La autopsia del dólar: cuando el cadáver del imperio huele a petróleo venezolano

«Al final, los imperios no mueren por invasiones, sino por irrelevancia. Cuando su moneda deja de ser necesaria, su poder se vuelve un museo de sí mismo.» ANACLETO

La autopsia del dólar: cuando el cadáver del imperio huele a petróleo venezolano

Luis Semprún Jurado

Ya era mediodía. En ‘El Bohemio’ el ventilador giraba lento, como la comprensión en Washington sobre la situación en el Caribe. Sobre la mesa, entre tazas de café frío y ceniceros rebosantes, un recorte del Financial Times anunciaba el acuerdo China-Venezuela. El pichón de periodista lo sostenía con manos que temblaban no de emoción, sino de esa certeza histórica que llega cuando ves caer un muro y solo escuchas el silencio de quienes juraron que era eterno. Anacleto no había dicho nada en casi diez minutos. Observaba el humo de su cigarrillo elevarse hacia las aspas del ventilador, dibujando espirales que se deshacían antes de llegar al techo. Metáfora barata, pensé. Pero él la vio distinto. «Camarita», dijo al fin, sin apartar la vista del humo, «¿sabes cuál es el sonido que más teme un imperio?» El coronel retirado, sentado a mi derecha, gruñó: «El de sus propias bombas fallando». «No», respondió Anacleto, apagando el cigarrillo con precisión quirúrgica. «El sonido del silencio. El que se produce cuando tu moneda deja de ser necesaria. Ese vacío acústico donde antes resonaba el traqueteo de las imprentas de la Reserva Federal». Tomó el recorte de las manos del joven. Sus dedos, manchados de tinta verde, acariciaron los números: 303.000 millones de barriles. «Washington declaró muerta a Venezuela hace cinco años», comenzó, voz baja pero cortante. «Organizó el velorio, mandó las coronas fúnebres de las sanciones, escribió el obituario en el Wall Street Journal. Solo olvidó un detalle: no consultó al cadáver». El boticario, desde la barra, escupió las palabras: «¡Pero si nos estrangularon! ¡Congelaron todo, hasta las cuentas para comprar medicinas!» «Estrangularon», asintió Anacleto. «Esa es “La necrofilia geopolítica”… pero la metáfora está incompleta, camarita. Cuando estrangulas a alguien y este no muere, ocurren dos cosas: el estrangulador descubre que sus manos son más débiles de lo que creía, y el estrangulado aprende a respirar por otros conductos». «Como escribió Galeano: “Los ahogados siempre encuentran una burbuja de aire donde guardar su último grito, y ese grito termina siendo la semilla de la tormenta”». Golpeó suavemente el periódico. «China no llegó como salvador. Llegó como socio frío, calculador. Ofreció lo único que Washington nunca pudo dar: comercio sin condiciones políticas. O mejor dicho: con una sola condición política, que excluía a Washington». La profesora, en su rincón habitual, preguntó con esa voz que siempre parece venir de muy lejos: «¿Y el dólar?»

«Ah, el dólar», Anacleto sonrió, esa sonrisa triste de quien presencia un entierro anunciado. «El petrodólar nació en 1974, cuando Kissinger y el rey Faisal firmaron el pacto diabólico: petróleo por protección, dólares por lealtad. Durante cincuenta años, esa fue la religión global. Cada barril, una hostia consagrada en la iglesia de Wall Street». «Maquiavelo ya lo había descrito: “La fe del pueblo es el capital más rentable del príncipe, pero también el más frágil”». Encendió otro cigarrillo. El encendedor chirrió en el silencio.

«Pero hasta los dioses envejecen, camarita. Y cuando envejecen, cometen dos errores mortales: creen que su poder es eterno, y olvidan que los fieles tienen hambre».

«Trescientos tres mil millones de barriles… la aritmética de la herejía», leyó en voz alta. «Más que Arabia Saudita, más que el Golfo Pérsico combinado. Durante décadas, esa riqueza fue un secreto a voces bajo tierra, como un tesoro maldito que solo podía tocarse con guantes gringos.». El viejo periodista, el que había cubierto la nacionalización del 75, murmuró: «Y cuando intentamos tocarlo con nuestras manos, nos cortaron los dedos».

