Leonardo Núñez Martínez
La tradición de reservarle a otras personas alguna porción de sopa, guiso, pasta, dulce, ensalada y otras elaboraciones culinarias han contribuido a la unión familiar, al reconocimiento vecinal y la amistad. Luego de probar un suculento plato elaborado en su fogón, mi tía Felipa no aguantaba la disposición de «guardarle algo» a mi padre.
Las calles de Cataneja eran cruzadas al mediodía por viejas y muchachos llevando porciones de comida que se ofrendaban con amor. Las viejas de la cuadra no se sorprendían con lo que les enviaba mi madre, fui testigo y actor de muchas de esas encomiendas y hasta al Padre Félix las llevé. Generalmente, los envases o platos no regresaban vacíos o limpios sino con «algo».
Hasta aquí me he referido a esos «platicos», «escudillitas», «bandejitas», «totumas», «paqueticos» guardados en las neveras o alacenas por nuestras madres, más por el deseo solidario de «compartir» que por otra cosa. Esos «aparta hijos» no se disponían con el ánimo de asegurarle la vida a ninguno ni los destinatarios contaban mucho con ellos para alimentarse pero formaron parte del gesto solidario común.
No conozco diseños o planes estratégicos de alimentación, medicamentos, vestido, energía, transporte que aseguren la sobrevivencia humana en caso de guerra, hambrunas y destrucción por una agresión militar a la Patria que algunos ansían. El almacenamiento de estos recursos es difícil e inseguro y nadie puede asegurar que no serían atacados.
Mi desvelo o preocupación por una eventual situación como la que se vive hoy en la Franja de Gaza no se mitigan con la hermosa costumbre de «guardarle algo» a un hijo o vecino. Se requiere sentir, pensar, planificar, programar, prevenir y no sé si eso se está haciendo.
¡ORGULLOSAMENTE MONTUNO!
Para recibir en tu celular esta y otras informaciones, únete a nuestras redes sociales, síguenos en Instagram, Twitter y Facebook como @DiarioElPepazo
El Pepazo