Trump: Sus amenazas a Venezuela y su secreto en el armario
«Los lugares más oscuros del infierno están reservados para aquellos que mantienen su neutralidad en tiempos de crisis.» DANTE ALIGHIERI

Luis Semprún Jurado
Llegué temprano al Bohemio y noté que algo pasaba, No era silencio… era tensión. Una tensión lenta, densa, como cuando sabes que alguien está mintiendo, pero aún no ha dicho nada. La radio escupía titulares de catástrofes en Venezuela: invasión, caída, fuga, arresto. Era como escuchar a un mago de circo anunciando que sacaría un elefante del sombrero. Nadie lo ve, pero todos aplauden. Me acerqué a Anacleto y le saludé mientras me sentaba a su lado, y me serví un café negro. En ese momento escuché la voz de mi amigo decir: «Camaritas… ¿no les parece raro? Mientras el país del norte se hunde en su propio pantano, las portadas rebosan de caos en Caracas. ¿Qué teme tanto el orangután anaranjado que necesita disfrazar la realidad con fantasías tropicales? Hoy, el mundo entero escucha cómo Trump anuncia que Venezuela está en caos, que Maduro ha caído, que hay invasión, que su armada tiene sitiada a Maduro, que el orden se rompe. Y los medios repiten como loros: "Venezuela colapsa. Maduro huye”. ¿Han notado cómo el que más grita es el que más debe ocultar? Porque el mundo no está ciego. Aunque los medios lo ignoren, los hechos son claros: Venezuela no ha caído, Maduro no ha huido, no hay violencia ni caos. Y Trump… está creando cortinas de humo. Porque el verdadero fracaso no está en Caracas: está en Washington, en la Casa Blanca, en el armario donde guarda sus secretos.» Un viejo periodista lo miró fijamente. Anacleto, antes de que hablara, prosiguió: «Teme al espejo, porque le muestra puros fracasos: Políticas domésticas que solo dividen y empobrecen; una guerra arancelaria que ni a China ni a Rusia ni a India les hizo cosquillas; mediaciones en Gaza, Siria, Irán y Jordania que no resolvieron nada, y el encuentro con Putin en Alaska, donde amenazó con truenos y terminó con papel mojado. ¿Resultado? Cero. Ni siquiera las sanciones a Venezuela, Nicaragua o Brasil han logrado quebrar a quienes juró aplastar. Puros fracasos.» Anacleto soltó una carcajada. «Entonces, ¿qué hace el emperador sin corona? Crea una cortina de humo. Y esa cortina no es casualidad; la nutre de fracasos reales que los medios esconden. “La política”, decía Balzac, “es la forma que tienen los hombres de luchar sin exponerse al peligro”. Y Trump lo sabe. Sus peligros están en casa, pero prefiere inventarlos en el extranjero. Un estudiante de periodismo preguntó: «¿Y el narcotráfico?» «Ay, muchacho» le contestó, «si quisiera combatirlo en serio empezaría en Colombia, donde tiene siete bases militares y, según la ONU, la amapola y la coca crecen como pasto tras la lluvia. ¿Por dónde sale la droga al mundo? Por los mismos puertos que vigilan sus amigos. ¿Y cuántos capos están presos en EE.UU.? Ninguno. ¿Cuántos bancos cerrados por lavar dinero? Ni uno. Allí está la hipocresía: acusan a Venezuela, y la ONU certifica que no hay cultivo, ni producción, ni rutas, mientras hacen la vista gorda con los socios que los surten. ¿Es su incapacidad para detener el narcotráfico desde Colombia el mayor fracaso de todos?, ¿o es que no quieren afectar el negocio de sus socios?, ¿o desean mantener al pueblo “volando” para que no proteste? Sí, camaritas… ellos no combaten el crimen. Lo protegen.» El boticario golpeó el mostrador: «Y el grandísimo sinvergüenza detesta a los migrantes. ¿No es hijo de un escocés?, ¿no tiene una esposa eslovena, un suegro migrante, un hijo con doble nacionalidad?» Anacleto soltó una carcajada. «Sí, todos son migrantes o hijos de migrantes. Él mismo, hijo de Escocia. Maquiavelo advertía: “Nunca fue realista esperar que un príncipe se comportara con virtud”. Y Trump no es la excepción ni es príncipe: usa el odio a los migrantes para cosechar votos, pero su propia cama es extranjera.» La profesora, con un gesto severo, preguntó: «¿Y qué hay en el armario?» Anacleto guardó silencio un segundo. Luego sonriendo maléficamente dijo: «Lo que más teme. Los archivos de Epstein. Los cargos que ya lo persiguen son solo el telón de un drama mucho más grande, un drama que se esconde de la luz pública. No el ruido de Caracas ni las sanciones que se le devuelven como bumerán. Lo que lo desvela es que su nombre y el de su Melania figuran en esas listas. Él como “amigo de tropelías”, ella como parte de un “menú”. Y saben que si eso se destapa, los cargos que ya lo persiguen, 91 juicios en