Los venezolanos secuestrados del CECOT: canje, chantaje y vergüenza

El poder se disfraza de orden cuando en realidad es negocio. Y a veces, el silencio de los poderosos hace más ruido que mil bombas."  ANACLETO

Los venezolanos secuestrados del CECOT: canje, chantaje y vergüenza

Luis Semprún Jurado

En El Bohemio, el aire se mascaba con la misma pesadez de una sentencia por leer. El ventilador crujía como los huesos de una promesa rota. Y el ritual: el café humeante en pocillos de loza, el cuaderno de tapa de cuero que Anacleto guardaba como un cofre de secretos, y el humo de su cigarrillo anudándose en la penumbra. Anacleto, a mi lado como siempre, sabía que se venía el plato fuerte. Así que desplegó un recorte, arrugado como la conciencia de un político, y golpeó la mesa con el índice, como quien toca la puerta de un calabozo. «¡Camaritas!», soltó, su voz rasposa como papel de lija. «Hoy no vamos a hablar de fantasmas del pasado, sino de fantasmas que regresaron. Los 252 venezolanos del CECOT. Y prepárense, que esta historia es más enredada que un nudo gordiano.» El estudiante de periodismo, siempre ávido de primicias, alzó la mano. «Pero, Anacleto, ¿no llegaron esos por el Darién? ¿Esos que andaban perdidos en la selva?» Anacleto soltó una carcajada seca, que sonó a lija contra cristal«¡Ingenuidad de la juventud! La selva del Darién es otra herida, camarita, otra historia de sangre y lodo. Pero no la de estos 252,… no… estos llegaron al infierno por la puerta de “la libertad hacia el Sueño Americano”.» Hizo una pausa dramática, sorbió su café amargo y continuó: «El camino de esta gente no fue la bestia verde. Fue el sueño “gringo”, ese que te venden en las películas hollywoodenses. Estos llegaron a los EE.UU., sí, como lo oyes, buscando asilo, trabajo, o quizás solo un respiro de la asfixia de aquí. Se entregaron a la Patrulla Fronteriza, al ICE, esperando que los procesaran, que les dieran un chance. ¡Ingenuos! Otros fueron sacados de sus trabajos y hasta de sus casas, o “capturados” mientras compraban alimentos para su hogar, en quién sabe qué ciudad.» El boticario masculló: «¿Y los metieron presos allá?» «Peor que eso, boticario. Mucho peor. Los metieron en una trampa de oro y hierro. La administración de Donald Trump, con su política migratoria más dura que la quijada de un burro, se inventó una jugada maestra» Anacleto hizo una pausa con cierto dramatismo y continuó: «Un pacto, camarita, de esos que se cocinan en las sombras. Trump le pagó a Nayib Bukele, presidente de El Salvador, la módica suma de SEIS millones de dólares para que “se los guardara” en el CECOT.» Un silencio pesado cayó sobre la mesa. El coronel retirado, con el ceño fruncido, gruñó: «¿Un canje de presos? ¿O un negocio con la carne humana?» Anacleto asintió lentamente. «Ambas cosas, coronel. No los deportaron a Venezuela, porque era un embrollo diplomático. Ni los procesaron en suelo gringo, que sería un dolor de cabeza político para Trump. No. Los enviaron directamente a la megacárcel de Bukele. ¡Sin juicio! ¡Sin explicación! Eran mercancía, camarita, mercancía humana empaquetada y externalizada. Para que no estorbaran la imagen del "país de la libertad".» La profesora, con un tono de indignación apenas contenida, preguntó: «¿Y quiénes eran? ¿De verdad todos eran delincuentes?» La miró con sus ojos penetrantes. «Ahí está el detalle, profesora. La Fiscalía venezolana luego confirmó que sí, había algunos con prontuario, gente que había cometido sus fechorías aquí y andaba huyendo. Pero la gran mayoría… la inmensa mayoría eran migrantes comunes. Que cayeron en el lugar equivocado, en el momento equivocado. Y terminaron en el CECOT, el búnker de los olvidados.» Anacleto encendió otro cigarrillo y el humo dibujó jaulas invisibles en el aire. «El CECOT no es una prisión, camaritas. Es un monumento al miedo. Una fortaleza de cuarenta mil almas, donde el control militar es más férreo que la censura en el gobierno de Trump. Y el trato… el trato te congela la sangre.» «¿Cómo era?», susurró el estudiante, con la libreta en la mano. «Imagínese. Te meten ahí, sin juicio, sin preguntas. Hacinados como sardinas en lata, con la comida escasa y mala, el agua racionada; maltratos físicos y psicológicos; los guardias, con carta blanca, te quiebran el alma;  y… lo peor de todo: aislamiento total. Cero visitas, cero llamadas, cero abogados. Como si te borraran del mapa. Tus familiares sin