La sorpresiva ausencia del orangután naranja
"El poder es una tela de araña: los débiles quedan atrapados, los fuertes la rompen." HONORÉ DE BALZAC

Luis Semprún Jurado
El Bohemio rebosaba esta mañana de un bullicio extraño, como si la misma incertidumbre se hubiera sentado en cada mesa, pidiendo café. El humo de los cigarrillos formaba una bruma que parecía más espesa que de costumbre, como si intentara ocultar rostros y gestos, del mismo modo que alguien, allá lejos, en el Norte parecía querer esconderse de las miradas curiosas de la prensa y del juicio de la historia. Anacleto, se acercó y se sentó a mi lado, con su taza de café en la mano, mientras afilaba el verbo. La gente, expectante, esperaba esa chispa que enciende debates. «Díganme,» arrancó, «¿dónde está el orangután naranja? Porque hace días que no lo vemos. Y cuando no se ve a un hombre acostumbrado a vivir de los focos, de la luz de las cámaras, de la permanente algarabía mediática, uno sospecha. ¿Será que… se esconde? ¿Será que… la araña del poder ahora lo atrapó a él?» Un murmullo recorrió el salón. El estudiante de periodismo se adelantó: «Dicen que anda en su club de golf. Que una foto lo mostró saliendo de la Casa Blanca y… algunos juran que parece un doble.» Anacleto sonríe con sorna. «Las fotos… siempre son armas de doble filo. La duda, sin embargo, es más poderosa que la certeza. Y esa duda nos lleva a preguntar: ¿de qué huye?» « Quizá,» sugiere Anacleto, «teme a los archivos que aún gimen encerrados en el cajón oscuro del caso Epstein. Porque no olvidemos que, en su última entrevista, Ghislaine Maxwell, esa pieza clave del engranaje, respondió a una pregunta incómoda con una ironía venenosa: “y como la mayoría de su gabinete.” ¿No es esa frase suficiente para estremecer a cualquiera que hoy pretenda regresar al poder?» La gente que escuchaba, asintió, algo nerviosa. «Creemos que…» prosiguió Anacleto «hay muchos motivos para la sombra. Los rumores sobre su esposa, Melania, que parecen merodear como cuervos sobre un campo arrasado. Los fracasos de sus políticas internas, la migración, los aranceles, las derrotas judiciales, las derrotas diplomáticas en el extranjero, y, sobre todo, ese recule humillante en su intento frustrado de invadir Venezuela, tras las declaraciones de China, Rusia, India, Irán, Corea del Norte y buena parte de América Latina.» El coronel retirado se anima a interrumpir y gruñe: «¿Y si todo esto es solo paranoia? Quizás disfruta de un descanso.» Anacleto lo mira con paciencia de profesor. «Un descanso, dices. Pero ¿qué clase de descanso necesita un hombre que se alimenta del ruido? Galeano decía: “El miedo de perder lo que se tiene nos convierte en esclavos de lo que poseemos.” Y yo les digo: puede que hoy el miedo tenga a Trump como esclavo. Porque no es lo mismo ser dueño de los reflectores que estar perseguido por sus sombras.» El Bohemio se enciende en murmullos, vasos que chocan, sillas que crujen. «Camaritas, pudiera ser que…» Anacleto baja la voz, obligando al silencio «la ausencia no sea un accidente, sino una estrategia. Que escondiéndose evite preguntas incómodas, que con su silencio obligue a sus seguidores a especular, a mantener viva su figura, aunque no aparezca. La historia, y aquí recuerdo a Galeano, “es un profeta con la mirada vuelta hacia atrás: por lo que fue, y contra lo que fue, anuncia lo que será.” Y lo que fue ya nos enseñó que este personaje se alimenta del miedo ajeno, pero ahora el miedo parece venir de dentro.»
La profesora ríe nerviosa y pregunta: «¿Y qué pasará si de pronto regresa, con estridencia, como si nada hubiera ocurrido?» «Ah, ahí está el detalle, como decía Cantinflas» responde Anacleto. «La pregunta no es si regresará, porque lo hará. La cuestión es con qué cara regresará: la del líder fuerte o la del hombre que, como Balzac nos recordó, quedó atrapado en su propia tela.»