total, serán apenas la antesala del verdadero acto justiciero.» El coronel retirado levantó la vista. «Entonces… los cargos ya condenados… ¿son solo el principio?» «No» corrigió Anacleto. «Son la advertencia. Porque si se publican los pendientes, no será un juicio, será una revelación apocalíptica. Y en el centro, como un iceberg silencioso, estarán ellos: Trump, el "felon convicted", y Melania, la mujer que nunca habló…y por eso, lo dijo todo.» «¿Y saldrán a la luz?» Insistió el coronel. Anacleto dio una chupada a su cigarrillo y al exhalar trató de hacer aros con el humo. «El hipócrita no se mira al espejo, lo rompe. Cuando los medios hablan de invasión en Venezuela, no es por preocupación. Es por ocultar que Trump no es víctima del escándalo sino un “amigo” y cliente del “suicidado”; que sus fiestas en Mar-a-Lago no eran diplomáticas, sino trópicos de poder, y que Melania… fuera parte del menú, una compra, parte del catálogo de Jeffrey.» El estudiante de periodismo interrumpió: «Pero Trump tiene millones de seguidores. ¿No será que el problema es más profundo que él?» Anacleto se inclinó hacia adelante y bajó la voz. «El imperio teme menos a Rusia que a su propia verdad. Pero la verdad no se esconde para siempre. Solo espera su momento. Y cuando llegue… el imperio temblará.» El humo del café se mezcló con el del cigarro. Afuera seguían las noticias falsas, como letanías de misa negra. Adentro, alguien murmuró: Entonces todo esto es solo un circo.» Anacleto asintió, cínicamente. «Sí. Un circo para tapar un armario. Pero el armario, tarde o temprano, siempre se abre.»
Las noticias sobre Venezuela como “foco de violencia y caos” no surgen por casualidad. Son un recurso clásico de distracción política: mientras la atención mediática se centra en invasiones imaginarias o fugas inventadas, se ocultan los fracasos de Trump dentro y fuera de EE.UU. Las sanciones a Venezuela, Nicaragua y Brasil no han logrado su objetivo. Al contrario, han fortalecido a los gobiernos y aislado a EE.UU. Son una cortina de humo internacional. La mediación en Gaza ha sido un fracaso total, con Trump apoyando ciegamente a Netanyahu, a pesar de fallos de la Corte Internacional de Justicia. Y su guerra arancelaria contra China, Rusia e India solo ha perjudicado a los consumidores estadounidenses. Sus políticas domésticas dividen, sus guerras comerciales no afectan a las potencias que quiso dañar, y sus intentos de mediar en Medio Oriente terminan en fiascos. La “amenaza Venezuela” es un truco de magia: el telón de humo que esconde la debilidad real.
La mayor hipocresía del imperio del norte es acusar al Presidente de Venezuela de “Capo” del Narcotráfico. La ONU ha certificado reiteradamente que “Venezuela está libre de cultivos, producción y rutas de exportación de drogas”, y que sus decomisos crecen año tras año. En contraste, Colombia, con siete bases militares de EE.UU. pisando su soberanía, sigue siendo el mayor productor de cocaína del mundo. La droga entra y circula en EE.UU. como perro por su casa, pero allí no se ven capos presos ni bancos intervenidos por lavado. La llamada “guerra antidrogas” se convierte así en un instrumento de propaganda para justificar sanciones y bloqueos, mientras se encubre a los verdaderos responsables en casa; el mayor de ellos la DEA.
El mayor temor de Trump no es Venezuela, ni Rusia, ni siquiera China. Lo que lo desvela son los archivos de Jeffrey Epstein, porque lo hasta ahora filtrado revela una red de poder, sexo y chantaje que involucra a figuras globales. Y no han logrado que la gente pierda interés en ellos sino que cada vez más exigen su publicación. En esas listas aparecen nombres incómodos, incluido el suyo y el de su esposa Melania. Trump aparece como amigo cercano de Epstein, con registros de visitas a su isla y fiestas en Mar-a-Lago, y según el “Diario de Maxwell”, desclasificado en 2022, Melania Knauss fue presentada como “una joya rara” en eventos privados. Trump carga ya con demasiadas acusaciones judiciales. De los 91 cargos, 34 ya condenados incluyen fraude, acoso y obstrucción a la justicia. Los 57 restantes investigan vínculos con redes de corrupción y explotación. Por eso, el caso Epstein representa un riesgo moral y político mucho mayor: revelarían su presunta cercanía a quienes participan en redes de explotación infantil, que ni el poder ni la propaganda pueden disimular. Como advertía Galeano, la hipocresía puede pagar impuestos al decoro, pero tarde o temprano las cuentas se cobran.
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