Leonardo Núñez Martínez
A pesar de que aún persisten lluvias cortas en algunos lugares del pais, por estos días de febrero el paisaje venezolano se llena de humo. ”El monte coge candela” dejando desolación en muchas partes. Árboles quemados, pasto y malezas se ven arrasadas por los incendios.
En Perijá, sólo bajizales, “ciènegos” y el monte fresco que rodea los ríos, se salvan de los troncos convertidos en tizne y carbón vegetal. Muchos potreros escapan de la candela por la efectividad de las “guardarrayas” recientemente trazadas pero ni la Sierra bien se divisa, de tanto humo concentrado en su Piedemonte.
En cualquier lugar de la Planicie de Maracaibo, desde la Cañada hasta Carrasquero ”el monte coge candela”. El Guasare Medio se incendia casi todo y en la Guajira el verano es tan fuerte que es poco lo que se quema por la vegetación mermada.
Hacia la Costa Oriental, el panorama se vuelve desolador y sólo el verdor se observa en las cuencas del Tamare, Machango y Misoa. Ni los “jabillos” se salvan camino a Los Puertos de Altagracia.
Hacia Coro, las “urupaguas” y los “datos” sobreviven para ”calmarnos la sed”. Miles de “curarires” escapan de la candela para empezar a “florear”.
Por toda la carretera hay candela: Hacia Carora, por el monte seco de Agua Viva y hasta Arapuey, también “el monte coge candela”. Arde el “hojarazquero” acumulado en las laderas montañosas de Los Andes, menos en la selva nublada.
Hacia Los Llanos, “alcornoquios” y “tataos” se sancochan en la sabana, se vuelve el Apure un solo cajón de incendios hasta el borde del “padre río”. Los esteros llaneros casi arden, pero sobreviven como refugios de “piropiros”, “babillas” y palmas.
Los alrededores del Caroní no escapan del fuego y las mesas de Monagas no lo soportan como sí los morichales. El bosque xerófito de Oriente, desde Margarita hasta El Guapo es casi toda una costa de carbón. Se quema el Guaraira Repano y el valle caraqueño de llena de humo. En Aragua y Carabobo, la candela sube hasta las sabanas de montaña y los “charrascales” del bosque deciduo se prenden hasta María Lionza.
Del otro lado, en Yaracal se salvan algunos potreros y todo Falcòn “echa humo”. Salen ilesos los “guayacanes”, “cujíes” y el “palo verde”. En la “cabeza del país” el viento del norte atiza las llamas, se pueden contar las piedras en los lechos del Mitare y Pedregal y el Matìcora se vuelve un chorro asediado por la candela.
Casi todo este fuego nacional es provocado o causado por la imprudencia o intención de tanto “candelero” o “pirómano” inconsciente que libera el carbono que las plantas atrapan durante años. De un golpe, la contaminación del aire es el primer efecto de esta brutalidad.
Así sueñan los enemigos de la Patria, convertir las ciudades y pueblos nuestros. Unirse a la candela del verano trayendo aquí expertos incendiarios del extranjero y sutiles consejeros. No les basta que “el monte coja candela”, las ciudades con sus casas, escuelas, parques y personas deben “coger candela” también, como lo han hecho otras veces. No son “bobitos”, saben que así sería. Quizás siguen confíando en el “apagafuegos” que tenía Supermàn en la boca y que tantas veces vì cuando muchacho en los cines de La Villa y San José.
¡ORGULLOSAMENTE MONTUNO!
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El Pepazo