«Exacto», Anacleto se inclinó hacia adelante, los codos sobre la mesa. «Las sanciones no eran castigo, eran cordón sanitario. Querían que el petróleo venezolano se pudriera en la tierra hasta que volviéramos, arrodillados, a pedirles que lo extrajeran por nosotros».

Hizo una pausa, mirando a cada uno de nosotros.  «Pero cometieron el error de los arrogantes: subestimar al hambriento. Y China tenía hambre. Hambre de energía, sí, pero sobre todo hambre de independencia estratégica». El pichón de periodista tomaba notas frenéticas. «¿Cuánto significa en yuanes?» «No importa la cifra exacta», dijo Anacleto. «Importa el principio. Cada barril que viaja de la Faja del Orinoco a Shanghai sin pasar por Nueva York es una herejía en la religión del dólar. Y como escribió Umberto Eco: “Las herejías no destruyen a la Iglesia; la obligan a definirse”. El problema es que esta Iglesia ya no sabe qué es. Nietzsche ya lo advertía: “Dios ha muerto, pero su sombra se proyecta durante siglos en el valle de los que siguen rezando”». El sindicalista, callado hasta entonces, habló con voz ronca: «Dicen que es solo un acuerdo comercial. Nada ideológico». «¡Claro que no es ideológico!» Anacleto rió, un sonido seco. «Es algo peor: es pragmático. Pekín no quiere convertir a Caracas al comunismo; quiere convertir sus reservas en yuanes. Y en ese pragmatismo hay más verdad revolucionaria que en diez discursos antiimperialistas». Señaló el periódico. «Washington creyó que estaba encerrando a Venezuela en una jaula que construyó. Pero construyó la jaula tan bien, que cuando Venezuela salió por la puerta que China abrió, se llevó consigo los barrotes. Y ahora esos barrotes están siendo fundidos para construir infraestructura petrolera que nunca dependerá de tecnología gringa». La profesora preguntó intrigada: «¿Y si cambia el gobierno? ¿Si vuelve la oposición?» «Ahí está la belleza macabra del asunto», dijo Anacleto, casi susurrando. «China no está invirtiendo en un gobierno; está invirtiendo en infraestructura; en refinerías que solo procesan crudo pesado venezolano; en puertos que miran hacia el Pacífico, no hacia el Atlántico; en técnicos que hablan mandarín, no inglés. Incluso si mañana llegara al poder un gobierno pro-Washington, heredaría una estructura económica atada por contratos, infraestructura y dependencia técnica a Pekín». Calló, dejando que la idea se asentara como el polvo después de una explosión. «Es el jaque mate geopolítico más elegante que he visto en mis setenta y nueve años. Washington perdió no solo el acceso, sino la posibilidad futura de acceso». «Como en el ajedrez de Kapuściński: “La mejor jugada no es capturar al rey, sino dejarlo vivo en un tablero donde todas sus piezas le han abandonado”». El coronel retirado removió su café. «Pero el dólar sigue siendo rey. Esto es apenas una grieta». «Todas las caídas imperiales comienzan con grietas», replicó Anacleto. «Roma no cayó en un día; primero dejaron de creer en ella los mercados lejanos, luego las provincias cercanas, finalmente los propios romanos. El dólar tiene el mismo síndrome: cada transacción en yuanes es una provincia que declara independencia» Abrió su libreta verde, ojeó páginas llenas de cifras. «Arabia Saudita ya vende petróleo a China en yuanes, los Emiratos Árabes exploran lo mismo, Rusia hace años que opera fuera del dólar, Irán nunca estuvo dentro, Venezuela no es la primera, es la prueba definitiva, la que demuestra que se puede sobrevivir, y prosperar, fuera del sistema». Golpeó la libreta. «Es como si el cadáver dictara las condiciones de su entierro. La ironía es perfecta: Washington usó las sanciones para enseñar al mundo cómo vivir sin él. Como el padre severo que echa de casa al hijo y descubre, años después, que el hijo construyó su propia familia, su propia casa, su propia fortuna. Y cuando el padre, viejo y arruinado, llama a la puerta, el hijo le dice: “Lo siento, aquí no hablamos tu idioma”». Anacleto se levantó, los huesos crujiendo. Tomó su sombrero de paja desflecado. «Lo más trágico», dijo con voz recia, «no es que Washington pierda a Venezuela. Es que ni siquiera entiende por qué la perdió. Sigue creyendo que es un problema de “malos gobiernos” o “dictaduras”. No comprende que es su propio reflejo en el espejo del mundo multipolar: un imperio que olvidó que los imperios caducan. Como escribió Víctor Hugo: “Nada es más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo, excepto el ridículo de quien intenta detenerla”». El ventilador seguía girando lentamente, como la memoria de los que desconocen el pasado. Anacleto se ajustó los lentes de carey y expresó: «Dentro de unas semanas, cuando los petroleros cargados de crudo venezolano pagado en yuanes, entren a puertos chinos, algún burócrata en el Departamento del Tesoro seguirá actualizando las listas de sanciones. Como los monjes medievales que copiaban manuscritos, mientras, fuera, las murallas de su monasterio ya habían sido derribadas». Abrió la ventana. La luz del mediodía entró a cuchillazos. Sintió el calorcito maracaibero y dijo: «La historia tiene un sentido del humor negro, camarita. Declararon muerto a un país, y ese país terminó firmando el certificado de defunción de su moneda. En el fondo, es justicia poética: el petróleo que quisieron robar, termina pagando su funeral». Y como leyendo un epitafio se le escuchó recitar: «El imperio que declaró muerta a una nación hoy contempla, en el espejo de su propia moneda desvanecida, el reflejo de su decadencia. Venezuela no resucitó: simplemente demostró que la muerte que le diagnosticaron era, en realidad, la proyección de su propio miedo a dejar de ser necesario. En el tablero geopolítico del siglo XXI, el movimiento más audaz no es conquistar, sino volverse indispensable en la derrota ajena. Y Caracas, sangrando pero erguida, acaba de dar la lección que Washington nunca quiso aprender: que en la economía de las sanciones, el castigado termina enseñando al verdugo cómo se escribe su propio epitafio». El ventilador siguió girando…, lento… como el final de una era que no quiere admitir que ya terminó.

