Defensa Moderna en el Caribe ante la sombra de la intervención
"Los hechos no son nada; lo importante es el eco que despiertan en el espíritu de los pueblos." HONORÉ DE BALZAC

Luis Semprún Jurado
Estábamos sentados en la mesa de siempre de nuestro Café, mientras la mañana avanzaba lentamente. Anacleto, ese inconfundible ser que carga con más preguntas que respuestas, entre tazas de café negro y un murmullo de periódicos abiertos, se ajusta los lentes y suelta con ironía: «¿Será que todavía no entendemos que la subversión no empezó ayer? Juan Bosch, expresidente de República Dominicana, ya lo dijo: Estados Unidos inició en el Caribe la política de la subversión organizada y dirigida por sus más altos funcionarios. Y Simón Bolívar, mucho antes, nos advirtió con brutal franqueza: “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar a la América de miserias en nombre de la libertad”.» Un murmullo recorrió las mesas. El viejo periodista levantó una ceja y preguntó: «Pero, Anacleto, ¿no estarás exagerando?» «Exagerar sería negar lo obvio,» respondió, golpeando suavemente la mesa. «Bosch lo dejó muy claro: esta región, el Caribe, ha sido la frontera imperial, el laboratorio de ensayo para la diplomacia encubierta, la infiltración y la división. Ayer, camaritas, fue el golpe de Estado que le dieron en 1963, financiado por EEUU; luego, bajo el pretexto de "evitar otra Cuba" y para ahogar la democracia que él representaba, fueron 42.000 marines con los que invadieron Santo Domingo el 28 de abril de 1965, hoy son los barcos y submarinos en el Caribe y mañana, quién sabe… ¿drones en nuestras narices? Debo explicar que tras el golpe de 1963, que le dieron a Bosh, estalló una guerra civil: “constitucionalistas” que buscaban restaurar a Bosch contra "conservadores”. ¿Hace falta que les diga quienes ganaron?» La voz del boticario se escuchó como un murmullo: «¡Y Venezuela en medio de todo esto!» Anacleto sorbió su café, encendió un cigarrillo, dejó que el silencio pesara, y entonces soltó: «Ahí está el detalle, como diría “Cantinflas”: El presidente legítimo de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, lo ha repetido muchas veces sin tapujos: Venezuela tiene el derecho soberano de prepararse para repeler cualquier intento de violación de su soberanía y ha llamado a la unidad indisoluble del pueblo venezolano para hacerlo. No lo dice como un capricho, sino como una obligación. ¿O acaso un país debe esperar a que los misiles estén cayendo del cielo para entonces armarse? La amenaza está ahí: despliegue militar de EE.UU. en el Caribe, maniobras navales, discursos que huelen a pólvora, y un camaleón mayamero agazapado esperando el momento de brincar.»
El estudiante, como siempre presente, desde su mesa apuntó, con sorna: «Pero los yanquis dicen que es para combatir el narcotráfico…» Anacleto soltó una carcajada amarga: «El narcotráfico, ¡Ese viejo comodín! Olvidan que, según la ONU (informe ONU sobre narcotráfico UNODC 2024), por el Caribe pasa apenas un cinco por ciento de la droga, mientras que más del 87% se exporta desde Ecuador y Colombia hacia EE.UU. y Europa. Y, casualmente, el mismísimo jefe del imperio se reúne con el narcopresidente de Ecuador para darle palmadas en la espalda. Tolstoi tenía razón: “los poderosos no necesitan razones, les basta con pretextos”.» La mesa quedó en silencio. Y entonces, casi en un susurro, Anacleto clavó la estocada: «La pregunta que queda flotando es otra: ¿será que este despliegue es solo un acto rutinario o estamos ante la antesala de una nueva intervención? Y si lo fuera, ¿será que la región reaccionará como espectadores de circo o recordará que, como dijo Galeano, “la soberbia del poder necesita de la obediencia de los sumisos?”» Anacleto apuró el último sorbo de café y lanzó la frase que cerró la mañana: «La historia ya nos lo dijo: la subversión organizada no terminó, solo cambió de ropaje. Hoy, entre barcos en el Caribe, discursos altisonantes y traiciones de despacho, se juega de nuevo la soberanía. ¿Será que aprenderemos la lección esta vez? ¿O preferiremos seguir creyendo que el imperio viene a salvarnos de nosotros mismos?» La profesora de historia, entusiasmada, lanzó su pregunta: «Anacleto, ¿y si Bolívar, Chávez y Bosch se sentaran hoy en esta mesa, qué dirían de tanta amenaza?» Anacleto, con la calma de quien fuma un cigarrillo eterno, sonrió apenas: «Dirían que nada ha cambiado en la entraña del imperio, sólo el disfraz de oveja. Bolívar hablaría de la Patria Grande cercada, como ayer por la Santa Alianza, hoy por la OTAN y sus peones; Chávez mencionaría el deber de defender unidos la soberanía de nuestra patria y de abrir los ojos para reconocer a nuestros verdugos: y Bosch recordaría que la subversión organizada nació aquí, en este Caribe, porque los gringos siempre entendieron que quien controla estas aguas controla el continente. Pudiera ser que los tres nos recordaran lo mismo: que resistir no es capricho, sino derecho legítimo y una condición imperante. ¿Será que la lección de los muertos y de los perseguidos no nos alcanza todavía?» El murmullo creció, en la sala se escuchaba el choque de las cucharitas revolviendo azúcar, alguien asintió con fuerza. Anacleto levantó el índice, como quien pone un punto final: «El Bohemio nos enseña que las invasiones no comienzan con cañones, sino con discursos. Y cuando un pueblo deja que le cambien las palabras, ya le han robado la mitad de su soberanía. Por eso, camaritas, no olvidemos que la primera trinchera es la memoria» Como por arte de magia, se hizo el silencio. Y en El Bohemio, como siempre, quedó una duda flotando en el aire.
