Un crimen «sin pies ni cabeza»: La investigación permitió identificar a la víctima por mediode la reconstrucción de un tatuaje del Dios de amor. El caso tuvo un desenlace inesperado. El presunto autor del hecho optó por suicidarse antes de que pudiera ser detenido.
Egdo Lameda
Corresponsal Chile
Rocky era un perro que en algunas ocasiones escapaba de su casa y se iba a la calle a marcar su territorio, apoyado en ese particular olfato que poseen los caninos. Su hocico lo pegaba al suelo, a los postes o a los arbustos plantados en jardines cercanos, para luego levantar una de sus patas traseras e impregnar de orina todos estos espacios, que después reconocería como suyos.
Cierto día de Marzo de 2006, el 27 por la noche, para ser más exactos, el animal tuvo uno de esos arranques instintivos. Su olfato esta vez lo desvió de su rutina y lo llevó hasta un terreno despejado o «peladero» como también se le conoce, donde reposaba una bolsa, que inmediatamente rompió con sus dientes.
En su interior había algo macabro. Se trataba un pie humano, que el animal apretó entre sus fauces y luego corrió casi saltando en las cuatro patas a la vez, con un ligero movimiento de su cola.
Se echó a darle unas mordidas a su presa, casi a la entrada del block de departamentos de Villa Brunet, en Bajos de Mena, comuna de Puente Alto, en Santiago, sorprendiendo así a un grupo de niños que se entretenía jugando en ese lugar.
Así arranca la horrenda historia de Hans Hernán Pozo Vergara, un joven en situación de calle que fue asesinado de dos balazos en la cabeza y posteriormente desmembrado por su homicida con una sierra de mano.
«El Descuartizado de Puente Alto», como se le conoce, es uno de los casos policiales más relevantes de Chile. Ocurrió precisamente cuando se iniciaba la transformación del Sistema Procesal Penal del país.
En detalles
Aquella noche, además de terrorífica, era de confusión. Las primeras conjeturas que se tejieron entorno al hecho, se inclinaban a pensar que ese pie era parte de algunos desechos hospitalarios.
Sin embargo, esta presunción inicial, sería descartada en días sucesivos, cuando comenzaron a aparecer otros restos humanos en distintos lugares del sur de Santiago.
El caso cayó en manos del fiscal Pablo Sabaj, quien dirigió las investigaciones, con apoyo no solo de los expertos en materia de investigación criminal de la PDI, sino también con ayuda de Carabineros de Chile.
Esta mancomunidad, lejos de contribuir en el esclarecimiento del caso, trajo mucho más enredo al entramado que recién comenzaba, según las reflexiones del mismo fiscal Sabaj, años después de concluida la investigación.
Retrovisor
Una ligera retrospectiva del caso nos conduce a dibujar el perfil de Hans Pozo. Era un joven que desde muy temprana edad quedó en situación de calle, tras haber sucumbido en el tenebroso mundo de la droga. Esto lo llevó a incursionar en delitos menores como hurtos en patios de algunas viviendas de la zona.
Además, hizo de la prostitución una nueva forma de generar dinero para cubrir sus gastos
del consumo de drogas y de alimentación.
Precisamente esta última actividad, que tal vez mezcló con el delito de extorsión, sería la
que lo llevaría a una muerte, por demás trágica y horrenda.
Un crimen sin pies ni…
Después de que Rocky se deshiciera de su presa y que ésta quedara en manos de las autoridades, vino una serie de hallazgos espeluznantes, que sirvieron para dar forma al rompecabezas maquiavélico de Puente Alto.
La aparición de una mano dentro de una bolsa, sin pulpejos dactilares y con una temperatura inferior a la del ambiente, le dio un giro a la primera hipótesis.
Esto hacía suponer que aquel pie no era un desecho hospitalario. El fiscal y los investigadores se dieron cuenta que estaban ante un macabro hecho criminal, en el que alguien tenía refrigerados los restos de una persona y se estaba deshaciendo de ellos en distintos lugares del sur de Santiago.
Después se encontró la cabeza del infortunado hombre. El autor del hecho se cercioró de arrancarle la nariz, piezas dentales y otros elementos de su conformación facial para evitar que lo pudieran identificar.
