Las bombas lanzadas sobre barcas del Caribe no combaten la droga… combaten la soberanía

«La muerte es la última bandera que enarbola el déspota con corona rota.» HONORÉ DE BALZAC

Las bombas lanzadas sobre barcas del Caribe no combaten la droga… combaten la soberanía

Luis Semprún Jurado

El Bohemio olía a sal marina, a café recalentado y a tabaco de olvido. Anacleto se acomodó detrás de su sombrero, apoyó los codos sobre la mesa curva, y firmó con la mirada la llegada del que trae noticias incómodas. El humo de su cigarrillo envolvía su rostro como la niebla cubre los crímenes en alta mar. «Traigan el mapa,» ordenó, desplegando sobre la mesa una cartografía naval del Caribe marcada con cruces rojas. «Cada cruz es un peñero hundido. Cada nombre, una familia rota. ¿Saben lo que une a Puerto Carreño con Alta mar? No son rutas de narcotráfico… son rutas de la muerte legalizadas.» «Camaritas…», continuó con voz grave, «hoy les hablaré sobre lo que el mar guarda en silencio, mientras los altavoces de la guerra proclaman “combate al narcotráfico”. Pero ese combate tiene víctimas y tiene silencios. Y ambos claman justicia. Este relato se mete en la oscuridad: en los últimos meses, aviones o drones lanzaron misiles o bombas en alta mar, en el mar Caribe, en la zona marítima entre Venezuela e islas vecinas, destruyendo barcazas o peñeros que Washington afirma transportaban drogas según FactCheck.org y The Guardian. Las cifras oficiales señalan al menos 61 muertos en 14 operaciones desde septiembre de 2025. (FactCheck.org). Pero las familias de las víctimas dicen otra cosa: que eran pescadores, que aquel día salieron con redes y motor, que la radio quedó muda y la barca hundida. En la costa de Trinidad y Tobago lloran a Chad Joseph, pescador de Las Cuevas, desaparecido tras una de esas “intervenciones”, de acuerdo a AP News. ¿Y saben cuál es el problema?», preguntó Anacleto delante del boticario que removía el azúcar sin mirarlo. «Que este tipo de acción militar se vende como “agresión al crimen” cuando en realidad camina por la delgada línea de lo permitido. La ONU lo dijo sin ambages: estas ofensivas de EEUU contra embarcaciones en el Caribe son “inaceptables” y pueden constituir asesinatos extrajudiciales. (AP News). Nadie acusa al pueblo estadounidense. El enemigo no es el ciudadano común, sino los intereses que deciden a quién bombardear desde un escritorio en Washington.» El pichón de periodista alzó la mano: «Pero maestro, si eran “narco-barcos”, ¿qué tienen que decir las defensas legales?». Anacleto exhaló humo lento. «Eso, muchacho… esa es la segunda clave. La guerra al tráfico se vende como conflicto militar, pero el derecho internacional lo ve como asunto policial. No puedes lanzar bombas sin juicio solo porque dices “narco”. Según análisis, el sistema legal de EEUU no tiene evidencia pública de que esos barcos fueran objetivos legítimos. (The Atlantic). Washington dice que combate al narcotráfico que daña a su país; pero no muestra pruebas, ni una. Las mismas fuentes que lo defienden omiten que las rutas de la droga pasan por el Pacífico, no por el Caribe. ¿Defensa? No, distracción.» El viejo periodista comentó: «El 14 de marzo de este año, la embarcación ‘Esperanza’ zarpó de la Guajira con 12 pescadores. Solo uno sobrevivió. La Armada de EEUU reportó ‘enfrentamiento con narcotraficantes’. Sin embargo, los forenses colombianos encontraron 28 impactos de bala calibre 50… en la espalda, de acuerdo al Informe de la Dirección General Marítima de Colombia (DIMAR, abril 2025) y a Documento desclasificado de la Armada venezolana: “Patrullera USS Freedom operó sin notificación”.» Con voz sombría, Anacleto agregó: «Disparar a un peñero desde un destructor es como matar una mosca con un cañón… pero aquí la mosca era un pescador llamado Reinaldo José González, de 54 años, cuyo único ‘delito’ fue pescar en aguas profundas.» La profesora se levantó y mostró unos documentos: «De acuerdo a la sección ‘Maritime Drug Threat’ del Manual de Procedimientos de la DEA, se clasifica como narcoterrorista cualquier embarcación con más de 200 kg de combustible...  ¡el consumo normal de un peñero en 3 días!» Anacleto encendió un cigarrillo y se quedó mirando como el humo era atraído por las aspas del viejo ventilador. Se volteó y dijo: «Y mientras la comunidad internacional habla, EEUU se tapa los oídos. Ejemplos sobran: México: ‘Violación flagrante de soberanía’. Brasil: ‘Actos contrarios al DIH’. Hasta el Consejo de Seguridad debatió el caso y lo condenó… mientras la flota del Comando Sur realizaba nuevos ‘ejercicios de interdicción’. Hasta una resolución del Parlamento del Mercosur exigió fin de operaciones armadas en aguas jurisdiccionales.» El coronel retirado comentó enojado: «Washington juega al ajedrez geopolítico con piezas que son cadáveres flotantes.» Entonces, Anacleto introdujo un hilo de elevada relevancia: «¿Qué se oculta bajo la excusa del narcotráfico? Porque mientras el mundo mira la pirotecnia marítima, otro capítulo se escribe en la penumbra. Los recursos naturales, el control del Caribe, la hegemonía del dólar, la ruta del petróleo latinoamericano: todo eso. Venezuela, con su petróleo, minerales y alianzas con Rusia, China, Irán e India, se convierte en actor que puede alterar el tablero global. Y para quien lidera los barcos y portaaviones, eso es un riesgo mayor que un laboratorio de cocaína.» Bebió un sorbo del café que le acababan de servir, quemándose los labios. Sin embargo levantando la voz un poco gruñó: «Así que, camaritas, les voy a dar tres razones por las que este asunto les debe importar a ustedes, y a todos: Uno.