El canje de 252 almas y la niñez arrebata
"El poder se disfraza de orden cuando en realidad es negocio. Y a veces, el silencio de los poderosos hace más ruido que mil bombas." ANACLETO
Luis Semprún Jurado
"En El Bohemio, el aire se mascaba con la misma pesadez de una sentencia. El ventilador crujía más que nunca. Y el ritual: el café humeante en pocillos de loza, el cuaderno de tapa de cuero que Anacleto guardaba como un cofre de secretos, y el humo de su cigarrillo anudándose en la penumbra. Anacleto, a mi lado como siempre, sabía lo que debía revelar. Desplegó un recorte, arrugado como la conciencia de un político, y golpeó la mesa con el índice: «¡Camaritas!», soltó, su voz rasposa como papel de lija. «Hoy no vamos a hablar de fantasmas del pasado, sino de fantasmas que regresaron, y de los que aún claman por justicia. La historia de Maikelys Antonella Espinoza Bernal, el rostro infantil de una tragedia que el poder intentó maquillar con papeles y deportaciones. Y con ella, la verdad de un negocio que trituró familias.» El estudiante de periodismo, ávido de primicias, alzó la mano. «Pero, Anacleto, ¿no es ella la hija de un secuestrado en el CECOT?» Anacleto soltó una carcajada seca: « Sí… su padre estaba secuestrado en el CECOT. Pero eso es otra herida, camarita, otra historia de sangre y lodo. La de esta niña y su familia empieza cuando llegaron a las puertas del infierno buscando el tan cacareado “Sueño Americano”.» Hizo una pausa dramática, sorbió su café amargo y continuó: «Su camino no fue la bestia verde; fue la ruta hacia el sueño “gringo”, el que venden en películas hollywoodenses. Estos llegaron a los EE. UU., sí, como lo oyes, buscando asilo, trabajo, o quizás solo un respiro a la mala situación. Se entregaron a la Patrulla Fronteriza, al ICE, esperando que los procesaran, que les dieran un chance. ¡Ingenuos! Los encerraron y separaron de inmediato.» El boticario masculló: «¿Y los metieron presos allá?» «Peor que eso, boticario. Mucho peor. Los metieron en una jaula de hierro. La administración de Donald Trump, con su política migratoria racista, se inventó una jugada maestra.» Anacleto hizo una pausa con cierto dramatismo y continuó: «Un pacto, camarita, de esos que se cocinan en las sombras. Trump le pagó a Bukele, presidente pelele de El Salvador, la módica suma de SEIS millones de dólares para que le “guardara por un tiempito indefinido” unos cuantos migrantes, deportados sin el debido proceso, en el CECOT.» Un silencio pesado cayó sobre la mesa. El coronel retirado, con el ceño fruncido, gruñó: «¿Un negocio con carne humana?» Anacleto asintió lentamente. «Sí, coronel. No los deportaron a Venezuela, porque usted ya sabe cómo están las cosas, crearía tremendo lío diplomático. Por eso, ni los procesaron en yanquilandia, que sería un dolor de cabeza político para Trump. No. Se los enviaron al pelele directamente para que se los guardara en su “campo de concentración”, el CECOT. ¡Sin juicio! ¡Sin explicación! Eran mercancía, camarita, mercancía humana empaquetada y externalizada, lista para ser almacenada, para que no estorbaran la imagen del "país de la libertad".» La profesora, con un tono de indignación apenas contenida, preguntó: «¿Y todos venezolanos? ¿Del “Tren de Aragua”, delincuentes o qué?» La miró con sus ojos penetrantes. «Como diría Cantinflas, profesora: ¡Ahí está el detalle! La Fiscalía venezolana luego confirmó que sí había algunos con prontuario. ¿No recuerda que eso lo hablamos en la reunión pasada? Pero era un número minúsculo. Sin embargo, todos terminaron en el CECOT, el almacén de los olvidados.» «Pero... la historia de la pequeña Maikelys es un grito que trasciende todo papel», continuó Anacleto, su voz ahora un susurro cargado de dolor. «Maikelys Antonella Espinoza Bernal, de apenas dos años, llegó a la frontera con sus padres, Yorely Bernal y Maiker Espinoza Escalona. Buscaron refugio, y encontraron un sistema que les arrancó lo más sagrado. A sus escasos dos años, Maikelys fue separada de su familia, convertida en un número en el sistema de custodia estadounidense. Fue paseada por múltiples hogares de acogida, uno de ellos incluso bajo investigación por presunto abuso sexual. ¡Imaginen el infierno de esa criatura! Sin sus padres, en un país extraño, con desconocidos, en un limbo burocrático que duró meses. Su abuela clamaba desesperada: "No sabemos en qué condiciones, ni dónde, ni con quién está".» Le dio un sorbo al café, ya frío y continuó: «A Yorely Bernal, la madre de Maikelys, la deportaron de regreso a Venezuela el 25 de abril. Pero el golpe más cruel no fue la deportación en sí, sino el engaño y el desgarro. Le dijeron que su hija iría con ella. ¡Mentira! Maikelys fue literalmente separada de sus brazos justo antes de abordar el avión. ¡Arrancada! ¡Como si fuera una maleta más!» Anacleto apretó los puños. «Volvió a su tierra, sí, pero con el alma vacía, con la angustia de no saber de su pequeña, con la imagen de su hija arrebatada en el último instante. Un tormento que pocas madres pueden soportar. Ella, como tantos, se convirtió en una de esas almas que Eduardo Galeano llamó "los nadie: "Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada. Los ningunos, los ninguneados." Yorely fue ninguneada por un sistema que no vio su dolor, solo una cifra más en la estadística migratoria.».
