Nuestra capacidad atencional está detrás de ese estado de ensimismamiento en el que caemos a veces. La mirada fija o la vista nublada son algunos de sus síntomas, acompañados muchas veces por una sensación de relajación.
Alicia Cruz Acal
Quedarse “embobado” o “empanado” son expresiones coloquiales a las que recurrimos muy a menudo cuando vemos que alguien ha desconectado de su alrededor. Mirada fija, vista nublada, no pestañear ni una sola vez… son algunos de los síntomas que nos llevan a comprobar que, efectivamente, alguien está en modo off. Estos términos “podrían referirse a divagar, soñar despierto o dejar la mente en blanco”, explica a CuídatePlus Ana Fernández Arcos, coordinadora del Grupo de Estudio de Trastornos de la Vigilia y Sueño de la Sociedad Española de Neurología (SEN).
En concreto, la experta detalla que se trataría de un estado en el que los estímulos externos se atenúan: “En el cerebro se produce una menor actividad eléctrica cerebral con un incremento de la frecuencia de ondas lentas y una disminución de las ondas rápidas en el electroencefalograma”. Todo ello lleva incluso a una sensación placentera debido a la “desconexión relativa con el medio externo que puede ir acompañada de un estado de relajación”.
Un aspecto clave para entender estos pequeños lapsus temporales es la capacidad atencional, que no es otra que “aquella que nos mantiene atentos a los estímulos que pueden ocurrir en nuestro ambiente de forma voluntaria”, define Marcos Llanero, miembro de la Junta Directiva de la Asociación Madrileña de Neurología (AMN). Eso sí, el especialista aclara que, en realidad, esta atención no es 100% voluntaria, sino que se trata de una habilidad cognitiva que depende de cada individuo: “Hay gente con más capacidad para atender un determinado asunto y gente que menos”.
Cuando estamos “embobados”, utilizamos nuestra capacidad atencional para estar centrados con nosotros mismos y en nuestros propios pensamientos. Llanero insiste en la idea de que esto no es siempre voluntario porque, por ejemplo, si de repente tenemos un problema serio, “la tendencia natural es rememorarlo e intentar buscarle soluciones. En el momento en que esto ocupa gran parte de nuestro componente emocional, estamos poco atentos a lo que ocurre a nuestro alrededor y rumiamos la situación interna”, añade. Asimismo, el miembro de la AMN resalta que en aquellas situaciones en las que no pensamos en nada, lo que estamos es descansando la mente.
Falta de sueño, ¿posible causa?
“La escasez de sueño podría ser causa de somnolencia próxima a estados superficiales del sueño, con más o menos contenido en el pensamiento”, responde Fernández, quien apunta que la somnolencia podría no estar asociada a soñar despierto debido a que es posible que se dé también durante la vigilia.
Así, en los casos de personas somnolientas, estos lapsus temporales “pueden ser indicativos de una importante presión de sueño por llevar muchas horas sin dormir”, declara la experta de la SEN. “En cuanto a soñar despierto, desconectar de la continua actividad es un efecto beneficioso porque podría reducir el estrés y la ansiedad, así como mejorar la creatividad. Puede contribuir a llevar a cabo procesos cognitivos, asimilar metas y preocupaciones”, concreta.
¿Debe preocuparnos si nos ocurre mucho?
En los niños y los jóvenes, este fenómeno es muy frecuente y fisiológico. “Puede ser un problema si afecta a la atención sobre algo que debamos hacer o nos aleja del momento presente”, advierte Fernández.
Por último, en algunos casos este signo se ha asociado con una sintomatología depresiva. De acuerdo con la coordinadora de la SEN, “diferenciar este estado de somnolencia diurna para evitar consecuencias es fundamental, siendo necesario dormir un número de horas suficiente en un horario adecuado”.
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El Pepazo/Marca/Cuídate