¿Payasos o Sanguinarios? El callejón sin salida de EE.UU. frente a Venezuela
“En la guerra, la primera víctima es la verdad, pero la segunda suele ser la reputación del agresor.” ADAPTACIÓN DE ANACLETO
Por: Luis Semprún Jurado
La mañana en El Bohemio amaneció con una pregunta flotando entre el humo del café y el crujir de los periódicos: “¿Qué gana Washington con fingir una guerra que no se atreve a librar?” Anacleto, con la paciencia de quien ha visto caer imperios, se me acercó, me dio una palmada en el hombro, ajustó sus lentes y comenzó a desmontar el teatro. «Antes de comenzar con el tema que nos atañe hoy,» dijo en un tono afable, raro en él al inicio de su charla, «quiero ante nada agradecerles de corazón, el que estén aquí, como de costumbre, apoyando esta nueva forma de hacer periodismo interactivo. Antes le decíamos ‘radio bemba’ a la comunicación de boca a boca.» Hizo una pausa para encender un cigarrillo y continuó: «El hecho de que a un puñado de personas les importe lo que tengo que decir me llena de honor y humildad. Ustedes son la razón por la que sigo haciendo esto, y les agradezco de corazón que estén aquí. No tenían por qué estar aquí. Podrían haber estado en cualquier otro lugar, pero eligieron dedicar estos minutos a estar conmigo.» Bebió un sorbo de su café, y con aire conmovido agregó: «¡Gracias…, infinitas gracias!» El aire en El Bohemio estaba cargado. No era solo el humo de los cigarrillos o el aroma del café espeso; era el peso de una pregunta que flotaba en la mente de todos. Anacleto, con su mirada de halcón cansado, deja su taza sobre la mesa y encara al público. «Camaritas… ¿Qué va a pasar entre Estados Unidos y Venezuela? No pregunten sin pensar si habrá o no invasión. Pregúntense quién gana con que creamos que la habrá.» El pichón de periodista, siempre insidioso, soltó: «¿Pero no es eso lo importante…, saber a ciencia cierta que esperar?» Anacleto lo miró fijamente y con la paciencia que lo identifica respondió: «Lo primero es entender el escenario. Luego lo demás. Porque Washington no envía barcos y emite comunicados estridentes solo por deporte. Es un juego calculado de percepción para crear angustia y desasosiego, y tratar que Venezuela cometa un error. Un ataque militar convencional contra Venezuela sería un pantano sangriento, un Vietnam acelerado en el Caribe. El Pentágono lo sabe, la Casa Blanca, también, con un costo muy elevado.» Sacó su pañuelo a cuadros, se secó la frente y masculló: «Recuerden» señaló Anacleto, señalando un mapa imaginario: «Iraq tenía un ejército de papel; pero Venezuela tiene milicias populares, aliados poderosos y una geografía montañosa que se traga a los invasores. ¿El costo? Demasiado alto, incluso para el Tío Sam. Los gringos sueñan con Panamá, temen repetir Somalia y se les eriza la nuca cuando alguien nombra al Líbano. Pero aquí, en esta república tropical, se mezclan los tres: el territorio que no se deja, el pueblo que no se rinde y las alianzas que no se rompen. Por eso ladran, pero no muerden.» La profesora, hasta ahora callada, preguntó con voz fuerte: «Entonces, ¿por qué la retórica belicista? ¿Porque la sombra de la guerra suele ser más útil que la guerra misma?» Anacleto enumera en sus dedos, como repasando una lista de mercado: «Más Allá de los titulares estos son los tres escenarios reales: 1- El Amedrentamiento Estratégico, que es el más probable, cuyo objetivo es asfixiar sin invadir; sofocar la economía con sanciones, desgastar al gobierno con guerra mediática y aislar al país en foros internacionales. Es la estrategia del ahogo, no del disparo. Se busca doblegar la moral, no tomar Caracas con marines.» «Es más barato y menos sangriento» comentó el boticario. «Y más cobarde» remató Anacleto. «Recuerden a Sun Tzu: ‘La suprema excelencia en la guerra es someter al enemigo sin luchar’.» Hizo una pausa y señaló dos dedos: «2- La Apuesta Peligrosa, que no es otra cosa que el “ataque quirúrgico”. No una invasión total, sino un golpe limitado, para “extraer a Nico”, como a