Venezuela celebra la santidad de dos de sus hijos  

Vaticano canoniza este domingo al hijo de una barinesa y a una mujer consagrada a Dios como los primeros santos de Venezuela

Venezuela celebra la santidad de dos de sus hijos  
Venezuela celebra la santidad de dos de sus hijos  

Buenos Aires (Dimas J. Medina) Un hito histórico para Venezuela y para la Iglesia Católica, constituirá este domingo 19 de octubre, la canonización del doctor José Gregorio Hernández y la madre Carmen Rendiles, los primeros santos nacidos en tierra de Simón Bolívar.

Setenta y seis años debieron transcurrir, para que el pasado 25 de febrero de 2025, el Papa Francisco, en su lecho de enfermo en el hospital policlínico Gemelli de Roma, anunciara la canonización del célebre médico de los pobres José Gregorio Hernández, evento que este domingo se llevará a cabo en el Vaticano.

Un mes después de que “El Siervo de Dios” fuese anunciado como el primer santo venezolano y en el tercer beato de este país, la Santa Sede anunció el 31 de marzo de 2025 la canonización de otra beata venezolana, madre Carmen Rendiles, Madre María de San José (Laura Evangelista Alvarado Cardozo), beatificada el 7 de mayo de 1995 por el Papa Juan Pablo II. 

Tras la referida noticia, este histórico acontecimiento, largamente esperado por el pueblo venezolano, pasó a convertirse en un reconocimiento a la vida ejemplar y a las virtudes heroicas de un hombre que dedicó su existencia a aliviar el sufrimiento humano y a transmitir un mensaje de amor y esperanza. 

El proceso de beatificación del doctor José Gregorio Hernández se inició en 1949, cuando el arzobispo de Caracas, Monseñor Lucas Guillermo Castillo inició este largo periplo, que condujo al entonces Papa Juan Pablo II, a nombrar al doctor Hernández “Venerable” el 16 de enero de 1986.   

La otra beata es la Madre Candelaria de San José (Susana Paz Castillo Ramírez), beatificada el 27 de abril de 2008 por el Cardenal José Saravia Martins.

De Isnotú para todo el mundo

Hoy domingo 19 de octubre cuando conmemoramos los 106 años de su trágica muerte, el 19 de junio de 1919, José Gregorio Hernández Cisneros esperó 30 años para que se iniciara el proceso de su beatificación en 1949 y, 76 años después, toda Venezuela celebra su canonización, junto a la madre Carmen Rendiles.

Nacido en la trujillana población de Isnostú el 26 de octubre de 1864, Hernández además de médico, fue también un destacado científico, profesor, filántropo de vocación católica y franciscano seglar venezolano.

Primero de seis hermanos, José Gregorio era hijo de Benigno María Hernández Manzaneda y la barinesa oriunda del hoy municipio Pedraza, Josefa Antonia Cisneros Mansilla.

Durante su infancia, José Gregorio Hernández vivió en su pueblo natal, donde su madre se dedicaba a labores del hogar propias de la época y su padre era comerciante y dueño de un almacén de mercancías secas, víveres y farmacia. 

La madre del hoy Santo José Gregorio falleció en 1872 cuando él contaba con ocho años de edad. 

+Vida y obra de un santo venezolano

Desde que decidió estudiar medicina, José Gregorio demostró una gran inteligencia y una profunda vocación de servicio. Se graduó de médico en la Universidad Central de Venezuela y se especializó en París, donde se destacó por su excelencia académica y su compromiso social.

A su regreso a Venezuela, ejerció la medicina con pasión y entrega, especialmente entre los más pobres y desfavorecidos. Su consultorio se convirtió en un refugio para aquellos que no tenían recursos para acceder a la atención médica. 

José Gregorio no solo curaba enfermedades, sino que también brindaba consuelo espiritual y apoyo emocional a sus pacientes.

Además de su labor como médico, José Gregorio fue un hombre de profunda fe católica. Su religiosidad impregnó su vida y su trabajo, y se manifestó en su amor al prójimo y en su dedicación a los más necesitados.

Desde su muerte en 1919, Hernández se convirtió en una figura icónica en Venezuela y el mundo. Sus fieles le rezan en busca de sanación.

Su vida y su obra son un ejemplo de amor al prójimo, de entrega a los demás y de fe en Dios. 

Su legado perdura en el corazón de quienes lo veneran y de quienes han recibido los milagros de Dios bajo su intercesión.

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