Los números del terremoto silencioso - El acuerdo China-Venezuela (2025) establece compras crecientes hasta alcanzar 3 millones de barriles diarios para 2027. A precios conservadores (US$75/barril), representa flujos anuales de US$82.000 millones completamente en yuanes. Según el Instituto de Finanzas Internacionales, cada US$100.000 millones en comercio petrolero desdolarizado reduce la demanda global de dólares en aproximadamente 1,5%. Venezuela posee 303.000 millones de barriles en reservas probadas (18% del total mundial), superando a Arabia Saudita (298.000 millones) y Rusia (80.000 millones). La Faja del Orinoco contiene adicionalmente 235.000 millones de barriles en recursos contingentes, potencialmente la mayor acumulación de hidrocarburos pesados del planeta.

La arquitectura del sistema paralelo - China ha construido infraestructura financiera alternativa específicamente para eludir sanciones: (a) Sistema de Pagos Interbancarios Cross-Border (CIPS), con 1.400 instituciones en 109 países; (b) Acuerdos de swap de divisas con 40 países por 500.000 millones de dólares; (c) Petroyuán desde 2018, con futuros negociados en la Bolsa de Shanghai. Venezuela utiliza ahora CIPS para el 100% de sus transacciones petroleras con China. Paralelamente, los BRICS+ (que incluyen a Emiratos Árabes, Egipto, Etiopía, Irán) desarrollan mecanismos de comercio en monedas locales que ya cubren 23% del comercio intragrupo, frente a 13% en 2020.

El efecto dominó estratégico - El caso venezolano establece un precedente jurídico y operativo crítico: demuestra que es posible mantener producción y exportación petrolera masiva completamente fuera del sistema SWIFT y del dólar; Arabia Saudita ya destina 25% de sus ventas a China en yuanes (2024); Rusia opera 68% de su comercio exterior en monedas no occidentales; Irán mantiene el 100% fuera del dólar. El patrón consolida una bifurcación del mercado petrolero: Occidente en dólares/euros, Eurasia y Sur Global crecientemente en yuanes, rupias y rublos. El FMI proyecta que la participación del dólar en reservas globales caerá del 59% actual a menos del 50% para 2030, el nivel más bajo desde la década de 1970.

 

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