"Roñoquero" y "Mamblea": la inmortalidad del ingenio zuliano

No eran unos pícaros malintencionados ni simples fabuladores de oficio. Eran sobretodo, arquitectos de la palabra. En las esquinas de El Saladillo, "Roñoquero" y "Mamblea" ejercieron el magisterio del asombro consiguiendo lo que pocos historiadores consiguen: sobrevivir al olvido.

"Roñoquero" y "Mamblea": la inmortalidad del ingenio zuliano
"Roñoquero" y "Mamblea": la inmortalidad del ingenio zuliano

Ángel Montiel

En la geografía sentimental de Maracaibo, en Venezuela, la realidad es apenas un punto de partida. Por encima de ella se eleva la leyenda de Carlos Bernal Mijares y Manuel Salvador Prieto, "Roñoquero" y "Mamblea", dos hombres que no solo inventaron historias, sino que diseñaron una manera de inmortalidad basada en la
fantasía.

No eran unos pícaros malintencionados ni simples fabuladores de oficio. Eran sobretodo, arquitectos de la palabra. En las esquinas de El Saladillo, "Roñoquero" y "Mamblea" ejercieron el magisterio del asombro consiguiendo lo que pocos historiadores consiguen: sobrevivir al olvido.

Su técnica no residía en el engaño, sino en la exageración llevada a su máxima expresión, siempre bajo un marco de jocosidad que desarmaba al más escéptico y convertía lo cotidiano en un evento extraordinario.

Para entender su impacto, hay que visualizar en nuestra imaginación sus encuentros. Si Roñoquero lanzaba una premisa, Mamblealo coronaba. No se quedaban atrás ninguno de los dos en esa competencia para ver quién exageraba más la historia, más allá de los límites del mundo.

La anécdota que hoy rescato de la tradición oral y digital son testimonios de esa rapidez mental que, lejos de olvidarse y desvanecerse en el tiempo, se agigantó con el paso de los años.

Cuentan, por ejemplo, que "Roñoquero" aseguraba un frío tan intenso en un paseo por los Andes que las palabras se congelaban al salir de su boca, los testigos presentes debían recoger los “hielitos” del piso y calentarlos en una paila para poder escuchar lo que decía. En respuesta a tal hazaña, "Mamblea" no pestañaba
un segundo al relatar su encuentro con hormigas cabezonas tan grandes que, para poder dormir, tuvo que ponerles alfombras a las patas de las hormigas para que el estruendo de sus pasos no hicieran vibrar las paredes de la casa y evitar que se desplomaran.

Eran historias fantásticas, si, pero contadas con una seriedad que rozaba lo épico.
Pero más allá de la risa, lo que realmente asombra es como estos relatos trascendieron su época. Lo que nació en una botica o en un tranvía de Maracaibo es patrimonio vivo hoy.

Pero la pregunta es ¿por qué siguen tan vigentes? Porque la sociedad marabina se reconoce en todas partes por su picardía. Esta trascendencia nos conecta con los valores de nuestra región.

"Roñoquero" y "Mamblea" entendieron a un pueblo que resiste y que mantiene su dignidad intacta frente al paso del tiempo.

Al final del día, estos dos simpáticos embusteros nos dejaron una lección vital, la verdad es necesaria para vivir, pero la fantasía es indispensable para sobrevivir. Su legado no es una colección de falsedades, sino un monumento a la creatividad y a la chispa zuliana.

Mientras alguien, en cualquier rincón del mundo, suelte una carcajada ante un cuento “demasiado grande para ser cierto”, Roñoquero y Mamblea seguirán caminando imbatibles y eternos en la memoria colectiva de nuestro pueblo zuliano.

@angelmontielp
angelmontielp@gmail.com

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