Día del periodista…mi visión en tres tiempos
Primero lo primero: Felicitaciones a los colegas que recibieron merecidos premios. Aunque hay un montón de coleados y piratas del periodismo que saben mimetizarse y vulnerar cada vez más la ya vulnerable profesión...
Luis Carlucho Martín
De 2019
Primero lo primero: Felicitaciones a los colegas que recibieron merecidos premios. Aunque hay un montón de coleados y piratas del periodismo que saben mimetizarse y vulnerar cada vez más la ya vulnerable profesión...
¿Qué, quién, cuándo, cómo y dónde?; cinco interrogantes que cada vez tienen menos respuestas reales o aproximadas a la verdad verdadera, porque se impone la verdad del medio, del patrón y de la concienciad de cada ejecutor.
Esas interrogantes son las bases de la llamada pirámide invertida, con cuyas respuestas se elabora, teóricamente, una nota informativa, o sin pretensiones de periodista, cualquier ciudadano que desee elementos básicos para una comunicación más eficaz puede hacer uso de tan efectivo esquema.
Acaso, como vemos en la cotidianidad de los medios, hay dos qué, dos quién, dos cuándo, dos cómo y dos dónde. Así mismo habrá dos por qué y dos para qué. En el fondo subyace una verdad con dos caras que atentan contra la realidad de los hechos, contra la deontología y la ética misma. Y lo que es peor aún, se atenta contra el sagrado derecho a la información de toda la ciudadanía.
“Todo es según el color del cristal con que se mira. Cuando es noche allá en el Japón, por acá todavía es de día”, dicen Rubén Blades y Wille Colón. Se puede traducir en el periodismo más simplón y llano, en que hay diversas ópticas para asumir, captar y analizar un suceso, que, al abordarlo desde la jerarquización de los elementos informativos, la prioridad debe pasar un delgado (o grueso) filtro que deseche al máximo lo subjetivo.
Así las cosas, tristemente, nada que celebrar el Día del Periodista, un oficio vilipendiado y usufructuado por una cantidad innumerable de agresores del lenguaje y de la esencia misma de lo que en teoría (y ojalá fuese en la práctica) debe ser esa profesión.
Tal como sucedió con el sagrado deber del maestro o del profesor, hoy en día cualquiera que tenga acceso a un medio de comunicación (o a través de las peligrosísimas redes sociales) es considerado, erróneamente, periodista o comunicador social. Cualquiera es profesor. Cualquiera es periodista. Así es.
Nuevas tecnologías vs periodismo
“Se supone que las nuevas tecnologías están al servicio del periodismo, sobre todo porque pueden y deben reforzar atributos de la información y características muy esenciales como la inmediatez y las formas de demostrar que es cierto lo que se dice”, comentaba en una discusión casera José Hernández, veterano periodista del IND.
No obstante, la realidad es otra. Se ha dado por costumbre (quién sabe bajo cuáles intereses) la tergiversación de la verdad a través de elementos que brindan las nuevas tecnologías. El manejo de los tiempos, las locaciones, los audios e incluso imágenes, se han manipulado y se emiten a través, sobre todo, de las redes sociales, donde la responsabilidad del emisor brilla por su ausencia, y si la nota lleva punch (pegada), aunque sea falsa, se viraliza y una mentira repetida mil veces ya sabemos el daño que hace.
Así se posesionan y se posicionan los llamados fakenews y nadie es responsable. Lo que interesa es la cantidad de likes que reciban esos bodrios en las respectivas cuentas sociales y que viva la antiética y el antiperiodismo. Reclaman por libertad de expresión, pero no reconocen la libertad de presión que sobre su profesión ejercen los patronos.
Malos usos o atentados contra el lenguaje
“Cabe destacar” que “el día de ayer” fue el Día del Periodista y “vale la pena” recordar que esa fecha se la debemos a Guillermo García Ponce, quien propuso oficializar la fecha en conmemoración a la primera edición del Correo del Orinoco, editado por Simón Bolívar.
Así lo reseñan los medios en la actualidad. Y la cosa se multiplica y se reproduce muchas veces. A pesar de decir verdades, está muy mal escrito o expresado. Si “cabe destacar” algo, entonces, yo como periodista, libre en el uso de mis herramientas de lenguaje, por qué no lo destaco y listo, sin anunciar que lo voy a destacar. Son muletillas que se transforman en modos de uso. Destaque y punto.
Si “ayer” es un día, entonces por qué no digo o escribo “ayer”, y ya. No. La moda, sobre todo en medios audiovisuales, donde adornarse es mejor que informar, se ha impuesto esa subnormalidad del lenguaje y se han olvidado de varios recursos elegantes, incluso de la economía del lenguaje.
“Hay un intocable muy famoso, que trabaja en un canal del Estado, que dice, (quién sabe buscando qué): ‘En horas de la mañana del día de hoy’. En vez de decir: ‘Esta mañana’”. Así reclamó Iván Lata, un amigo de toda la vida: “¿Por qué no combaten a esos tipos y esa manera de piratear el lenguaje? Y lo peor es que los premian y los ponen como ejemplo”, remató este crítico en uso de su legítimo derecho a la información.
Mucho dieron por un periodismo digno, desde las aulas de clases y desde sus respectivas tribunas, desde Juan Vicente González hasta la gran Olga de Álvarez y otros, a quienes han dejado engavetados, adrede, por temor a que despierten y manden pa’l carajo esta fecha y sus festejos.
