Cuando el imperio juega con fósforos sobre el Caribe

“No hay tiranía más grande que la que se ejerce a nombre de la libertad.” RÓMULO GALLEGOS  

Cuando el imperio juega con fósforos sobre el Caribe

Luis Semprún Jurado

Hoy El Bohemio está más lleno de lo habitual. En la radio, una voz nasal anuncia con orgullo que “buques de Estados Unidos patrullan el Caribe para garantizar la estabilidad democrática”. Anacleto alzó la vista por encima de sus lentes de carey, dejó el cigarrillo en el cenicero y exhaló despacio, como si el humo pudiera dibujar su pensamiento. Me miró en una especie de sonrisa que no pude descifrar. «Camaritas…» dijo con esa cadencia que hace callar al salón. «Ya ni siquiera se molestan en inventar nuevas mentiras. Antes, los yanquis tenían la “decencia” de disfrazar sus guerras de caridad o democracia. Hoy ni eso: simplemente anuncian que vienen por lo que creen suyo.» Un murmullo corrió entre las mesas. Afuera, la mañana olía a lluvia y café recién molido. «Los días en que Washington podía justificar cualquier invasión con un eslogan están llegando a su fin» continuó Anacleto. «Su mito del destino manifiesto se está derrumbando. Y lo peor es que ni se dan cuenta.» El boticario, con voz algo incrédula, preguntó si se refería a Venezuela. Anacleto asintió con gesto grave. «Claro, camarita. Venezuela es el espejo donde el imperio ve su decadencia. Allí ya no mandan los embajadores ni los portaaviones. La llegada de la armada rusa a nuestras costas no fue una provocación, sino una advertencia. Un aviso de que el mundo cambió, y que el poder ya no se reparte desde una sola capital.» Encendió otro cigarrillo. La brasa roja parecía una pequeña frontera encendida entre la retórica vieja y la realidad nueva. «El viejo Trump cree que puede torcer el destino de los pueblos con sanciones, aranceles y amenazas, como quien aprieta un botón en Wall Street. Pero olvida que su personalidad autoritaria, obsesionada con la fuerza, conduce inevitablemente a la mentira y, después, a la guerra. Y la guerra, camaritas, ya no la ganan los que más gritan, sino los que mejor piensan.» Apoyó el codo sobre el portafolio de cuero agrietado y citó, con voz reposada«“El más fuerte nunca es bastante fuerte para ser siempre el amo, si no transforma su fuerza en derecho y la obediencia en deber.”, decía Jean-Jacques Rousseau. Eso hacía Estados Unidos: convertir su fuerza en derecho. Pero hoy su derecho es una caricatura. Venezuela resiste, y en esa resistencia no está sola. Rusia, China, Irán, India… y cantidad de pueblos latinoamericanos y del caribe, todos forman parte de un nuevo tablero donde la hegemonía unipolar es apenas un recuerdo de la Guerra Fría.» El coronel retirado, esta vez sentado en la barra, masculló que aquello parecía una reedición de la Guerra de los Mundos. Anacleto sonrió. «No, camarita. Es la guerra de las narrativas. Antes los yanquis inventaban historias para justificar bombardeos. Ahora ni siquiera se esfuerzan y la realidad los desmiente: Venezuela sigue de pie, con su petróleo, su pueblo y sus aliados. Eso, para el “felon convicted”, es un pecado imperdonable, una afrenta, una osadía.» El ambiente se tensó un poco. Afuera caía una llovizna obstinada. Anacleto prosiguió con tono más reflexivo: «Washington sigue viendo a América Latina como su patio trasero. Cree que puede dictar obediencia con sanciones, sin entender que cada castigo multiplica la resistencia. Venezuela ya no es un actor aislado, sino un nodo estratégico que une el Caribe, Sudamérica y la influencia euroasiática. Cada maniobra de la armada rusa, cada inversión china, cada barril de petróleo enviado a India, son parte de una red que limita el poder del imperio.» Exhaló el humo de sus pulmones y continuó: «Y todo esto, camaritas, no ocurre por azar. Nicolás Maduro, que aprendió de Chávez el arte de la resistencia y del ajedrez diplomático, ha sabido jugar sus cartas con prudencia. No es improvisación: es cálculo. Quien fue canciller por años conoce los pasillos del poder mundial, y sabe que el respeto no se exige a gritos, se construye con alianzas. Por eso ha convertido la presión en política de Estado, y el bloqueo en motor de soberanía.» El viejo periodista lo interrumpió: «¿Entonces tú crees que Rusia está defendiendo la soberanía venezolana?» «No, camarada» respondió Anacleto, «Rusia defiende su propio interés, pero al hacerlo nos enseña algo: que la soberanía se protege en compañía, no en soledad. Moscú