Florecer de araguaneyes
Esta vez su amarillo parece un llamado al unionismo y no a la xenofobia
Luis Carlucho Martín
Justo frente a la Embajada de Perú en Caracas, en la avenida San Juan Bosco de La Castellana, así como en casi toda la urbanización Altamira, donde casualmente está la sede del consulado de ese hermano país, deslumbra a manera de custodia el amarillo florido con el que acaban de vestirse los araguaneyes que imperan en la zona desde tiempos inmemoriales.
Quizás sea una señal de paz para retomar la hermandad y el sentido unionista por el cual Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios Ponte y Blanco dio hasta su vida para consagrar a la América toda con el bien más preciado, núcleo de los derechos humanos, la libertad…para todos por igual, como miembros de su soñada patria grande…
Amarillo es lo que luce, pero no solo por estética sino por luminiscencia, debido a lo áureo que representa el respeto a la vida y al saber convivir, casualmente derechos trastocados en la actualidad por intencionados incentivos y acciones xenófobas que ponen en riesgo ese ideario del Libertador.
La naturaleza, sabia como es, una vez más nos da una señal de estar muy por encima de nuestros bajos instintos humanos, miserias y desagradecimientos con respecto a los esfuerzos de quienes nos antecedieron en su apuesta por una Latinoamérica Unida, llena de inconmensurables beneficios comunes… no en vano el símbolo común original para todos fue esa bandera donde el de los araguaneyes es el color líder…
Hoy como siempre, Caracas ante el resto del mundo y sobre todo ante esta región, luce orgullosa su esplendoroso amarillo.
Toda Caracas
Muchas zonas de la capital se visten de amarillo por esta época previa a la Semana Mayor, gusto visual y emblemático, que se da el caraqueño y todo el que visita la capital por tan agradable traje que retornará a su verde de hojas nuevamente entre mayo y junio según el propio ciclo natural para esperar hasta el año próximo su nuevo traje luminoso.
Por estos días de cuaresma los apamates comienzan a vestirse de Nazarenos, como cantó Alí Primera. Así mismo sucede con los Bucares que se tiñen desde naranja hasta rojo. Pero, sin dudas, es más llamativo el amarillo de los araguaneyes, que rompe con el humanizado y a su vez desnaturalizado paisaje de concreto imperante en la cuna del Libertador, otrora paraíso de flora y fauna silvestre por ser crisol hasta para esos colirios que ofrece la naturaleza.
El 29 de mayo de 1948 en ejercicio presidencial, el autor de Doña Bárbara, Rómulo Gallegos, declaró al Araguaney como árbol nacional y se confesó públicamente extasiado por su florecer al que poéticamente, en perfecto juego de palabras y colores, bautizó como la primavera de oro.
Este precioso árbol de nombre botánico Handroanthus Chrysanthus, cuya especie criolla se denomina Tebehuia Chrisantha, que fue llamado Aravenei por nuestros pobladores originarios, los indios Caribes, se da con facilidad en ambientes naturales y bosques, además de lugares fríos, cálidos y hasta áridos, que van desde México hasta Ecuador (y Perú en su embajada) incluyendo islas del Caribe y del Pacífico.
Tiene como valor agregado lo fuerte de su madera que sirve para construcciones y productos específicos además de sus propiedades medicinales que se multiplican a partir de su sociedad intrínseca con la industria apicultora… En otros países se conoce con diversos nombres como guayacán, roble amarillo, cañahuate, zapatillo, zapito y tajibo.
En peligro
Calentamiento global y abusos excesivos del hombre sobre todo lo que es natural, además de sus características propias hacen del araguaney una especie calificada en peligro; por ello requiere de cuidados especiales.
No basta con la tradicional celebración del Día del Árbol, que dicho sea de paso tiene una historia bien particular: Siempre en mayo. Cipriano Castro dijo 23. Gómez decidió que fuera el 15. Rómulo Gallegos fijó el 29. En 1951, desde el 19 se festejó la Semana del Árbol y el propio Pérez Jiménez impulsa el culto al árbol al nombrar una especie para cada región del país.
Ante tantas fechas, de manera diplomática, se celebra el Día del Árbol el último domingo de ese quinto mes.
Fecha esta que ha quedado rezagada por no decir en el olvido, quizá debido a incultura conservacionista, por lo que celebraciones invasivas, como Halloween, tienen más importancia en el calendario oficial venezolano.
Que prive la sensatez para que el amarillo de los araguaneyes de la Caracas de siempre ilumine el camino de la hermandad y desaparezca la xenofobia en aras de un futuro sostenido sobre las relaciones de consolidación, y que estas marchen al ritmo sabio de la naturaleza que ha permitido larga vida a la ornamental especie, y que jamás mano alguna tuerza el destino, así como lamentablemente sucedió, por ejemplo, con los sauces llorones…
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