«Pero aquí no queda eso, camaritas. El viacrucis del padre de Maikelys, Maiker Espinoza Escalona, fue un capítulo aparte de horror y cinismo. Tras la separación de su hija y la deportación de su esposa, Maiker fue enviado a otro purgatorio. El 29 de marzo, según documentos judiciales presentados por sus abogados, fue trasladado a la Base Naval de Guantánamo, Cuba. Sí, como lo oyen, ¡Guantánamo! Un limbo legal para migrantes, según el Departamento de Seguridad Nacional. ¿La acusación contra él? Ser un pandillero, un miembro del "Tren de Aragua". ¿La prueba? ¡Sus tatuajes! ¡Como si la tinta en la piel pudiera delatar el alma! Una acusación falsa, una acusación sin juicio, creada por la derecha venezolana, basada en prejuicios y en la necesidad de justificar una política brutal.» Anacleto se detuvo un instante, su mirada se perdió en la distancia, como invocando espíritus del pasado. «Es el viejo drama de la injusticia que persigue al inocente, camarita. Una historia tan antigua como la humanidad. Jean Valjean, en las palabras de Víctor Hugo, podría haber reconocido ese sufrimiento del hombre honrado, vilmente acusado y perseguido, condenado a la cárcel por un crimen que no cometió, arrastrando una condena que no le pertenecía. Maiker, como Valjean, vivió la deshonra de ser encarcelado sin razón, de prisión en prisión, por un sistema que no vio su inocencia, sólo una etiqueta para descartarlo.» Inhaló, exhaló y gruñó: «Y de Guantánamo, lo enviaron directo al matadero», continuó Anacleto. «Al día siguiente, Maiker fue trasladado en avión a la tristemente célebre megaprisión CECOT, en El Salvador. Ese búnker de cuarenta mil almas, donde lo metieron junto a más de doscientos venezolanos, acusados como él, sin pruebas, sin un debido proceso, solo por ser migrantes en el lugar y momento equivocados. Era el infierno en vida, camaritas, la oscuridad total, sin noticias, sin contacto, sin saber si volvería a ver a su hija o a su esposa; sin saber si saldría de allí vivo.»
El coronel retirado preguntó: « ¿Y que hizo Maduro? » Anacleto respondió con calma: «El grito de Maikelys, aunque mudo, y la desesperación de su madre y abuela, no cayeron en saco roto. El Gobierno venezolano, liderado por Nicolás Maduro, se alzó, denunciando el "secuestro" de la niña y exigiendo la repatriación. Y en ese ajedrez de intereses y presiones, la vida de Maiker y la de los otros 251 venezolanos en el CECOT se convirtieron en la pieza clave de una negociación de alto vuelo. ¡Un canje con el gobierno imperial!» Anacleto hizo una pausa dramática, observando las caras absortas. «Recuerdan lo que les conté: Venezuela entregó 10 gringos sentenciados, entre ellos uno por triple homicidio, a cambio de esos 252. Y en esa lista de canjeados, de los "rescatados" en esa operación diplomática, venía Maiker Espinoza Escalona, el padre de Maikelys. Un hombre que pasó por el Darién, por la separación familiar, por Guantánamo y por el infierno del CECOT, solo por buscar un futuro mejor y por llevar tinta en la piel.» Anacleto se secó el sudor de la frente y sonrió. «El 14 de mayo de 2025, Maikelys Antonella fue finalmente regresada a Venezuela. Y allí, en el aeropuerto, y luego en el Palacio de Miraflores, se reencontró con su madre. Y con el regreso de su padre Maiker, en el canje de los 252, la familia, como por milagro, comenzó a reconstruirse. Un reencuentro que es el eco de un calvario, la prueba de que el poder se disfraza de orden y es en realidad un negocio.»
«Pero la historia no termina con el reencuentro, camaritas. Hay quienes exigen justicia, y no se conforman con la libertad.» Anacleto señaló con un gesto contundente. «Neiyerver León, otro de los venezolanos liberados del CECOT, ha osado lo impensable: ha presentado una demanda en contra del gobierno de Donald Trump, exigiendo más de un millón de dólares en compensación por el tiempo que estuvo detenido y los malos tratos que recibió en esa megacárcel. Esto no es solo un testimonio; es un acto de justicia legal.» «Debería ser al menos un millón para cada uno» rugió el coronel. «La demanda de Neiyerver es la bala final que valida cada palabra de nuestra denuncia», sentenció Anacleto. «Demuestra que la deportación al CECOT fue una ilegalidad, una violación sistemática de derechos. Que el gobierno de Trump no solo pactó un encierro, sino que es responsable por el sufrimiento de esas almas. No es solo el grito de un hombre; es la voz de los 252, exigiendo que se pague por el daño causado.» Y en ese clamor por la verdad y la compensación, se escucha el eco del Conde de Montecristo, que susurra: "¡El mundo es mío! Todo está en mi mano, y lo que busco no es el bien, sino el castigo." Neiyerver no busca el mal, sino el castigo a la injusticia que sufrió.»