Noriega en Panamá. Un bombardeo a una instalación militar, un ciberataque masivo o una operación encubierta para desestabilizar. Es el escenario del «mensaje fuerte». Pero es una ruleta rusa: ¿cómo respondería Venezuela? ¿Y Rusia o China? El riesgo de escalada es enorme.» «Un misión trampa» murmuró el coronel retirado. «Como la de Bahía de Cochinos, pero con drones.» Anacleto asiente: «Y, como entonces, podría salirles el tiro por la culata.» Ahora señaló con tres dedos: «3- La Fantasía Catastrófica que es el caso de la “Invasión Total”, como Somalia en el 93. Es decir, es el escenario que vende periódicos y enciende las redes, pero el menos probable. Sería un suicidio político para cualquier presidente estadounidense. El costo en vidas, recursos y prestigio internacional sería colosal. Es el último recurso de un imperio desesperado, no de uno que calcula. Solo pasaría» sentenció Anacleto «si Washington pierde por completo la cabeza. Y aunque a veces lo parece, aún no lo han hecho.» El viejo periodista, que no había participado aún, carraspeó: «Esa es la vieja trampa de la “psicosis colectiva”. El mayor triunfo de esta guerra de comunicados es que nos tiene a todos hablando de lo que podría pasar, y no de lo que está pasando. Mientras debatimos sobre invasiones, se profundiza el bloqueo económico y se naturaliza la idea de Venezuela como una amenaza. ¿O no es así?» Anacleto asintió: «Decía Rousseau ‘Los pueblos, una vez acostumbrados a los amos, no pueden prescindir de ellos’. Afortunadamente nosotros no tenemos amo. Pero nos tienen corriendo detrás de un fantasma. Y mientras miramos al cielo, buscando aviones de guerra, nos están desangrando por la puerta de atrás. Es el viejo truco del mago: la mano derecha grita para que no veas lo que hace la izquierda.» El coronel retirado agregó: «Conclusión: Soberanía es no creer el cuento.» «Creen que el ruido de sables asusta a Caracas» comentó Anacleto. «y pintaron un éxodo presidencial, un líder escondido en un búnker… y lo que hay es Maduro plantado en la calle, rodeado de pueblo y con una bandera que les grita ‘resisto’. La narrativa colapsó en una sola imagen. Los mismos medios que días antes anunciaban una huida, ahora retransmitían una escena de soberanía popular. La guerra psicológica se estrelló contra un muro de realidad.» El coronel retirado se levantó, como para dar un discurso y dijo sonriente: «Creían que Maduro se iba a rendir, creían que iba a dejar tirado a su pueblo. Les ha salido mal. Creían además que Maduro en cuanto viese el portaaviones se iba a asustar e iba a claudicar… y no ha sido así.» La profesora, con aire de indignación comentó: «Y ahora han provocado una escalada en la que no veo ninguna salida buena de todo esto para Estados Unidos. Porque no fue solamente que Maduro no huyó, que no estaba escondido en un búnker, no fue solamente eso, sino que además apareció en mitad de Caracas rodeado de gente y ondeando nuestra bandera.» El viejo periodista soltó una carcajada y agregó: «Los vendepatrias estaban pintando a Maduro como traidor, que había vendido a la patria, que había huido, que se había ido a Cuba, que se había ido a La Habana, y… de eso pasamos a que salió Maduro en mitad del pueblo, en mitad de Caracas con nueva bandera venezolana y rodeado de todo el mundo. ¡No digo yo!» «La desinformación» continuó Anacleto «no es solo vender mentiras; es construir castillos en el aire con fines engañosos. Y ese castillo se derrumbó en vivo y en directo.» El boticario asiente y añade: «Y como decía Chávez, es un tigre de papel, pero con uñas...» Anacleto lo interrumpe con una sonrisa: «...atómicas, sí. Pero hasta el tigre más feroz piensa dos veces antes de atacar un avispero. Y este pueblo, camaritas, se ha convertido en el avispero más organizado del continente.» El pichón de periodista, siempre insidioso, aclara: «Mientras los halcones de Washington presionan por una intervención, los números cuentan otra historia. Una encuesta de Reuters revela que solo el 29% de los estadounidenses apoya