El día que murió Senna, le ví el rostro a la muerte

Hoy se cumplen 31 años de la muerte del astro brasileño del automovilismo. Ese mismo día, pero en Barinas, me atraganté con un pedazo de yuca y le vi el rostro a la muerte. Me topé con ella y, en mi desespero por salir de aquel oscuro momento, logré vencerla con la fuerza y generosidad de dos personas, a quienes Dios encomendó la misión de regresarme hacia la divina voluntad de seguir transitando entre ustedes. 

El día que murió Senna, le ví el rostro a la muerte
La muerte de Senna obligó a profundizar y cambiar las medidas de seguridad en el automovilismo. Foto Cotesía
El día que murió Senna, le ví el rostro a la muerte
El día que murió Senna, le ví el rostro a la muerte

Dimas J. Medina

Neuquén

El primero de mayo de 1994 le vi el rostro a la muerte. Me topé con ella y en mi desespero por salir de aquel oscuro momento, logré vencerla con la fuerza y generosidad de dos personas, a quienes Dios encomendó la misión de regresarme hacia la divina voluntad de seguir transitando entre ustedes.

Nunca olvidaré aquel domingo. Fue un día de muerte y resurrección, ya que aquella mañana cuando llegábamos a la sala redacción del hoy extinto diario El Espacio de Barinas, el hoy  desaparecido colega Germán Aranguren Zuleta nos recibió con una infausta noticia: La muerte del piloto brasileño de Fórmula 1, Ayrton Senna da Silva, en un fuerte choque durante una competición celebrada en el autódromo “Enzo e Dino Ferrari”, en Imola, Italia.

Yo era un “chamo” con poco recorrido en el periodismo barinés y para aquel entonces, estábamos súper entusiasmados por el desarrollo en nuestra ciudad, de los Novenos Juegos Deportivos Nacionales Juveniles, del que orgullosamente presté mis modestos servicios, primero como promotor de su comité organizador y, luego como inquieto periodista deportivo.

Mientras en la redacción del periódico nuestro jefe de redacción, Víctor Faneite lamentaba a cada instante el fatal suceso de aquel célebre piloto amazónico, yo por mi parte, reflexionaba sobre la vida y la muerte.

 ¡Qué significa la muerte!, me preguntaba callado mientras algunos tristes recuerdos invadían mi mente al son de “La Canción del Final del Mundo”, que con bullanguera alegría habíamos entonado la noche anterior con mis panas, en las tertulias que armábamos todas las noches, después de cada jornada, en la sala de prensa de Judenaba-94.  

Y como periodistas anfitriones de aquellos inolvidables juegos, no sólo ofrecimos a los centenares colegas que nos visitaron, nuestra hospitalidad y generosidad de aquella Barinas que destilaba alegría por su fiesta deportiva, sino que también dábamos riendas sueltas al buen humor zuliano.

Muchas horas de esparcimientos en la Sala Prensa que funcionó en el hotel Valle Hondo, se combinaban también con debates y ruidosas tertulias etílicas. Propios y extraños disfrutaron de nuestras alegres jornadas de trabajo en aquella recordada sala de prensa, a donde varias veces acudieron a compartir con nosotros, los amigos medallistas olímpicos Asnoldo Devonish y Alberto Juantorena, el primero como director general de los juegos y el segundo como invitado especial de aquel histórico evento que Barinas celebró entre el sábado 23 de abril y domingo 8 de mayo de 1994.

Esas mismas jornadas las trasladábamos también hacia los distintos escenarios donde se desarrollaron aquellos juegos, como el que disfrutamos aquel primero de mayo de 1994 en los antiguos y tranquilos terrenos de la finca La Arenosa, donde  el comité organizador ofreció un agasajo a los colegas periodistas que nos acompañaron en aquellos juegos nacionales juveniles.

Fue tanta vaina que echamos a un grupo de colegas de Carabobo, Zulia y Distrito Federal –me acuerdo de mis ex compañeros de estudios, Marcos Hernández y Hebert Colina, entre otros- que mis víctimas no quisieron responder a mis súplicas, en el momento en que quedé atragantado con un pedazo de yuca cuando estábamos degustando una sabrosa parrilla llanera.

En mi desesperación traté de que mis compañeros me ayudaran, pero mis súplicas posturas corporales se desvanecían como queriendo abrazar a la muerte.

-¡Hasta cuándo este “maracucho” va a seguir jodiendo! -decía el colega Jimmy López, del diario Últimas Noticias, cuando un arquitecto presente en la tertulia, comprendió que mis desesperados gestos no aguantaban más tiempo para mis imploraciones

El bullanguero grupo de colegas se dio cuenta de que mis chistes comenzaron a desvanecerse, cuando el arquitecto Henry Pacheco, amigo de Manuel Artahona, jefe de prensa de Judenaba-94, me tomó por la espalda y tras levantarme varias veces, apretando con fuerza sus dos brazos sobre mi abdomen, observó como un pedazo de yuca salía abruptamente de mi boca.

Durante aquel forcejeo por seguir con vida, la falta de respiración y la nubosidad en mi mente me llevaron a conocer la muerte en persona. La sentí, me rozó, pero me salí cuando un solemne silencio invadió aquella tarde que por un momento pareció ser el último día de mi vida.

Durante aquel instante muchas cosas pasaron por mi mente, incluso, aquella canción de Rubén Blades, “La Canción del Final del Mundo” que con vehemente delirio interpreté una semana después a solas en mi casa, cuando una terrible lechina casi me lleva también hacia la eternidad.

De Brasil a Italia

Nacido el 21 de marzo de 1960 en Sao Paulo, Ayrton Senna fue tres veces ganador del Campeonato Mundial de Pilotos de Fórmula 1 en los años 1988, 1990 y 1991. 

Durante su carrera, Senna acumuló un total 41 victorias (6 de ellas en el Gran Premio de Mónaco, récord para el evento), 80 podios y 65 pole positions en tan solo 162 clasificaciones, con una efectividad de más del 40 %.

Como exitoso y dominante piloto de la era moderna, y, para muchos expertos, el más rápido de la historia, Ayrton Senna fue aclamado por sus extraordinarios desempeños con pista mojada, como el Gran Premio de Mónaco de 1984, Gran Premio de Portugal de 1985 y Gran Premio de Europa de 1993, teniendo los demás pilotos coches superiores. 

Era reconocido principalmente por su conducción veloz, técnica superlativa y a veces agresiva en carreras. Mantuvo una intensa rivalidad con el piloto francés Alain Prost durante gran parte de su carrera, incluidos dos años como compañeros de equipo en McLaren

Años después de la muerte de Senna, el propio Prost reconoció que sin el brasileño nada hubiera sido igual, se retroalimentaban entre los dos gracias a su rivalidad. 

La época de los 80' fue posiblemente la década de oro de Fórmula 1.

En una curva durante la carrera en el Autódromo Enzo e Dino Ferrari durante el Gran Premio de San Marino, aquel domingo primero de mayo de 1994, Senna sufrió un fatal choque.

Tras su muerte, el Gobierno de Brasil decretó tres días de luto y un entierro con honores de Estado. Más de un millón de personas participaron en su traslado al cementerio. 

La primera curva del Autódromo José Carlos Pace de su ciudad natal fue bautizada como la "S de Senna", dado que él propuso el diseño de dicha sección del trazado.

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