Anacleto apagó su cigarrillo en el cenicero, con un gesto grave. «Y esta, camaritas, es la verdad que nos persigue. La historia de Maikelys, de Maiker, de Neiyerver, y de los 252, es la prueba irrefutable. Este es el ejemplo de la democracia en el “sueño americano” que vende el orangután anaranjado, el “país de la libertad” que se jacta de defender los valores de la familia: separar familias, secuestrar niños y negociar a sus hijos como mercancía en un canje por presos y por seis millones de dólares. La política migratoria del "gobierno imperial" no es solo dura; es inhumana. Bajo el velo de la seguridad y el control, instrumentaliza el sufrimiento de los más vulnerables. Y mientras ellos hacen negocios con la desesperación, la sombra de John McNamara, señalado como “autor material” del secuestro de 33 niños venezolanos, se cierne sobre esta infamia. Treinta y tres niños que, como Maikelys en un inicio, están atrapados en un limbo esperando que alguna negociación, alguna denuncia, alguna presión, los devuelva a sus legítimos padres. Es una vergüenza que clama al cielo, camarita, una mancha imborrable en el rostro de la supuesta libertad. La Comedia Humana, la de Dante Alighieri, bien podría añadir un nuevo círculo a su infierno, uno para los que comercian con la esperanza y la inocencia. Porque el drama de los poderosos siempre recae en los más vulnerables, y la comedia de sus mentiras se paga con lágrimas ajenas.» El ventilador zumbaba ahora como un eco de las preguntas que quedaban suspendidas en el aire.
Aquí, camaradas, es donde la tinta se vuelve bisturí para cortar la carne de la verdad. A pesar de todo el ruido y la propaganda, hay interrogantes que siguen flotando como fantasmas en la escena, exigiendo respuestas y responsabilidades:
I.-¿Cuál es el estatus legal exacto de los 33 niños venezolanos "secuestrados" en EE. UU. y cuál es el procedimiento legal para su reunificación o repatriación? Si no ha habido un debido proceso que justifique su retención o su puesta en hogares de acogida, ¿cómo se garantiza su derecho a la unidad familiar y a su identidad cultural? ¿Qué acciones concretas está tomando el gobierno de EE. UU. para facilitar su retorno a sus padres, tal como ocurrió con Maikelys?
II.-¿Qué papel juegan los seis millones de dólares pagados a Bukele y la acusación de pandilleros a migrantes como Maiker Espinoza? ¿Fue el pago un incentivo para la retención ilegal de personas, y la acusación de pandilleros una justificación espuria para el uso del CECOT? ¿Existe una investigación internacional sobre estas acusaciones de detención arbitraria y malos tratos en el CECOT, más allá de la demanda de Neiyerver León?
III.-¿Qué responsabilidades específicas se le atribuyen a John McNamara en el "secuestro" de los 33 niños, y cómo responde el Departamento de Estado de EE. UU. a estas acusaciones directas por parte del gobierno venezolano? ¿Se ha abierto una investigación interna sobre el papel de funcionarios estadounidenses en la separación y retención de niños migrantes? La acusación de "autor material" de secuestro es grave y exige una respuesta clara.
IV.-¿Qué garantías humanitarias o legales se establecieron para los venezolanos en el CECOT, y cómo se monitorearon sus condiciones mientras estuvieron bajo custodia salvadoreña, pagada por EEUU? La demanda de Neiyerver León abre una ventana a las condiciones internas. ¿Se ha realizado una auditoría independiente de los tratos recibidos por estos detenidos? ¿Qué organización u organismo internacional está tratando el caso?
V.-¿Cómo impacta este "canje" de prisioneros y la situación de los niños separados en las relaciones diplomáticas entre EE. UU., Venezuela y El Salvador, y qué precedentes sienta para el futuro de la migración en la región? El acuerdo en las sombras entre Trump y Maduro, y la "arrechera" de Bukele, demuestran que las vidas humanas se usan como peones. ¿Cómo se evitará que esto se repita con otras nacionalidades?
VI,-¿Cuál es el futuro a largo plazo de los niños reunificados, como Maikelys, y qué apoyo psicológico y social se les ofrece para superar el trauma de la separación? Más allá de la emotiva llegada, el impacto de ser arrancado de su familia a una edad temprana puede ser devastador. ¿Existen programas integrales de apoyo en Venezuela para estas familias que han sido víctimas de estas políticas? Y, ¿qué se hará para garantizar la reunificación de los niños que aún permanecen separados?.
Esta historia no termina con el aterrizaje en Maiquetía. Las preguntas siguen volando, como buitres sobre una verdad a medias. Y en El Bohemio, seguiremos esperando que alguien, algún día, se atreva a darles respuesta.
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