De 2022
Sin ambigüedades…
En periodismo, la sagrada subjetividad es tan imprescindible como la utópica objetividad. Ambas dejan huella. Cada una en una misma nota, aunque no se sabe si con una sola intención. ¿Ética versus otros valores durante la jerarquización y la “interpretación” de lo captado por el periodista? Parece tan innegable como inevitable. ¿Dos modelos –y posiblemente otros–, dos etilos de hacer periodismo? Mucho denigra la lisonja de quien transforma los hechos en noticia –o cualquier otro género periodístico–, a favor de intereses u órdenes patronales, estatales, empresariales, por encima del interés colectivo –es ignorar el derecho a estar informado con veracidad, aun con interpretaciones e inferencias prohibidas desde lo teórico pero presentes en cada tecleo–. Peor aún, el frío y nada inocuo periodismo anunciador de eventos y sus resultados, sin análisis, propuestas ni orientaciones. Muchas veces los hechos –sagrados como son– resultan tergiversados por el cobarde “cuidacarguismo”. Autocensura. Degradación de la esencia periodística. Se trata de complacer sin compromiso, salvo con aplausos –buscadores de premios y otras prebendas como si se tratase de la quimera de El Dorado– de la empresa editorial, del estatus quo o de un sector definido de la polarizada sociedad. Se mancilla más el oficio. ¿Cómo hacer periodismo sin miedo por la calle del medio? No hay “periodímetros”, pero sí consciencia. Usémosla para fortalecer la verdad.
De 2025
Desde lo personal las redes son muy peligrosas…Ni hablar de la IA...
Nadie es responsable de nada. Cualquiera emite mensajes sin control y sin distingo entre verdades sagradas y mentiras absolutas. Y no pasa nada. No hay cuidado del lenguaje, cada vez más atropellado, tanto como el derecho del público a estar realmente informado. La mentira es casi una necesidad. El periodismo sufre zarpazos y se desangra en su esencia.
Por allí aparece una linda dama incitando a crear contenido en redes. Arengando y asegurando que para ello no es necesaria ninguna licenciatura. No a la academia, pues. Pero el curso “para aprender a utilizar correctamente las redes” que ella propone, dirige y por el cual cobra un realero, “es avalado” por no sé por cuál grupo de la Universidad Central de Venezuela. ¿Y cómo es la vaina pues? ¿Estudiamos o no? ¿Vale la pena ir a clases? Es un cómplice “sí pero no”, atentatorio contra la cadena educativa. La propuesta avala lo informal, la piratería, la bulla, el contaminante ruido (des)informativo que emiten supuestos especialistas en redes, a quienes les sabe a casabe Antonio Pasquali, Marcelino Bisbal, Alexis Márquez Rodríguez, Enrique Castejón, Earle Herrera, Argenis Daza, Antonio Almeida, Jesús Cova, Rosas Marcano, Eleazar Díaz Rangel, el negro Cheo Fernández Freites, Gerardo Oviedo, Carlos Abreu, Federico Álvarez… María de Los Ángeles Serrano, Ángela Zago, Nimia de Benavente, Mireya Vásquez, Ayda Noda, Yolanda Osuna…y tantos otros catedráticos y formadores de periodistas.
Se prefiere buscar simpatía en la mediocre audiencia al proferir malas palabras antes que hilvanar frase alguna bien construida. Las groserías caben en algún momento. Un coño y un carajo bien utilizados en una conversación informal, seguro, dan peso a los argumentos, pero un marico, güebón y –tristemente aprobado por la RAE– mmgbo, intercalado en cada respuesta transmitida a la estupidizada audiencia, resulta cansón, aborrecible y de muy mal gusto. Pero es lo que impera, se aplaude y se lleva los likes. Eso pretende borrar al periodismo… eso está borrando al periodismo.
Y en nuestro apasionante periodismo deportivo, observamos con tristeza y hasta con impotencia, cómo algunos se escudan tras un título --así sea falso-- para, como torbellinos –quítate tú pa’ ponerme yo–, ocupar espacios de prestigiosos medios de comunicación sólo para desvivirse en su mediocre afán de “pegar” frases prefabricadas, así como colocar apodos de manera indiscriminada, porque alguien les aseguró que eso es chévere, tanto para creerse que así sumarán más seguidores porque son “la flor innata” --como impune e ignorantemente se autodenominan-- de quién sabe qué…Ay mamá.
Se reitera el error de asumir "deportivamente" el ejercicio de la profesión. Se olvidan de que aparte del económico, es, el periodismo deportivo, el que tiene sus propios códigos, su lenguaje, su especialización. Pero acá se puteó hace rato todo ese principio. Y vamos desenfrenadamente en picada. Se anuncian los eventos. Se publican los resultados, claro, con cuñas incluidas. Se pone la torta "en nombre de". Los presentadores, porque eso son, presentadores, se vuelven más importantes que la noticia, que los atletas, que un juego o un torneo determinado.
Como en la canción plástico, deben usar chanell number 3. Gomina y buenos trajes, aunque sus discursos sean, como son, vacíos. Se basan en lo que creen y no en lo que presentan los hechos. Porque ellos, todos, se imponen. Posicionan puntos de vista. Y el hecho noticioso pasa a otro plano. Ni hablemos del análisis. Recuerden que la verdad debería prevalecer por encima de un viático, un boleto aéreo, un ticket de entrada o cualquier otra prebenda de esas que por allí abundan a cambio de descaradas lisonjas.
Otra desgracia, estamos en días BET. Ojo con eso.
Y, sumemos un factor que nos diluye: la tan utilizada Inteligente Artificial, IA. Alerta porque podemos terminar en BA (brutalidad absoluta)...atentando contra lo que nos queda del periodismo puro y quizás romántico y ético.
Así de mal andamos… Si a ese holocausto contra el lenguaje y el periodismo le sumamos la violenta autocensura que, por el conformista "cuidacarguismo" cada vez se hace más evidente, podemos concluir que realmente estamos jodidos.
27 de junio, ¿qué celebrar?
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El Pepazo