- Porque si la justicia desaparece en nombre del combate al narcotráfico, mañana cualquiera de nosotros puede ser “objetivo”. Dos.- Porque si una nación es sitiada por operaciones militares sin transparencia, la soberanía muere en silencio. Tres.- Porque cada pescador que desaparece en la oscuridad del mar es una señal de que el libreto de distracción está funcionando: ruido afuera, errores dentro.» Hizo una pausa y miró al viejo periodista. «¿Una historia humana?», preguntó. El periodista asintió, y Anacleto se inclinó. «Allá, en la costa de una isla caribeña, la viuda de un hombre llamado José Ramírez limpió su aparejo de pescar por última vez. Su marido salió para cubrir la faena de la mañana, nunca volvió. Le dijeron que “era narcotraficante”, no que “era pescador”. ¿Quién investiga a los muertos que no tienen nombre en los informes? Nietzsche dijo que Dios había muerto... pero se equivocó de cadáver. El Dios que realmente ha muerto es el de la ley internacional, el de los derechos humanos, el de la compasión básica.»  El silencio en el salón fue denso, lo que Anacleto aprovechó para añadir, ya más grave: «Este circo militar-naval no se monta porque la amapola crece o porque la cocaína explota en EEUU. Se monta porque Venezuela busca vender petróleo en otra moneda, porque se habla de unir recursos en otro bloque, porque el dólar podría perder su trono. Y cuando eso sucede, lanzas barcos, lanzas bombas, y luego anuncias victoria. Pero la victoria está escrita en contratos que nadie muestra». Un murmullo entre los asistentes. Anacleto lo vio, y bajó la voz: «Y ahora la gran pregunta que ninguno de los titulares va a responder: ¿Por qué esa obsesión con nuestras aguas? ¿Por qué no concentran esas flotas en las rutas pacíficas, donde la investigación independiente dice que sale más del 70 % de la cocaína hacia el norte según Wikipedia?». El boticario, indignado, exclamó: «Entonces ¿es seguro que no es por la droga?». «Justamente, camarita», sentenció Anacleto, «no es por la droga. Es por la renta. Es por el recurso que subyace. Y mientras los pesqueros siguen hundiéndose, los titulares anuncian “narcoguerra victoriosa”. ¿Y la legalidad? ¿Y el derecho internacional? Ahí quedan, como redes rotas en el mar. Y entonces, ante el parao que les dieron China y Rusia hundieron unas barcazas en el Pacífico como para disimular y justificar.» El pichón de periodista se armó de valor y preguntó: «Entonces, maestro..., ¿qué podemos hacer?» «¿Qué hacer?» refunfuñó con asombro,  «¿Se preguntan qué hacer frente a este monstruo con uniforme de marina?...  Esta es mi propuesta: Primero: Que las familias de las víctimas demanden a EEUU en cortes internacionales, en  un Tribunal Popular Internacional, con abogados patrocinados por los Estados afectados; Segundo: Aplicar un “boicot naval” a EEUU, prohibiendo el reabastecimiento de buques estadounidenses en puertos latinoamericanos; Tercero: Crear una red de periodistas comprometidos, que transmitan en vivo cada intercepción y Cuarto: Levantar un monumento con los nombres de todos los asesinados frente a cada embajada yanqui, como representación de Memoria Activa.» Se quitó los lentes para limpiarlos y continuó: «No se trata de antiamericanismo… No, se trata de que ningún poder tenga derecho a convertir nuestro Caribe en un cementerio sin lápidas. La próxima vez que un destructor apunte sus cañones a un peñero, que sepa que el mundo entero lo está mirando y que tendrá consecuencias que resolver.» Ya para cerrar, Anacleto se levantó, recogió su portafolio y respiró profundo: «Si yo tuviera una recomendación para ustedes sería simple: exijan que cada operación tenga nombres, detenciones, juicios transparentes; que cada pescador ahogado tenga nombre, que cada misil lanzado tenga justificación clara. No se tiene que creer lo que el energúmeno “felon convicted”, reconocido por sus mentiras, diga: debe haber pruebas. Y cuando un barco desaparece sin evidencia, debe haber rendición de cuentas.» Finalmente, se inclinó, y dijo con voz firme: «Recuerden lo que dijo Balzac: “El hombre de negocios ve lo que gana; el estadista ve lo que pierde”. Lo que se pierde hoy no es solo la vida de un pescador: es la credibilidad del derecho, la soberanía del mar y la transparencia de la guerra. Y entonces la pregunta queda flotando en las olas: ¿Quién responderá por los muertos que el Caribe nunca lloró?».

