Los famosos que se han recuperado de un ictus totalmente (o casi), como Sharon Stone, Joaquín Sabina, Alberto Contador o María Escario, dan esperanzas a quienes están pasando por este trance. Pero no todo son casos de éxito, ya que intervienen diversos factores y algunos son especialmente decisivos.
María Sánchez-Monge
Joaquín Sabina, Sharon Stone, Richard Nixon, Montserrat Caballé, Alberto Contador, María Escario y Kiko Rivera tienen dos cosas en común: la fama y haber sufrido un ictus. Algunos, como Sharon Stone, se recuperaron casi totalmente, aunque con mucho esfuerzo. Otros, como Richard Nixon, no sobrevivieron al accidente cerebrovascular.
Los factores que determinan la supervivencia y la recuperación tras un ictus son diversos, aunque algunos de ellos son decisivos y otros tienen una contribución menor. “No todos los ictus son iguales; unos son más graves que otros y dejan unas secuelas -daño cerebral- mucho mayores”, confirma Carlos Molina, jefe de grupo de investigación en ictus del Hospital Vall d’Hebron, de Barcelona. “En función de la extensión y de la localización del infarto (ictus isquémico) o la hemorragia (ictus hemorrágico), quedarán unas secuelas más o menos importantes”. Este es el factor que más incide en el pronóstico de los pacientes.
Rapidez en recibir tratamiento
“Lo primero es que el paciente llegue pronto al hospital”, señala Mª del Mar Freijo, coordinadora del Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la Sociedad Española de Neurología (SEN). Para ello, debe ser capaz de “reconocer los síntomas y saber que tiene que solicitar atención sanitaria inmediata”. Entre los diversos y variables signos que alertan de un accidente cerebrovascular, hay tres especialmente significativos:
- Desviación en la comisura de la boca.
- Asimetría en la movilidad de los miembros.
- Trastorno del lenguaje.
En algunos casos también se puede presentar una cefalea muy intensa, pérdida repentina de la sensibilidad de medio cuerpo o disminución del campo visual, entre otros síntomas.
“El tiempo es cerebro” es el lema que se suele citar cada 29 de octubre, con motivo del Día Mundial del Ictus, para animar a la población a llamar cuanto antes al 112 ante cualquier signo de alarma de un posible ictus. Quienes atienden este servicio plantean varias preguntas básicas: hora de inicio de los síntomas, qué medicación está tomando el paciente y su edad. El objetivo es activar los sistemas prehospitalarios para que el paciente llegue lo antes posible a los servicios de urgencia y se active el denominado código ictus.
Dependiendo de si se trata de un infarto o una hemorragia cerebral, el tratamiento será distinto, pero en todos los casos es fundamental iniciarlo cuanto antes. “En la fase aguda del ictus, cada minuto cuenta”, advierte Molina. “Cada minuto que la arteria cerebral está tapada mueren dos millones de neuronas; y solo tenemos 130 millones”. Se trata, por lo tanto, de una “una carrera contrarreloj para reabrir esta arteria”. En los ictus isquémicos se ha calculado que, cuando se reduce en 30 minutos el tiempo de inicio de la trombectomía mecánica (uno de los tratamientos que se utilizan para abrir la arteria), la probabilidad de buen pronóstico se duplica.
Edad
Queda claro que la extensión del daño cerebral inicial es el factor clave y el único modo de controlarlo es la rapidez de acción terapéutica. Ahora bien, dentro de aquellos pacientes que tienen un volumen similar de infarto cerebral o de hemorragia en esa fase inicial, hay otros factores que contribuyen a una recuperación mejor o peor. El más importante es la edad.
“Las personas jóvenes se recuperan más rápido y de una forma más completa a igual tamaño del infarto cerebral”, apunta Molina. Esto se debe a que existen unos mecanismos de plasticidad neuronal que facilitan que otras áreas del cerebro asuman las funciones de la zona dañada que son “mucho más activos en la gente joven”. A medida que nos hacemos mayores, la neuroplasticidad cerebral se va perdiendo.
Rehabilitación
Otro factor importante es, una vez superada la fase aguda, iniciar la rehabilitación de forma precoz. “Una rehabilitación que sea personalizada, de acuerdo con las necesidades del paciente”, indica Freijo. Según cada caso, deberá incluir terapia física (para volver a tenerse en pie, andar, mantener el equilibrio, evitar caerse…), terapia ocupacional, logopedia, rehabilitación de la disfagia (para poder comer sin atragantarse), etc.
Entorno social y familiar
Una adecuada rehabilitación y, en general, la recuperación más o menos completa depende en buena medida del soporte familiar y social del paciente. En primer lugar, porque para avanzar en el restablecimiento es fundamental contar con una estabilidad emocional y sentirse apoyado. Pero también porque los familiares y amigos pueden ayudar a suplir la falta de autonomía funcional.
En este punto, Molina alude al sentido más amplio de la palabra recuperación. “Tenemos casos de pacientes que, habiendo sido dados de alta y siguiéndolos posteriormente desde el punto de vista clínico, parece que tienen una recuperación casi completa”. Sin embargo, con frecuencia influyen otros elementos, como la depresión o la ansiedad. “Hay una serie de condicionantes neuropsicológicos que hacen que algunas de esas personas no tengan una vida normal porque no logran la reincorporación social y laboral que sería esperable en función de su grado de recuperación”. En este sentido, el neurólogo subraya que una persona “que vive sola y está deprimida no tendrá la misma capacidad de recuperación funcional o posibilidades que una persona que vive en un entorno familiar o que tiene un soporte familiar importante que facilita, por ejemplo, que pueda ir a las sesiones de rehabilitación”.
Estado físico y de salud previo
El estado previo del paciente también influye en que se recupere mejor o peor. La localización y la extensión del ictus serán siempre determinantes pero, aunque la lesión sea pequeña y se administre tratamiento de forma precoz, si el paciente tenía una discapacidad previa, las probabilidades de mal pronóstico aumentarán.
Finalmente, tal y como subraya Freijo, una vez tratado el ictus, además de una correcta rehabilitación es crucial “la adherencia a las medicaciones pautadas y continuar con un control estrecho de los factores de riesgo vascular, que van a ayudar a no tener otro episodio”.
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