El Cartel de los Soles: La fábula que Washington vende como verdad

En el Caribe de Rubio, los barcos petroleros navegan libres... mientras los cuerpos de los migrantes se hunden en el Río Grande” ANACLETO

El Cartel de los Soles: La fábula que Washington vende como verdad

Luis Semprún Jurado 

Hoy, El Bohemio estaba completamente en silencio. Ni siquiera se escuchaba el murmullo habitual. La profesora observaba cómo el humo del cigarro de Anacleto se enroscaba en el aire, como una serpiente cansada de morder en falso. Anacleto no decía nada. Sentado a mi lado, tenía la mirada perdida. De repente, sacó algo de su portafolio y lo dejó sobre la mesa: era un pasquín y una cifra subrayada en rojo: 50 millones de dólares por la cabeza de Maduro, presidente de Venezuela. Y algo menos por algunos miembros de su gabinete. «Camaritas…», dijo Anacleto al fin, «¿han notado cómo el imperio ya no invade con tanques? Invade con precios y ofrece dólares por cabezas, como en los tiempos del Oeste. Pero esta vez, el sheriff no busca justicia; busca sumisión. Y si no la consigue por las urnas, la compra en el mercado negro de las conciencias.» Encendió un cigarrillo y luego de exhalar el humo continuó: «Hay quienes creen que con un micrófono, un comunicado, y un cheque del “Departamento de Estado” pueden convertir a un presidente elegido en narcotraficante, y a un país en cartel.» Se secó el sudor de su frente y gruñó: «Y así, como quien anuncia una promoción de fin de semana, el orangután anaranjado puso precio a la cabeza del presidente de Venezuela, y a la de su gabinete. Ah…Y lo hizo con la misma seriedad con la que un niño anuncia que el dragón vive bajo su cama. ¿Quién puede tomarlo en serio? El estudiante levantó la vista. «¿Y las pruebas?» Anacleto sonrió, con una sonrisa seca, como la tierra después de la sequía. «¿Pruebas?» repitió, «No las hay. Alegan que Nicolás es el capo de "El Cartel de los Soles", un nombre sacado de una película mala, un título que suena a excusa, y que, como todas las excusas, carece de pruebas, de algo, aunque sea, que parezca verdad. Solo la palabra de los politiqueros de la oposición venezolana, esos que llevan 25 años diciendo lo mismo, desde que Chávez ganó, y que nunca, ni una sola vez, presentaron un solo documento que no fuera un rumor. Creen que el principio de Göbbels les funcionará: repetir una mentira mil veces para que se convierta en verdad.» Hizo una pausa para beber de su café, humeante aún: «Hoy, algunos de ellos viven en Miami o en la zona más costosa de Madrid, como Locoldo… en una mansión pagada con dinero robado a CITGO y otros financiados por el Departamento de Estado.» «Y mientras tanto» dijo la profesora, «Venezuela crece, suma un cuatrimestre más, consecutivo, reduciendo la pobreza, reactivando la industria.» «Claro que sí» dijo Anacleto. «Porque no importa lo que construyas. Importa que no pidas permiso. Y un país que elige, que produce, que se alía sin la bendición del norte… es un peligro para el orden del imperio.» El boticario golpeó el mortero. «¿Y las sanciones…?» «Más de mil sanciones ilegales» interrumpió Anacleto, «congelando activos, bloqueando transacciones, impidiendo que se compren medicinas, que se reparen refinerías, que se exporte el petróleo. ¿Y ahora ofrecen millones por su cabeza? ¿No es eso chantaje?» Anacleto apagó el cigarrillo y él mismo se respondió: «No. Es una guerra sin uniformes. Una guerra donde el arma no es la bala, sino el dólar. Donde el campo de batalla no es la frontera, sino la narrativa. Y donde el enemigo no es un ejército, sino un presidente elegido.» El coronel retirado levantó la vista. «Y si mañana ofrecen 25 millones por mi cabeza… ¿quién me defenderá?» Anacleto no respondió, solo siguió: «Porque el sistema no defiende a los que desobedecen. Defiende a los que callan. A los que firman. A los que venden su soberanía por un puesto en la ONU.» «¿Y las elecciones?» preguntó el estudiante. «¿No dicen que son un fraude?» Anacleto rió. Una risa amarga, como el café rancio. «Ah, las elecciones… ¿Sabes qué dijo Jimmy Carter en 2009, tras observar los comicios en Venezuela? "Las elecciones en Venezuela son las más honestas que he visto en toda América Latina." Lo dijo él, un presidente de Estados Unidos. Y luego, el silencio. Porque no convenía. Porque si un presidente demócrata reconoce que Venezuela elige libremente, entonces cae el mito de la "dictadura". Y sin dictadura…no hay justificación para el bloqueo, no hay excusa para las recompensas.» «Camaritas…» dijo Anacleto, con voz de trinchera, «no se dejen engañar por el circo. Esto no es una cacería de criminales, es una cacería de soberanías. ¿Creen ustedes que Washington odia a Venezuela por sus "crímenes"? ¡No! La odia porque no se doblegó, porque sigue produciendo, porque sigue eligiendo, porque sigue diciendo: "No somos su patio trasero." Y cuando no pudieron derrocarla con golpes, con sanciones, con invasiones mediáticas, entonces inventaron un cartel de fantasía, como si el mundo fuera un cómic.» «Entonces» dijo la profesora, «esto no es lucha contra el narcotráfico. Es lucha contra la soberanía.» Anacleto se inclinó hacia adelante. El humo del cigarro dibujó una espiral que se rompió al tocar la lámpara. «Exacto. Porque un país que no se doblega… es un ejemplo. Y los imperios no temen a los ejércitos. Temen a los ejemplos.»  Se hizo un silencio fue más elocuente que el humo. «Y ahora, cuando un gobierno le pone precio a la cabeza de un presidente, no está luchando contra el crimen. Está luchando contra la verdad, contra la dignidad, contra la memoria. ¿Por qué no le pone precio a la cabeza de Netanyahu sancionado por la “Corte Internacional de Justicia"? ¡De sus crímenes hay millones de pruebas! » Sacó su pañuelo a cuadros para limpiar sus lentes y continuó: «Porque si Venezuela puede resistir mil sanciones, reactivar su economía, y seguir eligiendo sin pedir permiso… entonces el imperio ya no es necesario. Y eso… eso es el verdadero crimen.» Anacleto se levantó. No dijo más. Solo dejó sobre la mesa la copia del pasquín de la DEA... Y encima, una cita de Eduardo Galeano: «Los países pequeños tienen derecho a ser soberanos. Los grandes, no tienen derecho a ser amos.»