Tras la ubicación del tronco de la víctima, se encontró también el primer indicio que conllevaría al esclarecimiento del hecho, quedando demostrado científicamente que no hay crimen perfecto y que los muertos hablan por medio de la ciencia criminalística.
Rumbo equivocado
La lógica y la experiencia en otros casos de investigación criminal, llevaron a orientar las pesquisas en dirección equivocada, según se desprende de las declaraciones del propio fiscal Sabaj.
Para resolver lo ocurrido, había que partir por la identificación de la víctima. Luego plantear hipótesis que permitieran establecer el móvil del hecho y finalmente encontrar al culpable.
Obviamente, lo primero que se hizo fue buscar en los archivos policiales a personas reportadas como desaparecidas o casos de denuncias por presunta desgracia.
Inicialmente la búsqueda se circunscribió a la comuna de Puente Alto, luego se extendió a la Pintana y más tarde el radio de acción abarcó toda la ciudad de Santiago e incluso las regiones que conforman el país.
Todo estaba en punto muerto y era obvio. Al infortunado nadie lo había reportado como desaparecido por ser una persona que vivía en la calle.
El flechazo de Cupido
La pista clave que permitió la identificación de este hombre, se encontró en uno de sus brazos. Una marca profunda de un tatuaje, cuya superficie de piel había sido desprendida, hizo presumir a los expertos que el asesino arrancó el tajo para cerciorarse de que no lo reconocieran. Sin embargo, los funcionarios pudieron reconstruir aquel dibujo.
Se trataba de la figura mitológica del Dios del Amor: Cupido. Era un trabajo rudimentario, de esos que suelen hacerse en las cárceles. Con este detalle, los oficiales comenzaron a visitar los centros de reclusión y, tras mostrar el dibujo a algunos reos, uno de ellos dijo que tal vez podría tratarse de El Rucio. Se indagó y, en efecto, se trataba de la misma persona.
Tras conocerse la identidad de la víctima, el siguiente paso era dar con su homicida. Así pues, los investigadores comenzaron a armar aquel rompecabezas, y las piezas que permitieron llegar al asesino, fueron las bolsas de doble costura que se emplearon para deshacerse del tronco y de otras partes de gran tamaño, como piernas y brazos.
Presunto autor del crimen
Con este nuevo elemento de interés criminalístico, se estableció el tipo de máquina utilizada para la elaboración de las bolsas y la empresa que las distribuía, concluyendo que éstas habían sido adquiridas por un microempresario de nombre Jorge Martínez Arévalo, quien era propietario de una heladería, y por un familiar suyo que tenía un frigorífico o carnicería.
Martínez, además de comerciante, era un dirigente social, que prestaba sus servicios en la municipalidad de La Pintana. Aparentemente este hombre llevaba una doble vida, según se desprende de las reseñas de prensa de la época y de algunos reportes audiovisuales difundidos tiempo después del hecho.
Una vez armadas todas las piezas del rompecabezas, Martínez fue citado en dos oportunidades para ser entrevistado de conformidad a lo establecido en el Sistema Procesal Penal, pero nunca compareció.
En virtud de esta situación, los que investigaban la horrible muerte de Hans Pozo, acudieron a su negocio, en el paradero 30 de Santa Rosa, en La Pintana, y cuando estuvieron en ese lugar, aconteció un hecho que ensombreció para siempre el caso.
Martínez habría provocado un momento de caos, activando la alarma contra robos, lo que le permitió ocultarse en su oficina, donde finalmente se descerrajó un balazo en la cabeza, poniendo fin a una historia, por demás espeluznante.
Con la muerte de Martínez quedaron muchas incógnitas. Se desconoce si actuó solo o contó con ayuda de un cómplice. Se ignora si Hans Pozo lo chantajeaba a cambio de no revelar lo que presuntamente ocurría entre ellos y existe la duda si realmente fue él quien tiró del gatillo en la ejecución del joven.
Lo que si se determinó con certeza, según las pericias ejecutadas por la Policía de Investigación de Chile, fue que a Hans Hernán Pozo Vergara lo asesinaron en las instalaciones de la heladería de Martínez, pues ahí quedaron las marcas de los impactos de bala, que le causaron la muerte.
Se comprobó científicamente la presencia de rastros de sangre en el vehículo de Martínez que, al cotejarla con la de Pozo, arrojó resultados positivos. Es decir la sangre correspondía efectivamente a la víctima.
El Pepazo