La ignorancia como política exterior

“Un burro en el Senado, con corbata y bandera en el pecho, sigue siendo burro.” ANACLETO

La ignorancia como política exterior

Luis Semprún Jurado

Hoy  llegué algo retrasado a causa del mal tiempo. En El Bohemio, mientras el ventilador arrastraba el olor a café viejo y ceniza, Anacleto, con sus lentes de carey galopando en su nariz, leía la prensa ensimismado como siempre: sombrero desflecado a su lado, mirada afilada y una copia impresa de The Intercept en sus manos. La dejó sobre la mesa como si acabara de lanzar un veredicto, me miró de reojo, me saludó con un ademán, y gruñó. «Camaritas», dijo sin levantar la voz, «hay que tener de aquellas para no vomitar después de leer esto. Imaginen ustedes: un senador de los Estados Unidos quiere derrocar al gobierno de Irán, pero no sabe ni cuántos viven allí, qué idioma hablan, ni siquiera su religión mayoritaria. ¿Saben qué es más peligroso que un dictador? Un senador con poder, ignorancia… y ganas de guerra.» Tomó el periódico de la mesa y lo mostró: era una copia arrugada de “The Intercept”. En la portada, la entrevista del nuevo inquisidor de los suyos, Tucker Carlson, al vicepresidente de la desmemoria Ted Cruz, del 18 de junio de 2025. Y fue, en palabras de Anacleto, "un acto de terrorismo verbal con acento texano". «Carlson», sentenció Anacleto, «que no es precisamente un faro de la ilustración, le lanzó preguntas elementales: ¿Cuántos habitantes tiene Irán?, ¿Cuál es la etnia dominante?, ¿Cuál es su religión?, ¿Cuál es su idioma?, ¿árabe?, ¿Cuál es el nombre de su presidente?, mientras Ted Cruz balbuceaba, se encogía en la silla, lanzaba frases hechas como quien tira dardos con los ojos vendados. Y entre respuesta hueca y sonrisa forzada, dejó claro que no tenía ni idea… que no sabía absolutamente nada.» Anacleto suspiró: «Lo más honesto de esa entrevista fue el silencio. Porque nada de lo que trató de decir formó una oración completa. Pero eso sí: quiere tumbar el gobierno iraní a bombazos. ¿Quién necesita saber algo para declarar una guerra, eh?» Se sirvió el café, humeante, como la geopolítica que sufre el Medio Oriente por las ocurrencias de Washington. «Esta es la diplomacia de Walmart», dijo Anacleto mientras encendía su cigarrillo: «comprar guerras en oferta, sin manual de instrucciones ni conocimiento del producto. ¿Quién decide las guerras hoy, camaritas? ¿Generales? No. Presentadores de televisión y senadores que no distinguen entre Teherán y Tijuana. Cruz balbuceó como estudiante flojo en examen sorpresa. No sabe nada de Irán, pero quiere cambiarle el régimen. ¿Por qué? Porque lo dice Israel, o peor, porque lo dice AIPAC.» Hizo una pausa dramática y agregó: «Según Ted Cruz, Irán es "el principal patrocinador del terrorismo". Pero cuando Carlson le pidió detalles, fechas, datos o siquiera una fuente confiable, Cruz miró al techo, buscando “una noche estrellada”, como si allí estuvieran las respuestas. No supo diferenciar chiítas de suníes, ni entendía que los enemigos de Irán son precisamente Al-Qaeda, el Estado Islámico y Boko Haram, según la propia CIA. Pero eso no importa. En Washington basta con repetir "terrorismo" tres veces para que el Congreso saque los tanques.» Una joven lo interrumpe: «Anacleto, ¿Y eso no es antisemitismo?». Anacleto se le quedó mirando, sin rabia pero con la firmeza del que no teme: «No, camarita. Eso es llamar las cosas por su nombre. El sionismo político no es judaísmo. Confundirlo, es como decir que el Ku Klux Klan representa a todos los cristianos. Pero si uno se atreve a cuestionar esa narrativa», continuó Anacleto, «le llaman antisemita, conspiranoico o enemigo del Estado. AIPAC tiene más peso que el Pentágono, y la ignorancia ya es doctrina oficial. Carlson, ese conservador mutante, desafió a Cruz y lo dejó en evidencia: sin datos, sin estrategia, sin vergüenza. ¿Resultado? El senador lo acusa de antisemita. Como si cuestionar una política exterior errática fuera delito de odio. Camaritas, lo grave no es que Cruz sea un ignorante; es que representa una forma de hacer política exterior con el estómago, no con la mente. Es la continuidad de una tradición imperial que prefiere invadir primero y preguntar después. A ese paso, hasta el mapa será antisemita por mostrar dónde queda Gaza.» Anacleto terminó su café. La taza vacía es una metáfora de la diplomacia americana. «En resumen: un senador quiere otra guerra, pero no sabe ni contra quién. Y eso, camaritas, no es solo cinismo. Es crimen con corbata.»

 La entrevista expuso lo más alarmante de la política exterior estadounidense: decisiones armadas tomadas por quienes no pueden localizar el país enemigo en un mapa. La ignorancia confesada por el senador Ted Cruz no es solo bochornosa, sino peligrosa. Irán tiene una población estimada de más de 89 millones de personas (Banco Mundial, 2024), en su mayoría persas chiitas, no árabes. El idioma oficial es el persa (farsi), y el país tiene una historia milenaria que incluye haber sido imperio cuando Europa aún era bosque. Según Human Rights Watch y la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos (OHCHR), las sanciones ilegales impuestas por EEUU han afectado gravemente a la población civil iraní, especialmente en acceso a medicinas y equipos médicos. Amnistía Internacional señala que la estrategia de “máxima presión” ha deteriorado los derechos humanos sin lograr avances democráticos.

El senador Cruz no respondió con datos, sino con dogmas y sin una sola prueba o indicio: “Irán es el mayor patrocinador del terrorismo”. Sin embargo, informes de la CIA y el Departamento de Estado de EE.UU. han mostrado que grupos como ISIS, Al-Qaeda y Boko Haram no son financiados por Teherán, sino que en muchos casos son enemigos acérrimos del régimen iraní, y que junto a otros grupos como Hamas y Hezbollah, se dice, han recibido financiamiento de la CIA. Cruz tampoco pudo nombrar ni una de las principales ciudades de Irán (además de Teherán), ni describir el sistema político del país más allá de generalidades. Carlson lo presionó: “¿Cuántos ayatolás hay? ¿Quién es el presidente actual?” Silencio. Balbuceos. Excusas. La entrevista expuso lo más alarmante de la política exterior estadounidense: decisiones armadas tomadas por quienes no pueden localizar el país enemigo en un mapa.

 

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