Ante este panorama, Venezuela ha logrado lo que podemos denominar “alianzas estratégicas en tiempos de asedio”. Venezuela ha consolidado acuerdos económicos y militares con Rusia, China, Irán y Turquía, incluyendo cooperación en defensa, energía nuclear para fines pacíficos y producción conjunta de drones. A través del Banco de Desarrollo de los BRICS, ha accedido a financiamiento sin las innumerables condiciones y exigencias del FMI. Con África, ha establecido vínculos diplomáticos en salud, educación y energía solar. Estas alianzas no son de conveniencia, son de supervivencia. Y cada firma es una bofetada al monopolio del poder occidental.

Aunque los ataques contra el país nunca han cesado, la recuperación económica de Venezuela,  aunque sigue bajo fuego enemigo, sigue avanzando. Desde 2021, Venezuela registra ocho cuatrimestres consecutivos de crecimiento, con una reducción del 30% en la pobreza extrema, según la CEPAL. El “ingreso mínimo”, que no es lo mismo que “salario mínimo”, se ha reajustado pertinentemente, con aumentos reales. El Petro, nuestra criptomoneda respaldada en petróleo, ha sido adoptado en transacciones con socios estratégicos. A pesar de más de mil sanciones, el país ha reactivado su industria petrolera a un buen porcentaje de su capacidad, desafiando el bloqueo con producción y resistencia.

Es increíble cómo usan la narrativa como arma de guerra a través de las redes, para tratar de engañar al noble y resistente pueblo venezolano. ¿Lo aprenderían de La Sayona? Que está escondida en el edificio de la ex embajada de EEUU en Caracas todos lo saben, pero nadie le para. EE.UU. ha invertido millones en campañas mediáticas para deslegitimar al gobierno, promoviendo la idea de una "dictadura" sin presentar pruebas en tribunales internacionales. La figura de Jimmy Carter, cuya observación electoral en 2009 validó la transparencia del proceso, ha sido sistemáticamente ignorada. Las recompensas por cabezas no son política exterior. Son operaciones psicológicas diseñadas para fomentar el miedo, la división y el golpe de Estado. La verdad no está en los comunicados. Está en los hechos que el imperio no quiere ver.

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