saber si respirabas o si eras ya un recuerdo.» Anacleto apretó la mandíbula. «Y en ese infierno, metieron a nuestros 252 compatriotas, convirtiéndolos, de hecho, en rehenes de un acuerdo político. Los “guardaron” como mercancía en un almacén. Seis millones de dólares para el guardián. ¿Dignidad humana?» El boticario se rascó la cabeza. «Pero nuestro gobierno, ¿no hizo nada? ¿Se quedó de brazos cruzados?» «Ahí es donde el juego se pone intenso, camarita. La situación de esos 252 era una piedra en el zapato de Nicolás Maduro. Primero, porque son venezolanos, y por mucha crítica que le hagan, un gobierno tiene que velar por los suyos. Segundo, y esto es clave, porque era una oportunidad para mostrar “gestión humanitaria”.» Anacleto sonrió con esa media boca que usaba para herir sin ensuciarse«Así que se iniciaron las conversaciones. Pero no entre Maduro y Bukele. ¡Ni de vaina! Bukele fue dejado como la guayabera. La negociación fue entre Trump, a través de John McNamara, y el gobierno de Nicolás Maduro.» La profesora interrumpió con indignación. «¿O sea: que a la oposición venezolana, a la que tanto apoyaba Trump, la dejaron por fuera? ¿A la que llaman “La Sayona”, ni la consultaron?» «¡Ni la consultaron, profesora!»sentenció Anacleto, «La voz opositora, que ellos decían representar, aplaudió las medidas de Trump y ahora éste la ignoró. En Política, camarita, no hay amigos ni enemigos permanentes, sólo intereses que bailan al son del dinero y el poder. Trump y Maduro, silenciosamente, se sentaron a la mesa. Y el precio de la libertad de esos 252 fue… alto.» «La moneda de cambio, camaritas, fue clara y contundente»prosiguió Anacleto, bajando la voz como si revelara un secreto de confesionario. «Venezuela entregaría a Estados Unidos 10 ciudadanos gringos sentenciados, presos en cárceles venezolanas, a cambio de los 252. Y aquí viene la mancha en el expediente: entre esos canjeados, había un condenado por triple homicidio, un criminal de alto calibre, purgando condena aquí. ¿Ética? ¿Moral?» Bebió agua y continuó: «McNamara, por instrucciones de Trump, solicitó el intercambio, buscando suavizar a Maduro y este aprovechó la ocasión para lograr dos cosas: 1. El reconocimiento de su gobierno y 2. El regreso de los 252 como “rescatados”.» El coronel frunció el entrecejo. «¿Y Bukele? ¿Qué pensó cuando se enteró que le quitaban a sus “huéspedes” de las manos?» «Ahí es donde se armó la gorda, camarita. Bukele se "arrechó", se sintió como la guayabera, por fuera. Enterarse de que los venezolanos, por los que le pagaban seis millones de dólares, iban a ser liberados sin su consentimiento, ¡eso fue un golpe a su ego! Su imagen de hombre fuerte quedaba en entredicho.» Anacleto rio con esa carcajada seca que le salía solo a él. «Así que, cuando el avión venezolano, fletado para traerlos de vuelta, ya estaba en la pista del aeropuerto de El Salvador, la orden de Bukele fue: “¡Que atraviesen camionetas en la pista! ¡Que ese avión no despegue!”» El estudiante preguntó con asombro: «¿Y qué pasó? ¿No los dejaba salir?» Anacleto respondió: «Horas de tensión, camarita. Imagina la desesperación de esos 252 a bordo, con el corazón en la garganta, viendo cómo las camionetas bloqueaban el camino a su libertad. La diplomacia se volvió arte de presión máxima. Hubo llamadas urgentes, no de Maduro, sino del gobierno de Trump a Bukele. Un “baja la guardia, que esto ya está cuadrado” en voz alta, para recordarle “quien manda”, logró la presión decisiva. Bukele, aunque se sintiera traicionado, tuvo que ceder ante el que le estaba pagando por el "alojamiento". Las camionetas se movieron, y el avión despegó. El suspiro de alivio en esa aeronave debió ser un huracán que llegó hasta aquí… hasta El Bohemio. El resto ya ustedes lo saben» sentenció Anacleto, su voz ahora cargada de una extraña melancolía «La llegada a Maiquetía fue una escena de película, de esas que te rompen el almaEsos 252 venezolanos, con las caras marcadas por el encierro y el miedo, pero con la luz de la esperanza en los ojos, bajaron de ese avión como saliendo de un túnel oscuro. No importa cómo se fueron, solo importa que regresaron y que los gritos de alegría se escucharon en todo el aeropuerto. Regresaban a casa, cargando con el peso de una experiencia traumática. Regresaban a un país que sigue lidiando con problemas profundos. La libertad es un primer paso, pero el camino para rehacer la vida es largo y empedrado.»