no vino a atacar, vino a equilibrar. Esa es la diplomacia del siglo XXI: mostrar el poder sin usarlo. En eso los rusos aprendieron bien el arte de Maquiavelo.» Se inclinó hacia él y citó casi en un susurro: «“Los hombres olvidan antes la muerte de su padre que la pérdida de su patrimonio.” - Nicolás Maquiavelo.» «Washington lo sabe» prosiguió. «Por eso no perdona a Venezuela: porque su petróleo dejó de ser patrimonio de ellos y ahora es carta de poder. Cada barril que sale de nuestras costas hacia Asia es una declaración de independencia.» Pidió otro café y encendió un nuevo cigarrillo. «Los ‘think tanks’ en Washington siguen creyendo que pueden someter a Venezuela a punta de sanciones. Pero ¿qué han logrado? Solo que Caracas se acerque más a Moscú y Pekín. El error es creer que la presión económica sustituye a la diplomacia. El resultado ha sido el contrario: la presión ha parido alianzas. Y cada nueva alianza erosiona la hegemonía yanqui.» La profesora alzó la voz y preguntó: «Pero Anacleto, ¿no teme usted que esa presencia rusa traiga consecuencias, que provoque una guerra?» Anacleto la miró fijamente, con esa calma suya que intimidaba más que un grito. «La guerra ya existe, mi estimada profesora. Solo que ahora no se libra en trincheras, sino en los mercados, las rutas marítimas y las redes de información. Los rusos lo entienden: no vienen a invadir, vienen a equilibrar. La flota frente a nuestras costas no es un desafío, es un mensaje. Y el mensaje es claro: el hemisferio occidental ya no tiene dueño.» Afuera, la lluvia convertida en aguacero golpeaba con furia los ventanales del café. Anacleto continuó: «Durante un siglo, Estados Unidos creyó que su poder era eterno. Pero la historia es un espejo: refleja las glorias pasadas y los rostros deformados del presente. Hoy, ese espejo le devuelve la imagen de un imperio cansado. Y mientras Washington lanza sanciones, Caracas fortalece acuerdos energéticos y militares con Moscú y Pekín. El petróleo ya no es un botín, es un escudo. El poder se ha vuelto multipolar, aunque los viejos halcones sigan mirando el mapa con nostalgia colonial.» Se detuvo un momento, para mirar la lluvia. «“La mentira es el recurso de quienes no tienen nada más que ofrecer”, decía Balzac. Y eso es lo que vemos: un imperio agotado repitiendo mentiras, mientras otros tejen estrategias. Ya no pueden fingir que defienden la libertad, porque el mundo ve su hipocresía al desnudo.» «¿Y cuál es la salida entonces?» preguntó el pichón de periodista, desde una mesa vecina. Anacleto sonrió. «La salida es entender el nuevo equilibrio. Venezuela no necesita tutores, necesita aliados. La soberanía no se mendiga, se ejerce, como escribió Galeano. Y ejercerla significa diversificar relaciones, aprovechar la multipolaridad, y dejar de pedir permiso para existir.» Dejó el cigarrillo consumirse hasta el filtro. Su voz, al final, tenía un tono casi profético: «Camaritas… despierten. El imperio ya no dicta las reglas. Venezuela dejó de ser la víctima para convertirse en referencia. Los barcos rusos no son amenaza, son espejo: muestran que la independencia puede protegerse con estrategia, no con discursos. El que no entienda eso seguirá creyendo que la historia se escribe en inglés, cuando en realidad, hace rato cambió de idioma.» Frunció el ceño y continuó.  «No lo digo yo, lo dijeron ellos. Putin fue claro: ‘El Caribe debe ser una zona de paz, no un tablero de provocaciones.’ Y Xi Jinping lo respaldó: ‘Latinoamérica no es patio de nadie, sino casa de sus pueblos.’ Dos frases que parecen poesía política, pero en realidad son advertencias. Si Washington las ignora, no será por falta de claridad, sino por arrogancia.» El silencio se hizo espeso en el Bohemio. Anacleto lo aprovechó para decir casi en susurro: «Camaritas… Nicolás no puede ser invisible en un relato donde él ha sido arquitecto y ejecutor de la política multipolar venezolana, con base en su experiencia como canciller. Nicolás no habla de guerra, habla de paz, pero no de esa paz que se implora, sino de la que se impone con dignidad. Ha repetido, una y otra vez, que Venezuela no será base ni botín de nadie. Y en eso, lo respaldan dos gigantes que ya levantaron la voz.» Tomó su sombrero para acomodarle el ala, se levantó despacio y dijo esa frase, esa que siempre deja flotando como sentencia: «Porque quien sigue mirando desde arriba… corre el riesgo de terminar mirando al mar, con sus mentiras agotadas y su poder a la deriva.»