La voz de la ONU y el derecho internacional - La Oficina de Derechos Humanos de la ONU advirtió con claridad y firmeza que los ataques dirigidos por EEUU contra embarcaciones en el Caribe y el Pacífico, supuestamente usadas para el narcotráfico, podrían constituir ASESINATOS EXTRAJUDICIALES y “violar el derecho internacional de los derechos humanos”. En su comunicado, el Alto Comisionado Volker Türk solicitó una moratoria inmediata de dichas acciones y pidió a Washington rendir cuentas. Este es un giro relevante: no se discute la droga, sino el método. Los principios de presunción de inocencia, transparencia, exigencia de pruebas y proporcionalidad quedan en entredicho cuando la bomba se convierte en sentencia.

Datos que derrumban el guion oficial - Organismos como FactCheck.org han señalado que las autoridades de EEUU no han presentado una sola evidencia de que las embarcaciones atacadas transportaban droga o que sus ocupantes hubieran disparado contra fuerzas de EEUU. Además, análisis de medios especializados aclaran que las rutas del narcotráfico marítimo hacia Norteamérica pasan mayoritariamente por el Pacífico, y que la presencia naval en el Caribe cobra sentido cuando se incluye el factor de control geoestratégico. Estos datos alteran la narrativa oficial: si no es tráfico… ¿qué es entonces?

Tres razones por las que esto nos compete - Primero, porque si la soberanía marítima de un país medianamente débil es vulnerada sin debate global, el precedente abre la puerta a que las reglas del derecho se suspendan en cualquier mar. Segundo, porque la utilización de la etiqueta “narco-terrorista” para negar detención y afectar barcos enteros redefine la frontera entre policía y guerra, y ya sabemos que guerra sin control refinado es matanza sin nombre. Tercero, porque cada pérdida humana atrás del titular se convierte en una señal de que la distracción funciona: bombas y portaviones para que no veamos los contratos, las rutas del petróleo, el cambio de moneda, el golpe al dólar.

 

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