinamita y el gordo Aeropostal habilitaron para ver la pega, mientras se tomaban unas cuantas birras.
¡Oh, sorpresa! Una confusión sobre aquel desolado ring donde solo había un contendor, al que un par de minutos más tarde, sin lanzar ningún solo golpe, le levantaron la mano en señal de triunfo. Con la bulla y el enredo nadie sabía lo que sucedía. De repente, literalmente en vivo y directo, en medio de la multitud se aparece Rafael, sano, salvo, sin muestras de castigo alguno, con una cerveza en la mano pero sin corona. O sea, el ganador que todos vieron en TV no era él. ¿Y entonces cómo es la vaina, pues?
El propio Rafael contó su historia: “Yo estaba haciendo sombras y ya me habían vendado las manos para enguantarme y subir al ring. De repente salgo a tomar un poco de aire fresco y me consigo a un negro empulpao, bien papiao, fuerte y grandote, con una nariz como un lazo de navidad. Su mirada era de desprecio. Yo, de averiguador le pregunto, epa hermano, ¿contra quién vas tú? Y el tipo, sin revelar su nombre me dijo: Yo soy de Pinto Salinas y voy a la final contra un güebón del 23 de Enero. Le voy a dar una coñaza. Seguro le voy a arrancar la cabeza. Y lo noté con tanta seguridad en sí mismo que le dije: Voy a ti, negrón. Me cambié y me vine pa’l carajo”, contó Rafael Bracamonte, nuestro campeón sin corona...
Así sucedió y así se los cuento.¿Qué hubiese hecho usted?
Es la historia del único forfeit en boxeo con transmisión televisiva incluida.
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