el plan de usar el ejército sin debido proceso.» «Si van a violar su Constitución, el derecho internacional y todo principio de soberanía» ironizó Anacleto, «que al menos tengan el valor de declarar abiertamente que buscan un cambio de régimen. Pero ni para eso les da la cara. La justificación de la “lucha antidrogas” es un guión desgastado que se desmorona ante la evidencia: no se combate el narcotráfico asesinando personas en el mar, ni con un portaaviones. Menos aún con uno que ha sido vapuleado en el Mar Rojo por milicias yemeníes.» «Es el mismo libreto de Irak, Libia y Siria» recordó el boticario desde su mesa. «Y miren cómo terminaron esos países» respondió Anacleto: «en escombros, con crisis humanitarias y con el prestigio de EEUU por los suelos.» Levantó la mirada y la paseó por la de todos los presentes y como pensando en algo, dijo: «Washington está atrapado en su propia trampa. Como reconoce incluso CNN, Trump sopesa los riesgos de una campaña militar prolongada. El análisis del teniente coronel retirado Daniel Davis es contundente: quienes piden guerra desde un escritorio no saben lo que es perder compañeros en combate. Si no actúan, quedan como payasos» concluyó Anacleto: «Si actúan, quedan como sanguinarios. Es un callejón sin salida fabricado por su propia arrogancia.» El coronel retirado nuevamente intervino con: «¿Entonces la conclusión es: la Resistencia como Única Geopolítica? ¿Creen que la salida para Venezuela está en esperar un milagro diplomático, y no en consolidar lo que ya demostró: la unidad pueblo-gobierno como disuasivo más poderoso?» Anacleto miró al coronel con una sonrisa que contenía siglos de historia latinoamericana: «Coronel, nuestro Simón Bolívar decía: “Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción.” La resistencia no es nuestra única opción... es nuestra tradición. Desde Bolívar frente al Imperio español hasta hoy frente al norte revuelto y brutal que describió Martí. La diferencia es que ahora tenemos algo que ellos subestiman: memoria.» El sindicalista, que había estado callado, señaló: «Mientras Washington calcula costos, Caracas debe seguir fortaleciendo su inmunidad psicológica, diplomática y militar.» «Al final», remató Anacleto, «la historia no la escriben los que tienen más portaaviones, sino los que resisten con más dignidad.» El silencio en El Bohemio fue más elocuente que cualquier aplauso. La duda había mutado en certeza. Anacleto apuró su café y se levantó, dejando una última idea sobre la mesa, como un desafío: «Entonces, la pregunta que debemos hacernos no es si habrá o no una invasión. La pregunta es por qué estamos tan dispuestos a creer que la habrá. La verdadera defensa nacional no son solo los misiles y los fusiles; es la inmunidad psicológica contra la guerra de propaganda; es entender que hoy, la primera línea de batalla no está en el mar Caribe, sino en nuestra capacidad de discernir entre una amenaza real y un teatro de operaciones montado para el control geopolítico. Recuerden lo que decía Galeano: “Las guerras mienten. Ninguna guerra tiene la honestidad de confesar: ‘mato para robar’.» Apagó lentamente su cigarrillo y dejó que su voz se oyera como un murmullo: «Venezuela debe prepararse para lo peor, sí…, pero creer en lo mejor: en que la cordura y el altísimo costo de la locura pueden, todavía, disuadir a los amos de la guerra. La patria se defiende con fusiles, pero también con cerebros que no se dejan hipnotizar por el ruido de los sables. Recuerdo lo dicho por el Gabo: “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”.» El silencio se adueñó de El Bohemio. Afuera, la ciudad seguía su ritmo. La duda ya no flotaba; se había transformado en una certeza incómoda: el mayor peligro, a veces, es creer el cuento que te cuenta tu enemigo. Entonces Anacleto soltó una frase para el recuerdo: «Cuando un pueblo deja de creer en los fantasmas que le pintan, comienza a escribir su propia historia. Venezuela acaba de dar esa lección al mundo: la soberanía no se negocia, se ejerce.»