El ventilador zumba ahora como un eco de las preguntas que quedan suspendidas en el aire. Esta historia, camaritas, no es solo la de 252 almas. Es el reflejo de una democracia con precios y tarifas, donde las vidas humanas se convierten en fichas de un juego político. Una historia que nos deja más preguntas que respuestas. Aquí, camaradas, es donde la tinta se vuelve bisturí para cortar la carne de la verdad. A pesar de todo el ruido y la propaganda, hay interrogantes que siguen flotando como fantasmas en la escena.

¿Cuál fue el estatus legal de esos 252 venezolanos en EE. UU. y El Salvador? Si no hubo juicio en EEUU antes de la deportación a un tercer país, ¿qué marco legal permitió tal acción? ¿Y bajo qué figura jurídica permanecieron en el CECOT sin un proceso judicial salvadoreño claro? La ausencia de un debido proceso es una mancha que este acuerdo arrastra.

¿Qué papel jugaron los seis millones de dólares pagados a Bukele? ¿Fue un pago por "alojamiento", una compensación por la "molestia" de Bukele, o un incentivo para que aceptara una deportación masiva sin precedentes? El dinero aquí no es un detalle, es un motor y un medidor del cinismo.

¿Quiénes eran los diez ciudadanos estadounidenses intercambiados y cuáles fueron sus delitos específicos? Más allá del triple homicida (cuya entrega generó un debate ético monumental), ¿qué otros perfiles completaban esa "lista de intercambio"? ¿Se investigaron los detalles de sus casos para asegurar que su liberación no generara un riesgo a la seguridad pública en EEUU? Los datos son sangre, y esta sangre no se ha limpiado del todo.

¿Qué garantías humanitarias o legales se establecieron para los venezolanos en el CECOT? ¿Hubo algún monitoreo internacional de sus condiciones, o simplemente se confiaron en la discreción de Bukele, sabiendo el historial de su "guerra contra las pandillas"? La opacidad de su trato en la megacárcel, un campo de concentración a lo Nazi,  sigue siendo una incógnita.

¿Por qué el hermetismo total de la negociación entre Trump y Maduro, dejando a la oposición venezolana y a Bukele fuera? ¿Qué intereses, más allá del canje de prisioneros, pudieron haber impulsado este acuerdo bilateral? ¿Será la necesidad de Trump del petróleo venezolano? ¿Será el reconocimiento de su gobierno por parte de EEUU lo importante para Maduro? La "realpolitik" tiene sus máscaras, y esta fue una de las más oscuras.

¿Cuál es el futuro de esos 252 venezolanos? Más allá de la emotiva llegada, ¿qué programas de apoyo, reinserción o seguimiento se les ha ofrecido? Después de una experiencia tan traumática y de ser instrumentalizados por la política de dos países, su adaptación y bienestar a largo plazo son preguntas cruciales que merecen ser respondidas.

Esta historia no termina con el aterrizaje en Maiquetía. Las preguntas siguen volando, como los buitres sobre una verdad a medias. Y en El Bohemio, seguiremos esperando que alguien, algún día, se atreva a darles respuesta.

 

Para recibir en tu celular esta y otras informaciones, únete a nuestras redes sociales, síguenos en Instagram, Twitter y Facebook como @DiarioElPepazo
El Pepazo