Mientras Washington acumula sanciones —más de 150, según el propio Congreso estadounidense—, Venezuela amplía su comercio petrolero con China e India, desafiando las predicciones del Atlantic Council que juraban el colapso económico. Los informes de Reuters (octubre 2025) confirman que las exportaciones se mantienen estables. El bloqueo, más que debilitar, consolidó alianzas. Caracas aprendió a sobrevivir con inteligencia logística: vender a quien compra y resistir a quien castiga. Su repunte hoy lo catalogan como un milagro. The Tricontinental estima que entre 2017 y 2024 las sanciones provocaron pérdidas de 226 mil millones USD (~213 % del PIB), pero no alteraron la estructura política del país (thetricontinental.org).

La llegada de la Flota del Norte rusa a La Guaira no fue una bravuconada. Según RFE/RL (julio 2024), Moscú “mostró la bandera” en una maniobra cuidadosamente medida. En Moscú y Pekín la consigna es clara: el Caribe es zona de paz. Washington lo llama “provocación”; los latinoamericanos lo entienden como equilibrio. En esa tensión, Venezuela es el epicentro de una diplomacia que ya no se arrodilla. Reuters reportó el 5 de octubre de 2025 que Rusia condenó un ataque estadounidense a un barco cerca de Venezuela, alertando de una posible escalada regional (reuters.com). Los acuerdos energéticos firmados en 2025 entre Caracas y Beijing consolidan la inversión china en el Arco Minero, infraestructura eléctrica y refinación petrolera. Un informe del Energy Policy Institute advierte que esta cooperación “reduce la dependencia hemisférica del dólar”. Lo que para Washington es amenaza, para América Latina es oportunidad: una ruta hacia la autonomía real. El Consejo Atlántico reconoce que las sanciones de “máxima presión” favorecieron a adversarios de EE.UU. y reforzaron el rol energético de Venezuela (atlanticcouncil.org).

Veamos las sanciones y su fracaso: Según el “Congressional Research Service, hasta junio 2025 EEUU mantenía sanciones contra 151 personas y tres entidades venezolanas, sin lograr cambios de régimen (congress.gov).  Chatham House señala que las exportaciones de crudo venezolano permanecieron estables pese al restablecimiento de sanciones, demostrando su ineficacia (chathamhouse.org). Por eso la presencia militar rusa cambia la ecuación: Dos buques de la Flota del Norte rusa atracaron en La Guaira el 2 de julio de 2024 tras ejercicios atlánticos, en maniobra descrita como “mostrar la bandera” (rferl.org). El CSIS advierte que Moscú busca desafiar la zona de influencia estadounidense en el Caribe como respuesta a la expansión de la OTAN (csis.org). Venezuela se ha convertido en un nodo estratégico. Columbia University analizó que las nuevas tarifas petroleras de EE.UU. afectarán producción y exportación, empujando a Caracas hacia nuevos aliados (energypolicy.columbia.edu). El Consejo Atlántico reconoce que las sanciones de “máxima presión” favorecieron a adversarios de EE.UU. y reforzaron el rol energético de Venezuela (atlanticcouncil.org). Al Jazeera informó que Venezuela desplegó barcos y drones tras la llegada de buques estadounidenses al Caribe, reforzando su defensa marítima (aljazeera.com).

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