CONTEXTO GEOPOLÍTICO - El manual de intervención estadounidense sigue patrones que el National Security Archive ha documentado por décadas: la creación de zozobra psicológica antecede al 78% de las operaciones militares realizadas desde la Guerra Fría. En el caso venezolano, el guión recuerda a Nicaragua en los 80 y a Irak en 2003, pero con variables que Washington no controla: la coordinación militar con Rusia consolidada en los acuerdos de defensa de 2024, el respaldo chino en el Consejo de Seguridad y la experiencia asimétrica de Cuba como asesor permanente. John Mearsheimer lo sintetizó magistralmente en The Tragedy of Great Power Politics: “Cuando las potencias secundarias tejen alianzas entre sí, el costo de la hegemonía se vuelve prohibitivo.” Eso es exactamente lo que ocurre hoy: cada barco estadounidense en el Caribe envía un mensaje a Moscú y Pekín antes que a Caracas. Venezuela dejó de ser un “blanco periférico”: su red de alianzas estratégicas, sumada a su capacidad de movilización popular y a un territorio difícil de ocupar, eleva el costo de cualquier intervención por encima de lo que calculan los “think tanks” de Washington. La Casa Blanca puede fabular “crisis inminentes”, pero ya no puede ignorar que el tablero cambió.
DATOS DE PERCEPCIÓN PÚBLICA - La encuesta de Reuters que muestra apenas 29% de apoyo ciudadano a operaciones militares sin debido proceso se inserta en una tendencia de largo aliento: según el Pew Research Center, la confianza en las Fuerzas Armadas de EE.UU. para “resolver conflictos internacionales” cayó del 65% en 2003 al 38% en 2024. Entre jóvenes de 18 a 35 años, el respaldo a intervenciones en el extranjero no supera el 22%, lo que evidencia un rechazo generacional a la vieja doctrina del “policía del mundo”. El paralelo con Vietnam es inevitable: cuando The Washington Post publicó los Pentagon Papers en 1971, la credibilidad militar se desplomó al 36%; hoy ronda el 28%, un mínimo histórico. Peor aún para Trump: el movimiento de veteranos Bring Our Troops Home, liderado por figuras como Daniel Davis, ya reúne 45.000 miembros con capacidad de lobby real contra nuevas guerras. El desgaste de la credibilidad imperial, suma de fatiga social, traumas bélicos y cinismo mediático, se ha convertido en un factor disuasivo tan determinante como los sistemas de defensa venezolanos, de origen ruso, S-300 apuntando al cielo.
ANÁLISIS MILITAR COMPARADO - El teniente coronel Daniel Davis encarna una corriente creciente dentro del propio aparato militar estadounidense que rechaza las aventuras imperiales. Su informe Lessons from Afghanistan advertía: “Las guerras del siglo XXI no se ganan con portaaviones, sino con legitimidad.” Sus números son demoledores: según RAND Corporation, invadir Venezuela requeriría 250.000 soldados, cinco veces más que Afganistán, con pérdidas estimadas en 3.000 bajas mensuales en un escenario conservador. En defensa, Venezuela aprendió de Libia e Irak: sistemas S-300 con alcance de 150 km, drones iraníes Shahed-136 capaces de saturar defensas aéreas, milicias territoriales de 500.000 miembros entrenadas en tácticas de “enjambre”, y una doctrina de guerra híbrida estudiada por el International Institute for Strategic Studies (IISS). La ecuación cambia radicalmente: los aviones no stealth son vulnerables, los buques estadounidenses no son invulnerables a los misiles rusos operados por Venezuela, y el terreno, selva, montaña, densidad urbana, favorece la resistencia prolongada. La ‘defensa integrada’ (milicia + fuerzas regulares + inteligencia popular) multiplica por diez el costo de cualquier ocupación. En otras palabras: Venezuela es hoy el peor candidato del hemisferio para una intervención rápida, limpia o políticamente sostenible.
Para recibir en tu celular esta y otras informaciones, únete a nuestras redes sociales, síguenos en Instagram, Twitter y Facebook como @DiarioElPepazo
El Pepazo