La subversión organizada: Juan Bosch, en su monumental obra “De Cristóbal Colón a Fidel Castro. El Caribe, frontera imperial”, (Bosch, 1970), advirtió que Estados Unidos fue el último de los imperios en consolidar una política de subversión organizada, sistemática y dirigida desde lo más alto de su poder. No se trató solo de invasiones armadas, sino de una estrategia integral: diplomacia secreta, agentes infiltrados, división territorial y manipulación política. Esa política se ensayó en el Caribe y luego se exportó al resto de América Latina. Hoy, cuando se observan golpes blandos, campañas mediáticas, sanciones económicas y despliegues militares en la región, las advertencias de Bosch adquieren un aire profético. Negarlo sería como tapar el sol con un dedo: la historia no se repite, pero rima demasiado.
La soberanía en juego: El presidente legítimo de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, ha planteado en reiteradas ocasiones que Venezuela, ante el despliegue militar yanqui en el mar Caribe, no solo tiene el derecho, sino el deber de prepararse para enfrentar una peligrosa y eventual intervención armada. Su argumento se sostiene en el derecho internacional y en el principio de soberanía que obliga a cada Estado a garantizar la defensa de su territorio. No es miedo ni paranoia, sino previsión: maniobras militares en aguas vecinas, discursos hostiles en Washington y una tradición intervencionista que el continente conoce demasiado bien. En este escenario, cualquier ingenuidad sería suicida. La preparación venezolana es un mensaje de resistencia y, al mismo tiempo, un recordatorio de que el Caribe no puede seguir siendo el patio trasero de ninguna potencia.
Narcotráfico y doble moral imperial - La narrativa oficial estadounidense insiste en justificar sus operaciones militares en el Caribe bajo la bandera de la “lucha contra el narcotráfico”. Sin embargo, los datos de la ONU desnudan su incoherencia: por el Caribe transita apenas un 5% de los estupefacientes que llegan a Norteamérica y Europa, mientras que Ecuador y Colombia concentran más del 87% del tráfico. El hecho de que Washington respalde a gobiernos de esos países, mientras despliega barcos frente a Venezuela, revela una paradoja insalvable: son ellos quienes tienen el control y manejo de los estupefacientes, tras la sombra de la DEA. No se trata de narcóticos, sino de petróleo, geopolítica y control regional. Como diría Maquiavelo, el fin justifica los medios, aunque los medios sean tan hipócritas que la justificación caiga por su propio peso.
El fantasma de la trampa política - Hay quienes creen que el mundo ya no es gobernado por el derecho internacional, sino por reglas unilaterales de EEUU, y éstas están sujetas a cambios abruptos según los caprichos de Trump y sus lacayos, y de acuerdo a las vicisitudes de su poder económico o militar. Hace más de 10 años el profesor Michael T. Klare, (Guerra por los Recursos, May 2003) dijo que los motivos de la III Guerra Mundial serían el petróleo, el gas natural, los alimentos y el agua dulce. Quizá tenía una bola mágica o era adivino: El petróleo es la sangre de la economía contemporánea, y su falta y/o carencia puede suspender los trabajos de empresas industriales, afectando incluso el sector agrícola de un país, lo que podría significar falta de alimentos. ¿Necesidades? Apenas una palabra en el diccionario de los ingenuos. Como bien decía Balzac: “en política, lo que se cree es más importante que la verdad.” EEUU no quiere amigos ni aliados: solo lacayos.
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