Levanta la taza, como quien da un veredicto sin sentencia. «El poder, amigos míos, es un juego de espejos. Y a veces los espejos no devuelven la imagen que deseamos». Anacleto apura el último sorbo de café, y como quien sella una profecía agrega. «Nos llevaría a pensar, que la ausencia de Trump no es un simple paréntesis, sino un síntoma. Y los síntomas, cuando se ignoran, suelen anunciar una enfermedad mayor.» Apagó su cigarrillo con la calma de quien no espera respuestas inmediatas, y dejó la última frase colgando como humo en El Bohemio: «El silencio también es discurso, muchachos… pero solo los ingenuos creen que es inocente.» Los comensales murmuraron entre risas nerviosas, mientras con las cucharillas revolvían el azúcar de sus cafés, en un ambiente que parecía más ligero y, sin embargo, cargado de sospechas.
“Una mirada a los ángulos que sustentan esta hipótesis…”
El nombre de Jeffrey Epstein sigue siendo un agujero negro en la política estadounidense. Su red de relaciones, cuidadosamente tejida con hilos de lujo, poder y silencio, amenaza con estallar en cualquier momento. La reciente declaración de Ghislaine Maxwell, cuando, ante la pregunta de un entrevistador que fue abogado de Trump, respondió con frialdad: “y como la mayoría de su gabinete”, resuena como un eco incómodo que implica a figuras sin necesidad de nombrarlas. ¿Será este un recordatorio de que los secretos no mueren? Creemos que la posibilidad de nuevas revelaciones explica, al menos en parte, la sombra que cubre al presidente. No se trata solo de su nombre, sino de la telaraña que lo conecta con otros, muchos de los cuales todavía ocupan puestos clave en el engranaje político y financiero. Pudiera ser que la prudente “ausencia momentánea” busque evitar ser arrastrado por esa corriente turbia. Cada nuevo archivo tiene la capacidad de desnudar no solo a individuos, sino a todo un sistema político
“Un ángulo internacional que no se borra con comunicados diplomáticos…”
La política exterior de Trump, marcada por el ruido más que por los resultados, dejó un saldo ambiguo y, en muchos casos, contraproducente. Su obsesión con Irán fortaleció, paradójicamente, el bloque de países que buscan alternativas al dólar. La retirada abrupta de Afganistán, iniciada bajo su mandato, debilitó la imagen de Estados Unidos como potencia fiable. Y la “frustrada invasión a Venezuela” quedó como símbolo de improvisación: promesas de cambio, mercenarios de pacotilla y un coro de naciones que, lejos de respaldarlo, se alinearon con Caracas tras declaraciones contundentes de China, Rusia, India, Irán Corea del Norte y países de América latina. Eso nos lleva a pensar en que esa cadena de fracasos erosiona la narrativa de fuerza que él tanto cultiva. Y hoy, al confrontar su ausencia, no podemos descartar que esos viejos fantasmas se reactiven, haciendo que prefiera esconderse antes que dar explicaciones.
“El frente doméstico: cuando el enemigo está en casa…”
En el ámbito nacional, los problemas tampoco le dan tregua. La tensión con Melania y los rumores que circulan sobre ella alimentan el morbo de la prensa y debilitan la imagen de “familia modelo” que alguna vez intentó vender. A esto se suma el desgaste de su retórica populista: promesas incumplidas, divisiones internas en su propio partido, y la amenaza latente de investigaciones judiciales que podrían complicar aún más su futuro político. La “sorprendente ausencia” pudiera ser un intento de enfriar el ambiente, evitar errores estratégicos y, sobre todo, protegerse de un frente mediático que ya no controla con la misma eficacia. Creemos que la pausa no es casual: detrás hay un cálculo, un repliegue táctico de alguien que sabe que el menor movimiento en falso puede convertirse en un desastre. El miedo también es un reflejo del espejo político.
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